“Eh, eh, eh. ¡Perdone, perdone! ¡Pero bueno! ¡Pero bueno! ¿Esto qué es? ¡No se puede grabar! ¡No se puede grabar!”
Pasan quince minutos de las 11:30 del martes cuando la música que suena a todo trapo cesa de repente, y la megafonía de la sala habilitada en el Palacio de Congresos de Málaga anuncia que el hombre al que todos esperan ya ha llegado: “¡Ladies and gentlemen, the 44th president of the United States, Barack Obama!”.
De repente, cientos de smartphones de última generación se alzan y registran el momento, y graban y hacen fotos, quizá incluso transmitan el momento en alguna red social. Las instrucciones eran tan claras que venían en mayúsculas: “Está TOTALMENTE PROHIBIDO tomar fotografías, grabar vídeo o registrar cualquier tipo de audio, y tan sólo se puede tomar nota”.
Pero da igual: “Bah. Es imposible”. Pronto, la mujer se da cuenta que aquella gente que desobedece con descaro las instrucciones que ella grita no va a dejar de hacerlo porque probablemente crea que, si ha venido a ver a Obama a 1.900 euros el asiento, lo de menos es lo que digan las instrucciones, ella misma e incluso el propio Obama. Importa más llevarse a casa o a las redes sociales un recuerdo que inmortalice el momento en el que él o ella, y otras 1000 personas, una vez escucharon a un expresidente de Estados Unidos hablar de la tecnología, la sostenibilidad, el liderazgo, el futuro y cosas así. Que tampoco está muy claro y que, al fin y al cabo, parece ser lo de menos. Al final de la charla, había división de opiniones: algunos asistentes resaltaban lo inspirador que les había resultado, básicamente por ser Obama quien es y hablar como habla. Pero otros estaban decepcionados tras una alocución vaga e imprecisa, en la que habló de todo sin decir mucho.
En la sala están Pedro Sánchez, presidente del Gobierno, Juan Manuel Moreno, presidente de la Junta de Andalucía, y ejecutivos de lo más granado de las empresas tecnológicas de todo el mundo. Pero Obama es la gran estrella de este evento, que tras seis ediciones en Madrid reafirma el posicionamiento de Málaga como polo de atracción para este sector. En los últimos años, Vodafone, Citigroup o Google, entre otras, se han instalado en la capital de la Costa del Sol.
Traer a Obama Obama ha obligado a un extraordinario despliegue de seguridad. Los agentes del servicio secreto que acompañan al expresidente de Estados Unidos imponen sus condiciones. “No lo puedes ni imaginar. Una locura: servicio secreto, seguridad privada, Guardia Civil, Policía Nacional...”, explica alguien con funciones de organización y seguridad dentro del auditorio, que se muestra ligeramente agobiado por las exigencias: hasta un pin le han hecho ponerse.
Al público se le pedía venir con la acreditación impresa a color, para distinguir así con facilidad las distintas autorizaciones de acceso. Pero pronto la organización renuncia también al color. Eso sí, es obligatorio firmar una hoja de descargo de responsabilidad. Como en la sala van a apretujar a mil personas, nadie se responsabiliza de que no contraigas Covid. Luego, una vez dentro, ese temor no aparece por ningún lado. La cancelación del World Mobile Congress de Barcelona en marzo de 2020 fue el aldabonazo definitivo de que algo ocurría. Hace exactamente un año, al otro lado del telón se vacunaba contrarreloj a miles de personas. Este martes en el DES de Málaga nadie parecía acordarse ni de las mascarillas.
“I love Spain”
En cuanto a Obama, no es su primera vez en la Costa del Sol. Ahora se aloja en finca Cortesín, un resort de lujo blindado en la costa de Casares, en el extremo occidental de la provincia. Pepe Carrasco, alcalde del municipio, explica que la vigilancia la coordina el Ministerio del Interior, y que para el pueblo todo son ventajas: “Nos alegramos por la repercusión mediática”.
“I love Spain. Me encanta España y vengo siempre que tengo una excusa para hacerlo”. Obama arranca su intervención en el DES - Digital Enterprise Show dándole al público lo que quiere. Tampoco lo tiene difícil, porque lo que quiere el público de Obama es Obama. Ha sido una conferencia de una hora, en inglés sin traducción, en la que no ha faltado el tópico: “James Costos [exembajador de Estados Unidos en España] me dice que la mayoría de la gente no se echa siestas largas. Pero no estoy seguro de que sea verdad”.
En su charla, ha desplegado todo un arsenal de ideas más o menos concretas, más o menos relacionadas entre sí, sobre el liderazgo, el desarrollo tecnológico, el cambio climático o la creatividad, con la vista en el futuro pero siempre con un pie en el presente. “Estoy impactado por cuánta solidaridad Europa ha mostrado hacia Ucrania, pero hay una complacencia de las democracias ante Ucrania. Yo soy lo suficientemente viejo para recordar la caída del Muro, y lo que significaba la Guerra Fría, pero las nuevas generaciones quizá dan por hecho la prosperidad que nos da Europa”. Obama ha acusado a Putin de imponer en Ucrania la ley del más fuerte y le ha vinculado con la extrema derecha de Marine Le Pen.
Obama es crítico ante cierta pasividad occidental (“¿Estamos haciendo lo necesario para proteger la democracia? ¿Tenemos un capitalismo inclusivo que reduce la desigualdad?”) y ha alertado contra el riesgo de los populismos, al tiempo que advertía de que la gente sigue teniendo la “necesidad de sentir que pertenece a algo”, lo que obligaría a combatir amenazas globales con un enfoque local. “La gente necesita sentimientos de pertenencia, pero sano y sin enemigos. hay que encontrar la forma de defender nuestra cultura sin agredir a otros”.
También ha invocado el cambio climático, advirtiendo de que sus efectos ya están aquí: “Yo invertiría mucho en energías limpias. Los humanos nos adaptamos. Ahora no tenemos otra opción que una transición energética, y la presión para hacerla se está acelerando”. Para el Nobel de la Paz, las crisis migratorias ya están directamente vinculadas a los efectos del cambio climático.
“Ha dicho cosas obvias, pero las dice él”
“Ha sido muy interesante: ha dicho cosas obvias, pero las dice él y las dice muy bien. Es lo que esperaba”. Pedro Galdón, que acaba de atender a la charla, resume casi sin querer una idea: de la conferencia de un expresidente importa poco el qué, algo el cómo y mucho el quién. A no ser que el expresidente sea español, en cuyo caso nadie puede anticipar el orden de los factores.
De Obama, quienes le han escuchado destacan su carisma, su capacidad para comunicar, para trasladar ideas introduciéndolas en el contexto de la actualidad. “Ha hecho un discurso neutro, con mensajes muy bien dirigidos, enlazando su experiencia con la realidad. Por ejemplo, con lo del IPhone”, explica Miguel Ángel López, de Globant. Se refiere a una observación del expresidente: hace doce años, el smartphone ni existía, y ahora todos tienen uno en el pueblo más remoto de África. Prueba inequívoca, ha dicho, de que el cambio es más amplio y rápido que nunca.
Otros esperaban alguna anécdota más para relacionar su pasado y presente como líder mundial con sus valoraciones sobre temas tan dispares y amplios como la tecnología o la sostenibilidad. “Me ha gustado conocerlo, pero creo que no ha dado mensajes muy diferentes a lo que pensamos todos”, opina Antonio Busca, de Oracle.
Nadie esperaba que Obama se pusiera hablar de tecnología con matices técnicos, y sí del contexto en que las nuevas tecnologías se desarrollan. Es decir, ese magma “inspiracional” (la palabra aparecerá varias veces) en que se mezclan conceptos como el liderazgo, el futuro, el aprendizaje, la tecnología o el cambio climático. “No creo que sepa mucho sobre tecnología, pero sí sobre el contexto: la crisis climática, la desigualdad, la pobreza o los derechos humanos”, explica José María Vera (Unicef) justo antes de entrar al encuentro. Viene invitado (“mi organización no lo pagaría nunca”), como casi todos los asistentes.
Falta media hora para el acto, y la cola ya llega al extremo del pabellón donde se reparten los stands de las 336 firmas que acuden al Congreso, por donde pasarán unos 600 expertos internacionales y al que se han inscrito 14.000 asistentes. Los hoteles no tienen plazas y se calcula que la cita tendrá un impacto económico de 30 millones de euros en la ciudad.
“Es inspiracional, aunque no hable de algo concreto”
A algunos se lo paga la empresa; a otros, un cliente o un proveedor de servicios. “T-systems, la empresa que nos presta el servicio de software nos ha dado un par de pases. Lo hacen en muchos municipios”, dice Josele González, alcalde de Mijas (PSOE). Entre los asistentes, hay de todo, también quien nada tiene que ver con el sector, como David Almeida, de Conforama (una cadena de sofás y colchones): “Nos estábamos preguntando qué nos va a contar este señor… Supongo que hablará de geopolítica”. “O de cómo la tecnología le ayudó a ganar las elecciones”, apunta Eduard Amié.
“Yo vengo por quién es. Alguien muy inspiracional por cómo comunica, aunque no hable de algo concreto”, comenta Miguel Pérez, un autónomo dedicado al márketing digital a quien le han conseguido una entrada. “En otras conferencias pagas lo mismo y no tienes esto”. Muchas empresas refuerzan así sus vínculos con el cliente. “Estas son cosas que no olvidas”, dice Miguel Ángel López. “Es un precio emocional”, concluye. Quizá ahí está el verdadero valor de oír a Obama, diga lo que diga.