Los expertos justifican que se desperdicien bolígrafos de insulina en hospitales en aras de la seguridad
La denuncia de un enfermero en prácticas sobre el desperdicio de insulina en el Hospital Regional de Málaga generó la semana pasada una notable controversia. En un hilo de Twitter, Guillermo Vera relató que muchos bolígrafos de insulina suministrados a los pacientes diabéticos son desechados con gran parte de su contenido, y aportó fotos que lo demostraban. El hospital emitió un comunicado explicando las ventajas del uso de bolígrafos (o plumas) para la seguridad del paciente. La Sociedad Andaluza de Endocrinología, Diabetes y Nutrición (SAEDYN) ha emitido un informe en el que abunda en los motivos del hospital, destacando que el uso de un bolígrafo por paciente es la práctica recomendada por algunos organismos que velan por la seguridad en la práctica médica. El informe no hace referencia al coste económico o ambiental, ni a las implicaciones éticas de desechar el fármaco.
El Grupo de Diabetes de la SAEDYN da varios argumentos en favor del uso individual de bolígrafos o plumas de insulina. La práctica de “un bolígrafo un paciente” garantiza que no hay riesgo de contagios por regurgitación de sangre en el cartucho de insulina. Este riesgo no existía en la práctica habitual del hospital, consistente en usar los bolígrafos a modo de vial, extrayendo la insulina para cada paciente con jeringas y agujas desechables tras cada uso. Sin embargo, los laboratorios desaconsejan que los bolígrafos se usen de esta forma. “Si es necesaria la administración con jeringa, se debe utilizar un vial”, señala la ficha técnica de Lantus, uno de los más utilizados.
SAEDYN da dos razones. De un lado, el riesgo de error en la dosificación (potencialmente mortal), derivado de que los hospitales pueden usar plumas con insulinas de diferente concentración. “Con la práctica de usar la jeringa para extraer la dosis, el riesgo de sobredosificación (con las previsibles hipoglucemias secundarias) es elevado”, señalan los expertos. Además, las agujas de seguridad de los bolígrafos evitarían los pinchazos accidentales de los profesionales que administran la medicación, según SAEDYN.
El uso de los bolígrafos como vial del que extraer la insulina ha sido frecuente. El Instituto para el Uso Seguro de los Medicamentos alertó en 2009 y 2013 de que estas plumas se estaban usando en hospitales y centros de salud no sólo como viales, sino incluso para más de un paciente, lo que entraña riesgo de contagio de enfermedades. Emitió entonces una serie de recomendaciones: informar a los profesionales sobre su uso seguro, revisar los procedimientos de utilización y etiquetar cada pluma con los datos del paciente.
La Unidad de Endocrinología y Nutrición del Hospital Regional de Málaga ha implantado la práctica “una persona, un bolígrafo” en 2019. Los grandes hospitales de Andalucía también la han adoptado, según SAEDYN.
SATSE pidió explicaciones
El informe de SAEDYN no hace referencia al desperdicio del fármaco, que motivó la denuncia viral del enfermero, documentada con fotos (finalmente borradas, como el resto del hilo) que muestran cientos de bolígrafos apenas usados, listos para ser desechados.
Una denuncia similar había sido formulada también por enfermeras de al menos dos unidades hospitalarias del Hospital Regional de Málaga ante el sindicato SATSE. En junio, el sindicato trasladó a la dirección del centro las inquietudes de algunas de esas enfermeras: “Tras el pilotaje de las nuevas agujas y bolígrafos de insulina entienden que, por las características de sus pacientes, se iba a generar una cantidad desproporcionada de bolígrafos y viales desechados”. Según las profesionales que se quejaron, esto supone “un derroche económico importante, teniendo claramente cuantificado la cantidad de bolígrafos y de insulina que se desperdicia”.
Otros profesionales de enfermería y farmacia han mostrado a este medio su preocupación por el desperdicio de insulina, la gestión de los recursos públicos y el coste (directo o indirecto) de la que no se utiliza. “Es un problema de equilibrio: coste-efectividad, riesgo-beneficio. En hospitales de muchos países no se lo podrían permitir… En España, quizá sí”, explica un enfermero español desde Reino Unido, donde está implantada la práctica de un bolígrafo por paciente.
Un fármaco peligroso
Según los datos del Ministerio de Sanidad recopilados por Europa Press, la diabetes afecta a casi seis millones de personas en España, con una tasa del 7,8% de la población, 3,71 puntos porcentuales más que en 1991. La Organización Mundial de la Salud estima que 422 millones de adultos en todo el mundo tenían diabetes en 2014, frente a los 108 millones de 1980. Existe una vinculación entre obesidad y diabetes que hace previsible un aumento de la prevalencia de la enfermedad en los próximos años.
Alfredo Montero, farmacéutico hospitalario en Santa Cruz de Tenerife y coautor del blog StopErroresdeMedicación, explica que los errores en la administración de insulina son relativamente frecuentes y muy graves. “Es un fármaco sobre el que hay que tener muchos ojos, porque te puedes cargar al paciente por un error”, advierte.
En su opinión, el uso de la pluma está justificado por la mayor seguridad que aporta. “La tendencia hospitalaria es eliminar progresivamente los viales, pero como no hay homogeneización de las buenas prácticas de seguridad, hay hospitales que utilizan más los viales y otros menos. Son hábitos de prescripción, y cómo los médicos se sientan más seguros. En farmacia tenemos que tener ambas presentaciones”, señala. Según explica, usar las plumas como vial entraña un riesgo de contaminación externa.
El uso de los bolígrafos, vendidos también para su uso domiciliario del propio paciente insulinodependiente (generalmente de tipo 1), se está generalizando en los centros sanitarios. Sin embargo, se produce un desperdicio porque una parte importante de los pacientes de tipo 2, la más habitual, utilizan medicación oral en domicilio, y pasan a insulinoterapia con el ingreso hospitalario. Cuando reciben el alta dejan de necesitar el bolígrafo. Son esos bolígrafos, a veces con casi todo su contenido, los que no se aprovechan.
El Hospital no aclara cuánto le cuestan los bolígrafos
En declaraciones a Sur, Carlos Bautista, delegado provincial de Salud, defendió el uso de los bolígrafos y aseguró que la insulina es “gratuita” para los hospitales. Sin embargo, el hospital no respondió a esta cuestión en su comunicado de la semana pasada y no ha querido confirmar a este medio el precio o la supuesta gratuidad de los bolígrafos, que en farmacia rondan los diez euros por unidad.
Según Alfredo Montero, el coste es variable según cada hospital, pero no suele superar el 50% del precio de venta al público, porque los dos grandes laboratorios fabricantes libran una guerra por hacerse con el mercado que les lleva a bajar precios e introducir nuevos productos continuamente. “Los laboratorios ganan que la educación diabetológica en el hospital se hace con la marca de su insulina”, comenta.
Por el contrario, en los últimos años las farmacéuticas han disparado el precio de la insulina en países como Estados Unidos, donde han perpetuado la patente del fármaco desde su descubrimiento en 1923, introduciendo mejoras progresivas. Las dificultades de acceso han dado lugar a casos dramáticos, según este reportaje publicado en eldiario.es.
En Estados Unidos, uno de cada cuatro diabéticos raciona la insulina, hay pacientes que recurren al mercado negro, e incluso hay enfermos que han fallecido por no poder acceder al fármaco. Según ese reportaje, el precio de una ampolla en Estados Unidos es de unos 300 euros. Right Care Alliance, un movimiento político que aboga por reformar el sistema sanitario estadounidense, acusa a los grandes laboratorios, como Eli Lilly, Novo Nordisk y Sanofi, de abuso de poder. Los dos últimos son también los principales fabricantes de los bolígrafos que se dispensan en España.
“Hay gente que se está muriendo por no tener insulina. Que aquí la estemos tirando éticamente está mal (aunque no podemos hacer mucho) y desde el punto de vista medioambiental es una generación de desechos”, admite Alfredo Montero. No obstante, cree que las plumas son la solución “subóptima”, o la menos mala, mientras las farmacéuticas no ofrezcan otros dispositivos que eviten el desperdicio, por ejemplo dispensando plumas con menos capacidad.