La llave de mi autonomía

El proyecto Danza Mobile surgió en 1995 con el objetivo de crear un espacio de unión entre dos mundos desconectados: el de las artes y el de la discapacidad cognitiva. Después de veinte años de trabajo, la organización cuenta con el reconocimiento de público y administraciones, sus bailarines viajan por Europa y sus festivales organizados en Sevilla son una referencia internacional. Ahora Danza Mobile vuelve a aventurarse en terrenos poco explorados con un proyecto que busca llevar la normalidad que se respira en sus aulas a la convivencia diaria y cotidiana. Desde enero, algunos de sus jóvenes alumnos están compartiendo piso.

El primero, junto al Guadalquivir, no tiene a priori nada de especial: suelos de mármol, puertas blancas, muebles funcionales; tres dormitorios y una cocina vetusta con una cenefa formada por fruteros. Las paredes de la casa están adornadas con fotos de distintos tamaños que retratan a sus inquilinos, los diez chicos y chicas de Danza Mobile que conviven desde hace tres meses en este peculiar piso de estudiantes.

Los compañeros forman dos grupos que se alternan en fines de semana y semanas lectivas. Uno es de chicas y el otro es mixto, aunque las integrantes del primero van rotando en el segundo. Los jóvenes se instalan en el piso, duermen y se despiertan allí; organizan su estancia con la mayor autonomía posible; gestionan su equipaje y su aseo, la lista de la compra, los menús de la jornada, los planes de ocio y las salidas. Los horarios. Los conflictos. Fernando Coronado, psicólogo y cofundador de Danza Mobile, explica que el objetivo es que aprendan a vivir sin sus padres estableciendo relaciones, en un colectivo en el que “tener vida propia no es nada fácil”.

Fueron los propios padres de los alumnos los que propusieron la iniciativa a Danza Mobile a finales del año pasado: los jóvenes pueden llegar más lejos... Coronado explica que son los familiares los que “promueven y financian”, mientras que la organización dirige el proyecto. La gestión incluye la logística y la administración básica del piso, que siempre es compleja, pero sobre todo la gestión incluye una figura esencial, que es la del acompañante o coordinador de cada grupo, la persona que “no manda ni rehabilita sino que conduce” a los compañeros, subraya el psicólogo. Ahora son el tarifeño Antonio Quiles, y el también gaditano Alberto Ayala.

Ayala, que no ha cumplido los treinta, es educador social. Conectó con Danza Mobile para impartir unos talleres de malabares y ahora está vinculado al piso tutelado. Convive con los grupos como un compañero más. “Se trata de aprender a convivir, a tener deberes y obligaciones, a ser estricto y ser flexible a la vez. Todo lo demás es secundario”, relata. “Les animamos a hacer cosas que han visto hacer en sus casas pero que jamás han hecho. Ellos quieren aprender, tienen una curiosidad enorme, la curiosidad de ser autónomos, y sobre todo se dan cuenta de que pueden tener un poder sobre sus propias vidas que no imaginaban”.

Lo que cabe en la palabra “poder”

“Poder” es ser capaz de caminar solos hasta la academia, quizás. “Poder” también es poder hacer unos espagueti a la carbonara como los que preparó el otro día Dani, el bailarín, que sólo pidió a Alberto que le encendiera los fuegos y triunfó con el almuerzo, según atestiguan sus compañeros. Dani es un chico fino con pelo negro y flequillo ondulado. Es bailarín profesional y se lo toma muy en serio, dicen sus monitores. Sale al amanecer del piso porque le gusta desayunar en la calle, llega a Danza Mobile tan temprano que abre la puerta junto a la limpiadora, y empieza sus entrenamientos. Él dice que está encantado con el piso, que le “encanta” ir cuando le toca, y en esto coincide con el resto de sus compañeros, entre ellos Ignacio, el mayor del grupo, que es un tipo valiente y con mucha personalidad, y parece el manager de un boxeador cuando se pone su sombrero gris.

Fernando Coronado está sorprendido con los resultados del proyecto en solo tres meses de andadura. Agradece que sus compañeros “no hicieran caso al psicólogo” y lanzaran la iniciativa, pues admite que él era reticente a la idea del piso tutelado. El responsable de Danza Mobile no era muy partidario de mezclar en un mismo grupo a personas con perfiles y necesidades de apoyo tan diferentes que a su vez tienen progenitores con personalidades y aspiraciones diferentes.

Todos están preocupados porque el progreso de sus hijos sea el máximo. Y también planea sobre sus preocupaciones el tabú del sexo. En el piso mixto hay una pareja formada por Dani, el bailarín, y Teresa, que tiene unas grandes dotes de organizadora y es muy respetada por sus compañeros. Están enamorados, pero saben cuáles son las normas del piso, “para lo que está y para lo que no está, cuáles son los límites de la convivencia y del grupo”, explica Alberto Ayala.

“Es obvio que yo estaba en una equivocación”, examina Coronado. “La gestión no está provocando problemas de ningún tipo. Los padres están comprobando sus avances casi semana a semana; los monitores están haciendo una labor de quitarse el sombrero y creo que también están recibiendo muchas cosas a cambio. El grupo está enseñando a los chicos a convivir, e, individualmente, a ellos les está aportando algo fundamental en la vida, como es la motivación”. Las ganas de salir adelante, con ayuda pero por sí mismos.