La Costa del Sol discurre a lo largo de unos 200 kilómetros. En esa estrecha franja de terreno entre el Mediterráneo y la montaña, punteada de cientos de urbanizaciones y viviendas desperdigadas, encontraron acomodo, tolerancia y sol algunos criminales nazis buscados para rendir cuentas por crímenes atroces. No fue el único santuario de nazis en suelo español, ni siquiera el único refugio andaluz, pero sí fue uno especialmente significado, por la cantidad y la “calidad” de quienes aquí se escondieron: el jefe de seguridad de Hitler, el llamado “Doctor Muerte”, un alto diplomático o el hijo que al Führer le hubiera gustado tener. Nazis en la Costa del Sol, un ensayo de José Manuel Portero recién publicado (Editorial Almuzara, 2021) recopila alguna de esas historias conocidas e indaga en nuevos detalles de la presencia estable y fructífera (para ellos) de decenas de criminales nazis en Málaga. El tema protagoniza también una serie recién estrenada en Netflix.
Con la derrota de Alemania en la Segunda Guerra Mundial, miles de líderes nazis fueron juzgados por los tribunales creados ad hoc por los aliados. Muchos fueron condenados, algunos ejecutados y otros sometidos a procesos de “desnazificación”. Otros huyeron, perseguidos por los aliados, por Israel o por cazadores de nazis como Simon Wiesenthal: a Sudamérica, pero también a España, gracias a la buena relación entre Hitler y Franco. Además de servir de ratline para facilitar la huida, distintos puntos de la costa mediterránea, como la urbanización Empuriabrava de Roses (Girona), Denia, Cádiz o Málaga se convirtieron en refugio. “Málaga tenía unas características inmejorables: condiciones climáticas excelentes, gastronomía, orografía idónea para esconderse y la proximidad a las costas de África, que permitía huir fácilmente si había problemas”, explica Portero.
La presencia amistosa en Fuengirola de José Antonio Girón de Velasco, ministro de Trabajo, les da tranquilidad. Y finalmente se produce un efecto llamada. De esta forma, y como muchos de sus compatriotas, decenas de nazis pasaron su retiro disfrutando del sol de Málaga.
Leon Degrelle, negacionista entrevistado
Algunos de ellos vivieron durante décadas sin ser molestados, sin que sus vecinos supieran de su pasado. Cuenta José Manuel Portero, vecino de Benalmádena desde hace décadas, que él llegó a compartir mesa y mantel con Gerd Honsik, a quien conoció como Don Gerardo, sin saber que estaba con uno de los ideólogos del nazismo austriaco, huido de la justicia de su país. “Un señor que conversaba en español de forma agradable”.
Portero, profesor jubilado, es también escritor de novelas policiacas. En 2018, mientras se documentaba para una nueva obra, conoció el caso de Violeta Friedmann, una superviviente del campo de exterminio de Auschwitz que inició un proceso judicial contra Leon Degrelle y la revista Tiempo a cuenta de una entrevista en las que el nazi belga, afincado durante años entre la Costa del Sol y Constantina (Sevilla) negaba la realidad del Holocausto y daba rienda suelta a sus opiniones antisemitas. Tras perder en todas las instancias, tuvo que llegar al Tribunal Constitucional para que este declarara, en 1991, que su derecho al honor estaba por encima de la libertad de Degrelle para soltar sus mentiras. La sentencia sirvió de base a una futura reforma del Código Penal.
Degrelle no perdía ocasión de comentar a sus interlocutores lo que supuestamente una vez le dijo Hitler: “Si yo tuviera un hijo, me gustaría que fuera como usted”. Condenado a muerte in absentia por alta traición y crímenes de guerra, la justicia belga nunca dejó de reclamarlo. Pero Degrelle tenía un buen protector en España: Girón de Velasco. Tras amerizar gravemente herido en San Sebastián, Girón le procuró médico y cobijo. España denegó su extradición reiteradamente, le protegió montando una falsa fuga y llegó a concederle nacionalidad y nombre español: José León Ramírez Reina.
Durante un tiempo, encontró cobijo en una cabaña de pescadores en Torremolinos, luego en Fuengirola y Benalmádena, hasta trasladarse a una finca de Constantina, un pequeño pueblo de la Sierra Norte de Sevilla. Degrelle alardeó de que Arias Navarro había ordenado protegerlo. “Vecinos de allí cuentan que siempre había una pareja de la Guardia Civil en la zona”, señala Portero. Hasta su muerte, Degrelle vivió entre Constantina, la Costa del Sol y Madrid, sin ocultar demasiado su ideología.
Un médico, un diplomático y un aventurero
Marbella aglutina algunos de los nazis más relevantes huidos en España. Allí se afincó Otto Remer, encargado de sofocar la Operación Valkiria, con la que algunos mandos militares pretendieron acabar con la vida de Hitler. La Audiencia Nacional denegó su extradición a Alemania porque no existía en España el delito de negacionismo del Holocausto. O Aribert Heim, apodado Doctor Muerte. Heim estuvo destinado en la enfermería de Mauthausen, donde destacó por su crueldad extrema. Por ejemplo, aplicó inyecciones de benceno a prisioneros, muchos de ellos republicanos españoles. Tras lograr la protección de Nasser en Egipto, huyó a Uruguay tras ser detectado por el Mossad, y de ahí a la Costa del Sol. Localizado por un comisario alemán, huyó para siempre cuando iba a ser detenido en Marbella.
Otto Skorzeny, Caracortada, tampoco era un cualquiera: especialista en operaciones especiales de las Waffen-SS, Hitler le encomendó personalmente la Operación Roble, que concluyó con el rescate de Benito Mussolini en el Gran Sasso. Tras escapar de los aliados, huyó a España, donde fue pieza clave de la organización Odessa que dio soporte a los nazis fugados y fundó CEDADE, una organización que sirvió de germen e inspiración a futuros grupúsculos neonazis. Aunque tuvo su vivienda principal en Madrid, pasó temporadas en un chalet que adquirió en Marbella.
Algunos de ellos se convirtieron incluso en personajes respetados. Los Hohenlohe fueron determinantes en el despegue del turismo de élite de la Costa del Sol. Hans Hoffmann, cariñosamente conocido como Juanito, fue cónsul honorario de Alemania en Málaga, sin que aparentemente nadie diera importancia al importante papel que jugó (como traductor para Hitler) en reuniones de altísimo nivel.
Hoffman fue de los primeros en subirse al carro del negocio inmobiliario en la Costa del Sol. En 2004, su apellido volvió a los medios: su hijo fue condenado en la Operación Malaya contra la corrupción inmobiliaria. Antes de entrar en prisión, huyó y hoy sigue en paradero desconocido. Su padre dio nombre incluso a un colegio de Ojén, hasta que se reveló que su nombre figuraba en la lista de 104 agentes nazis reclamados por los aliados y cobijados en España. “Nunca he tenido que disfrazarme, esconderme o cambiar de personalidad”, le contestó a José María Irujo, el periodista de El País que reveló la lista de 104: “¿Usted cree que si hubiera habido algo de esto me habrían nombrado cónsul general?”.
La lista de los 104
La publicación de la lista, en 1997, produjo un pequeño escándalo, pero poco más. Durante el franquismo, los nazis huidos en España contaron con el apoyo más o menos explícito del régimen. La presión de los aliados decayó con la Guerra Fría. Y para cuando llegó la democracia, muchos ya habían fallecido o nadie se acordaba de ellos. “La democracia no hace nada, porque nadie demanda nada. El tema solo se retoma cuando algún hecho novedoso, por algún hecho colateral”, comenta Portero.
Sin embargo, su presencia fue un caballo de Troya en el que se introdujeron ideas antisemitas en el país. Gerd Honsik se vanagloriaba de haber imprimido desde Barcelona 80000 ejemplares de su obra. Degrelle pronunció conferencias y no tuvo problemas en publicar sus memorias. Personalidades con pasado nazi visitaban con frecuencia a sus colegas en España. Erik Norling, amigo de Degrelle, calculó que unos 15000 simpatizantes del nazismo pudieron visitarle o escuchar sus mítines en estos años.
“Que en España tuvieran la facilidad para vender su ideología durante el franquismo y posteriormente sin excesivas complicaciones, con la publicación, difusión de actos, entrevistas, libros de ideología nazi para todo el mundo, es el germen de grupúsculos y partidos políticos que nacen en España y van evolucionando hacia lo que puede haber ahora”, concluye Portero. Muchos nazis introducían la semilla de sus ideas en la sociedad española mientras vivían su retiro dorado a pleno sol.