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Auge y caída de Julián Muñoz, el sucesor de Jesús Gil que paseó la corrupción de Marbella por el 'prime time'

Néstor Cenizo

Málaga —
24 de septiembre de 2024 14:04 h

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Julián Muñoz fue el aprendiz que se rebela contra el maestro y lo supera sublimando la técnica. Si Jesús Gil patentó un prototipo español de la zafiedad política, Julián Muñoz añadió aún más espectacularidad al cóctel y lo mostró sin rubor, aderezando el populismo con un puñado de ingredientes que marcan el momento que atravesaba el país: ladrillo, bolsas de basura desparramando billetes, el romance con la tonadillera, sobremesas de Telecinco y el show rosa como destilado de los tiempos.

Muñoz, nacido en El Arenal (Ávila) y fallecido este martes a los 76 años de edad en Marbella, acabó convertido en símbolo máximo de todo aquello, no sólo por su participación central en el Caso Malaya y decenas de causas de la corrupción marbellí, sino por la ocupación televisiva del inmenso hueco que dejó la muerte temprana de Jesús Gil.

La huella es aún visible en la ciudad: hay una ristra de mil edificios fuera de la legalidad, una pesada losa económica sobre las cuentas municipales, una deuda económica que los corruptos difícilmente pagarán y una imagen labrada en el imaginario colectivo gracias a la corrupción galopante exhibida sin pudor. Muñoz y su troupe mostraron al país la putrefacción de su ecosistema, alimentada por la combinación de poder, codicia y celos, y la colaboración decisiva de los programas del corazón, proveedores por accidente del servicio público consistente en destapar las alcantarillas.

La televisión no sólo contribuyó a forjar la imagen de la despendolada corrupción marbellí, sino que acabó por marcar los procedimientos judiciales, a rebufo de las barrabasadas que se decían en los platós. Es Maite Zaldívar en Bravo por la tarde (Canal Sur), con Agustín Bravo: “Confirmo que mi relación con Julián Felipe Muñoz Palomo, alcalde de Marbella, está rota. Porque creo, supongo o doy por entendido, que está con otra señora, llamada Isabel Pantoja Martín”. Es Maite Zaldívar, ahora en A tu Lado (Telecinco), despechada por los cuernos: “Es un dinero que había en casa, que él me decía que era normal, que era de unas comisiones de obras. Me lo comentaba cuando venía con las bolsas”. El amor entre la tonadillera más famosa de España y el alcalde de Marbella tuvo una influencia decisiva en el estallido de la gran causa de corrupción de la democracia.

Y la cima de todo esto. Es el cara a cara en Salsa Rosa (Telecinco) entre Jesús Gil y Julián Muñoz. Entraron en conexión simultánea, con la promesa de que el enemigo esperaría turno con el micrófono apagado. Pero la directora subió el volumen, y entre comentarios por lo bajini que todos oían, aquello se calentó hasta acabar en una reyerta para aclarar quién de los dos era más golfo. Julián Muñoz: “Yo he firmado todos los convenios de esta ciudad, que me has mandado tú. Eres un golfo y un mentiroso. ¡,Que me has obligado a firmar todo!”. Jesús Gil: “El golfo eres tú, que has puesto la mano por todos y has convertido tu oficina, el ayuntamiento, lo has convertido en una casa de atracos. Y tú nada más entrar lo primero que pones es la comisión por medio”.

Aquel espectáculo en prime time del sábado puso en alerta (si no lo estaba ya) a la Fiscalía y es el origen de la Operación Malaya. Y pese al trance, Julián Muñoz no escarmentó. Con varias causas ya abiertas y Operación Malaya a punto de estallar, fue capaz de pasar por TVE para comentar su relación con Isabel Pantoja mientras removía unas patatas revolconas.

“Puso Marbella al nivel de Torrente”

“Puso Marbella a nivel de Torrente y el ayuntamiento alcanzó un grado hortera y merdellón incomparable, sin parangón. La de ahora [la alcaldesa Ángeles Muñoz] al menos va de Chanel”, resume la abogada Inmaculada Gálvez, azote del gilismo y el post-gilismo, tanto desde la arena política (fue candidata y luego parlamentaria de Los Verdes) como, principalmente, judicial. De aquellos tiempos recuerda los comentarios machistas de Muñoz en los recesos de los juicios.

Fue Gálvez quien inició la ristra de denuncias por las irregularidades del Hotel Guadalpín, levantado por la constructora Aifos con una licencia de reforma menor y en contra del criterio de seis informes de técnicos municipales. Es el antecedente inmediato de la Operación Malaya. “Nos llamaba al despacho y preguntaba: ”¿Pero qué queréis, qué queréis?“. Yo alucinaba”. Aifos acabó siendo el gran gigante caído (sus dueños han sido durante años los principales deudores -personas físicas- de Hacienda) de la burbuja inmobiliaria en la Costa del Sol y Muñoz fue condenado por la ilegalidad de la licencia, que había concedido justo un día después de que Isabel Pantoja comprase uno de sus apartamentos de lujo pagando todo en efectivo: 353.000 euros.

Aquello fue sonado, pero una más de tantas en las que Gálvez se las vio con Muñoz en los tribunales. Calcula que habrá sido acusación particular en unos 50 juicios contra él; la mitad se celebraron, la otra mitad acabó en sentencia condenatoria después de que él alcanzara un pacto con Fiscalía para reconocer los hechos. En los juzgados ni siquiera saben cuántas condenas tiene, pero se calculan en más de medio centenar.

Por aquel entonces, Muñoz firmaba convenios hasta en los capós de los coches. “Se dio cuenta de que la fuente de financiación personal era la firma de licencias y convenios, y se puso a darlas como un loco. Era su forma de entender la política: recibir prebendas y luego repartir. Eso es lo que le llevó en romería a los juzgados durante tantos años”, rememora Javier de Luis, otro exconcejal y activista ecologista que se las vio con el gilismo desde la primera denuncia por el Caso Camisetas.

El ascenso de Muñoz

Camarero de profesión, Muñoz aterrizó en la política en 1991, y fue ascendiendo hasta convertirse en el más fiel soldado del carismático Jesús Gil. “¿Qué va a pasar ahora si Gil se va? Perdonad, con toda mi modestia lo digo. El próximo alcalde, mi mano derecha: Julián Muñoz. Sabe lo que tenemos que hacer todos”, le presentó en su día. Primero lo sustituye durante su inhabilitación. Y en mayo de 2003, con Gil purgando sus delitos, el delfín saca mayoría absoluta.

Empieza entonces su affaire con la cantante, en la que ella se presta a todo: el show, los negocios. Está en la cresta de la ola. Y es entonces cuando acaba perdiendo las alas por querer volar más alto que su jefe y que el personaje en la sombra que todo lo maneja, Juan Antonio Roca.

Gil ordena a los suyos defenestrarlo a toda costa, y por la moción de censura de agosto de 2004 acabó asomando la pus de un sistema sostenido por la corrupción. Inicialmente, Marisol Yagüe, Gil y compañía intentan negociar con el PP, pero Javier Arenas sube la apuesta, y pide la alcaldía con tres concejales. Y la cuenta falla. Es entonces cuando los rescoldos del gilismo tocan a la puerta del PSOE y el Partido Andalucista en Marbella, a los que atraen a la causa.

Inmaculada Gálvez lo define como el golpe de “las chaneles”. La suerte de Muñoz está echada. Yagüe se hace con la alcaldía y García Marcos acaba siendo pieza clave del post-gilismo y expulsada del PSOE. “García Marcos contaba que Muñoz la llamaba y le decía: ”Te doy el doble de lo que te dé Gil. La moción fue la prostitución de la política“, rememora De Luis.

“Gil creó la escuela con alumnos aventajados como Muñoz”

Fue el principio del lento declive del exalcalde, cuya actitud cambió de un día para otro. Contactó con algunos de sus opositores más duros, se dulcificó. “En el poder era muy prepotente, y se convirtió en alguien afable. Lo sorprendente es que, lejos de reprocharle nada, mucha gente se levantaba de las mesas para abrazarle, besarle, preguntarle. No perdió nunca ese carisma. Nadie le hacía reproches”, subraya De Luis.

El 19 de julio de 2006 fue detenido e ingresó en prisión provisional en el marco de la Operación Malaya y empezó un calvario judicial que le acompañó casi hasta el final. Le condenaron por toda la gama de posibles corrupciones: delitos urbanísticos, blanqueo de capitales, malversación de caudales públicos, fraude, contra la ordenación del territorio, cohecho o prevaricación administrativa figuran en sus antecedentes.

En los últimos años, su imagen y su propia vida quedaron marcadas por el cáncer. Por el más de medio centenar de condenas que se le estiman apenas cumplió ocho años de cárcel, parte de ellos con beneficios penitenciarios. “Quiero estar con mis hijas y con mis nietos, nada más. Aspiro a intentar vivir”, replicó en su primer permiso penitenciario, concedido en 2016, tres años después de entrar en la cárcel de Alhaurín de la Torre. Poco después logró el tercer grado por su estado de salud, revocado tras difundirse un vídeo donde se le veía bailando sevillanas. En 2021 obtuvo la libertad condicional.

“Ni la muerte ni la enfermedad nos hacen santos”, resume Gálvez. De Luis ve al personaje cómo síntoma: “Gil creó la escuela, con alumnos aventajados como Muñoz o Yagüe. No estaban al servicio de los ciudadanos, sino a ver cómo se servían de los ciudadanos. Él es la constatación de cómo se puede degradar la política en esta ciudad”.  

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