Ha tenido que pasar un mes y medio desde que empezara a arder para que la Junta de Andalucía pudiera declarar oficialmente extinguido el incendio de Sierra Bermeja (Málaga) y ofrecer un balance de daños: al fallecimiento de un trabajador de INFOCA deben sumarse 8401 hectáreas afectadas en siete municipios, de las cuales 7664 son de superficie forestal. La cifra rebaja en más de mil hectáreas las últimas estimaciones de la propia administración. Además, esconde varios interrogantes: ¿están todas esas hectáreas afectadas por igual? Y una que preocupa especialmente a los ambientalistas: ¿cómo ha afectado el desastre a los pinsapos, una especie en peligro de extinción, endémica e incapaz de rebrotar?
La respuesta a esta pregunta todavía es incompleta, pero de momento muestra las diferencias entre la Plataforma Sierra Bermeja, que lleva años pidiendo su protección como parque nacional, y la Junta de Andalucía. La plataforma estima que se han quemado al menos mil pinsapos. La administración, por boca de José Antonio Víquez (delegado territorial de Desarrollo Sostenible) la acusó de exagerar e incluso de dar datos falsos. “Allí ha ardido aproximadamente un diez por ciento del pinsapar de la zona de Sierra Bermeja”, dijo el delegado en Onda Cero.
La plataforma le invitó entonces a acompañarle a la zona y sugirió que la administración trataba de “rehuir” sus responsabilidades por la gestión “nefasta” de Sierra Bermeja. La Consejería de Desarrollo Sostenible no ha respondido a la pregunta de si dispone de cifras exactas o estimaciones, o de cuándo las tendrá. “La Junta ha hablado de porcentajes, sin darse cuenta de que es inexacto. ¿Cuántos pinsapos había antes del incendio? No lo sabemos”, explica Andrés Pérez Latorre, profesor titular de Botánica de la Universidad de Málaga, profundo conocedor de una zona que está volviendo a recorrer estos días a inventariar los daños y observar los primeros atisbos de regeneración.
“El fuego quema hacia arriba más que de recula, por las corrientes de convección. Los Reales están en el pico de arriba. Todo aquello repoblado de pinos alrededor, ¿ha defendido el pinsapar?”, se cuestiona Iván Casero, vicepresidente de Fundación Savia, que recuerda que, en los estadios iniciales, el pinsapo crece a la sombra de los pinos, especialmente combustibles.
“Desde la plataforma apreciamos que desde el principio se ha querido trasladar que no se había quemado. Es cierto que una parte se ha salvado, pero otra está afectada. Todo el contorno. No debemos rehuir la catástrofe del pinsapar”, añade Javier Martos.
Al menos 754 pinsapos calcinados
Por ahora, la plataforma no tiene cifras definitivas de un incendio al que la propia administración catalogó como “de sexta generación”. “Estamos haciendo una serie de estudios, parciales todavía, pero hace falta tiempo y un estudio de investigación completo”, dice el académico. Sin embargo, sí puede dar una cifra mínima concreta, porque ha recorrido parte de lo quemado realizando un conteo. En el Paseo de los Pinsapos, un sendero de algo más de 500 metros que lleva al pinsapar principal, realizó un transecto a izquierda y derecha y contó 694 pinsapos quemados. Luego, llegó a la cumbre de Los Reales, donde está el gran pinsapar de unas 53 hectáreas de extensión. Alrededor del hito geodésico geolocalizó y fotografió 60 pinsapos quemados más.
Esto contradice la tesis sostenida desde el comienzo por la administración, que hizo de la protección de Los Reales uno de sus grandes objetivos durante el incendio. “Es verdad que la masa principal parece que se ha salvado. Digo parece porque solo la hemos observado desde el exterior, haría falta un vuelo de dron. El problema es la masa periférica, y esa se ha quemado”, dice el profesor.
En total, ha contado 754. “Pero hay más, porque se trata de dos sitios puntuales”. De ahí que la plataforma sostenga que el total superará los mil. Hay tres o cuatro zonas que aún no han visitado.
Pinsapos de 300 años
Determinar con precisión cuántos pinsapos se quemaron es una tarea salpicada de dificultades. Por un lado, falta una cifra precisa de cuántos había antes del incendio. La catalogación parte de una altura mínima, y el pinsapo es un abeto de crecimiento muy lento. En veinte años podría no levantar un metro. Esto también dificulta distinguirlos de otras especies. Además, está la dificultad de acceder a determinadas zonas. “No es recomendable pisar el suelo quemado. Si predicamos que hay que dejar que se recupere el suelo, no vamos a entrar a pisotear para hacer un recuento”, señala Pablo Aragón, miembro de la plataforma y un habitual de la sierra.
En todo caso, está claro que el golpe para la especie será duro. Algunos de los ejemplares quemados tenían 300 años. El pinsapo es una reliquia de la era terciaria, y que en Sierra Bermeja tiene la particularidad de levantarse sobre sobre peridotita, una roca tóxica para cualquier otra especie. A diferencia de otros árboles, como el pino o el alcornoque, el pinsapo no tiene ninguna estrategia de supervivencia al fuego. “Con que se chamusque un poco en la copa, aunque le queden ramas verdes, su crecimiento degenera hasta que muere”, advierte Pérez Latorre.
“Además, ¿cómo les va a afectar en los años que vienen este episodio de calor que han pasado?”, se pregunta Javier Martos. Han pasado por un estrés calorífico muy intenso, cuando lo que necesitan es frío y humedad. Aunque sobrevivan, esto podría debilitarlos para combatir plagas o enfermedades.
La Junta de Andalucía rebaja la superficie afectada
Además de conocer la afección a los pinsapos, falta también determinar exactamente el grado de afectación de cada zona. La Junta de Andalucía dice ahora que hay 8.401 hectáreas “afectadas”, una cifra inferior a las 9581 hectáreas que manejó hasta pocos días antes de declarar la extinción, y también de las 9731,46 de la estimación provisional de la plataforma, realizada de forma indirecta a partir de la actividad fotosintética de la masa arbórea que reflejan los datos satelitales, como se puede consultar en su web.
En el lenguaje técnico, la superficie afectada son las hectáreas “recorridas por el fuego”, pero este concepto no distingue realidades dispares. Basta un paseo por el lugar para comprobar que junto a zonas reducidas a cenizas hay extensiones que amarillean. Dentro del perímetro hay zonas calcinadas, otras por las que el fuego pasó en una sola racha o otras casi sin afectación.
Los cálculos de afectación se realizan a golpe de vuelo de avión. “Se recorre el perímetro y se registra con un GPS en el ordenador a bordo de un avión ligero o helicóptero”, ilustra Francisco Salas, el creador del Plan Infoca y pionero en este tipo de conteo. Alcornoques, robles o quejigos podrían rebrotar de manera natural si no han ardido sus raíces. En cambio, los pinos quemados suelen talarse. Por eso, para saber exactamente qué es irrecuperable y qué no, hará falta un trabajo en superficie.
Ignacio Pérez-Soba, Decano del Colegio Oficial de Ingenieros de Montes en Aragón, advierte del riesgo de no retirar rápidamente la madera quemada. “Si se abandona para que se pudra en el monte, puede servir de zona de expansión de insectos perforadores, que podrían trasladarse luego a la masa sana”. Además, algunas especies tienen dificultad para rebrotar si parte del árbol está quemado.
En función de la afectación de cada árbol, la Junta de Andalucía autorizará o no su tala, y la madera resultante se venderá por su dueño. En este caso, los propios municipios. Según los datos oficiales, hay afectadas 4.209 hectáreas de Estepona (el 43,9% del total), seguido de Jubrique (1.610 hectáreas, 16,8%) y Genalguacil, con 1.459 hectáreas (15,2%).
El riesgo del olvido
La Junta de Andalucía ha anunciado una partida de 4,6 millones para operaciones de emergencia. Quiere reducir el riesgo de escorrentías por la pérdida de cubierta vegetal, arreglar caminos, limpiar accesos y evitar accidentes por la caída de árboles calcinados. Estas actuaciones se concentrarán en terrenos forestales de titularidad pública, aunque las realizarán empresas privadas. La Consejería entiende que así “contribuirá a la creación de empleo y riqueza” en la comarca, muy afectada por la despoblación. Además, explica que de esta forma se podrán ejecutar “multitud de actuaciones en paralelo y reducir el plazo de ejecución al mínimo”.
Tras las obras de emergencia, vendrán teóricamente las “urgentes” y luego las actuaciones a medio y largo plazo, en cuyo diseño deben trabajar un foro de participación social (con municipios, diputación, entidades colegiales, ecologistas, organizaciones agrarias y grupos políticos) y un comité científico, ya constituidos.
Dicen los que saben de incendios que una vez realizado lo urgente, empieza lo difícil. “Lo que se necesita para una verdadera restauración es una labor continua de supervisión y evaluación. A veces, durante bastantes años”, comenta Pérez-Soba. “Cuando se produce el incendio se promete el oro y el moro y no hay problema con la urgencia. Pero a medio y largo plazo y el seguimiento, el incendio se va olvidando, surgen otros incendios y otras urgencias”. El reto es prestar atención a un monte que pasa, de un día para otro, de la primera plana al olvido.