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La tierra no fue para el que la trabaja: el conflicto histórico tras el polémico campo de golf sobre los acantilados de Maro

Antiguo ingenio de San Joaquín, en Maro | Plataforma Otro Maro es posible

Néstor Cenizo

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La intención del ayuntamiento de Nerja de acelerar los trámites para levantar un campo de golf sobre los acantilados de Maro es otra muestra de la estrecha relación del municipio con la familia Larios, que sigue siendo propietaria de un vastísimo patrimonio inmobiliario en La Axarquía.

En una parte de esa superficie, que en Maro abarca casi dos millones y medio de metros cuadrados, Sociedad Azucarera Larios Patrimonio, S.L. quiere hacer realidad un proyecto que viene acariciando desde hace más de veinte años, cuando se extinguieron los contratos de arrendamiento de renta antigua con los “colonos”. Desde entonces, ha seguido alquilando la tierra en condiciones precarias, en un equilibrio de rasgos clásicos: un terrateniente y pequeños agricultores con explotaciones de subsistencia. Los “neocolonos” temen ahora verse expulsados de las tierras que a duras penas consiguieron retener hace casi 25 años.

Un documento histórico permite situar el origen de la idea de Larios en, al menos, 1997. Se trata de un vídeo del carnaval, en el que una tonadillera, un párroco y demás fuerzas vivas dan la bienvenida al marqués de Larios, a la manera en que Villar del Río recibía al Mr. Marshall de Berlanga: “Marqués de Larios, te recibimos con gran esmero, por el proyecto que presentaste en el mes de enero, con muchos hoteles, con equitación (?), con pista de tenis y campo de golf. Qué maravilla, toda la vega llena de villas. Con qué salero quitas de en medio invernaderos”.

La murga hace referencia al conflicto que estalló en 1996, cuando antiguos colonos (arrendatarios) de las tierras de Larios en Nerja y Maro se encerraron en la Cueva de Nerja durante diez días, en protesta por el fin de la renta antigua por aplicación de una ley de 1992. Pedían acceder a la propiedad de las tierras en condiciones asumibles.

Según cuenta Juan Bautista, colono e hijo de colono, “toda la transformación de la vega la habían hecho los agricultores: caminos, regadíos, remetíos para hacer la tierra más plana… Todo fue por nuestra parte, sin ayuda de Larios”. El terrateniente accedió a reconocer la propiedad de los agricultores solo si cumplían unas condiciones imposibles: demostrar que eran arrendatarios desde antes de 1942. “Casi nadie sabía leer ni tenía ningún tipo de papel para justificar aquello”, comenta hoy Bautista. Su padre llegó hasta el último recurso judicial y llevó a varios testigos ancianos para probar que su familia siempre trabajó esa tierra. Perdió.

Como Bautista, Francisco Talega también se encerró en la cueva, y denuncia hoy que los abogados aconsejaron demandas individuales, erosionando la estrategia colectiva: “Fue un engaño. Larios quería distorsionar. Queríamos llegar a un acuerdo todos los colonos a una, pero Larios maleó, negociando con cada uno”. Aunque obtuvieron indemnizaciones, ninguno logró acceder a la propiedad: “Tuvimos que coger lo que quisieron dar y firmar los nuevos contratos, que daban todo el poder a Larios”.

Un juez llegó a condenar a Larios por vejaciones a los colonos, al entender que había menoscabado su dignidad al “invadir el lugar donde come, se asea, descansa y en definitiva, vive el arrendatario, sin aviso ni licencia, y aún contra la voluntad expresa”, según recogió El País.

Los Larios: un inmenso patrimonio inmobiliario en la costa de La Axarquía

A partir de la tabla rasa de 1996, Larios continuó con su política de arrendamientos, mientras en la familia se libraba una guerra implacable por la herencia, iniciada en 2004 y resuelta (de momento) por el Tribunal Supremo en 2015. Hay en esa historia donaciones bajo sospecha, supuestos hijos no reconocidos que reclaman su filiación y disputas hereditarias entre hermanastros, recogidas por el periodista Ramón Triviño en el libro La herencia envenenada del Marqués de Larios.

Hoy, es Carlos Gutiérrez-Maturana-Larios y Altuna quien domina las sociedades familiares, con un capital estimado de unos 600 millones de euros. Solo en la costa axárquica las sociedades vinculadas a Larios son propietarias de unas 800 hectáreas de terreno, según las estimaciones de Jorge Alamino, portavoz la plataforma Otro Maro Es Posible.

Larios es la familia aristócrata malagueña por antonomasia, enriquecida gracias al desarrollo de la industria textil y azucarera. En la capital se sigue recordando al segundo marqués de la saga, Manuel Domingo Larios, con un monumento destacadísimo y la principal calle comercial, aunque murió fuera de Málaga: huyó a París durante la Revolución de 1868, y sólo volvió para visitar sus posesiones en Torre del Mar.

Su descendiente, Carlos Gutiérrez-Maturana-Larios, y José Alberto Armijo, alcalde de Nerja (PP) son los llamados a firmar el convenio urbanístico, que ya ha sido publicado en el Boletín de la Provincia. Antes, deberá superar un trámite de alegaciones públicas y ser aprobado por el Pleno.

De firmarse, el ayuntamiento se comprometerá a cambiar la consideración de suelo no urbanizable a 1,8 de los casi 2,5 millones de metros cuadrados que Larios tiene en Maro. 1,3 irán para el campo de golf y sus servicios accesorios; el resto, para uso residencial y turístico.

Propietario desde 1930

El Marqués de Larios se hizo con esos terrenos en 1930, e instaló en la Fábrica de San Joaquín buena parte de su exitosa producción de azúcar de caña. Llevaba medio siglo en pugna con la familia Pérez del Pulgar por hacerse con el control de esta producción. Según cuenta el en su blog el historiador especializado Paco Capilla, Larios siempre basó su expansión en la compra de fábricas e ingenios ya construidos. El de Maro fue el último que consiguió, después de comprarlo al Banco Hipotecario de España, que se había hecho con ellas por los impagos de los Pérez del Pulgar.

Con la introducción de la remolacha en los años sesenta, la caña entró en declive. Los ingenios (las fábricas de azúcar) fueron abandonados y las tierras se arrendaron a los “colonos”. Hoy, son los llamados “neocolonos” los que ocupan el terreno. “Ahora la vega está hecha una pena”, cuenta Paco Talega: “Antes había boniatos, tomates, habichuelas, pimientos… pero se han encargado de destrozarla”.

A partir de sus orígenes azucareros, Larios se ha reconvertido en un importante actor urbanístico. Realiza promociones a través de Sociedad Azucarera Larios (antes SALSA, ahora SALSL). Por ejemplo, tiene proyectado un gran ensanche hotelero en el entorno de un asentamiento fenicio, en Torre del Mar. Pero el proyecto de Maro Golf aspira a ser emblemático. Primero, por su envergadura; pero también, porque la relación histórica de los Larios con Nerja es todavía más intensa que en el resto de la comarca.

Pequeños huertos, permacultura y hippies

Talega y su hermano arriendan hoy un terreno de unos cinco marjales (unos 2.500 metros cuadrados en total). Su contrato debe renovarse cada año. Bautista, que tiene marjal y medio con un cortijo y una alberca, lo renueva cada seis meses. El coste es variable, en función del tipo de cultivo (patatas, tropicales, invernaderos) y del equipamiento (con cortijo, alberca…): de 300 a 900 euros por semestre y marjal. Una fórmula precaria que facilita que el propietario pueda disponer fácilmente de las parcelas al término de cada contrato.

Muchos de arrendatarios atienden la tierra de forma intermitente, y hay cada vez más presencia de la permacultura y la agricultura ecológica. También hay hippies llegados de La Alpujarra, atraídos por la posibilidad de cultivar pequeños huertos en un ambiente mucho menos frío. Hay cabañas, también quienes viven en cuevas o caravanas, huertos de subsistencia y muchas parcelas e invernaderos abandonados. Según Talega, las tierras productivas no llegarán a la mitad. Según Bautista son más, en torno al 90%.

“Aquí está todo abandonado: carriles, acequias históricas, ramales... Es un desastre. Está abandonado y ellos [Larios] eso lo utilizan. Es una estrategia”, lamenta Talega, que explica que el terreno, donde abundan los barrancos, los balates y las acequias de origen árabe, requiere de inversiones en mantenimiento. Todo ello en una comarca que, paradójicamente, está viviendo un lucrativo boom de la agricultura de subtropicales.

Esta división atomizada de la tierra impidió que la costa oriental malagueña (y Maro, en particular) se urbanizara al ritmo de la occidental con el boom inmobiliario de los 60. “La legislación que entonces había impedía al señorito recuperar la tierra”, señala el abogado Juan del Río, asesor de la plataforma. Ahora, Bautista confía que la movilización ecologista en contra del campo de golf vuelva a poner sobre la mesa un problema con tintes “feudales”. Su aspiración es un corredor desde el jardín botánico al paraje natural, con espacio para la agricultura ecológica de alto valor.

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