Málaga sumó ayer a la ola feminista con una manifestación que reunió a más de 17.000 personas, según la Policía. Entre cánticos, pancartas más o menos afiladas, más o menos duras (las referencias a las mujeres asesinadas) y más o menos ingeniosas (“Soy mujer y me gusta meterme en un pogo”), había muchos niños y niñas correteando, mayores y jóvenes, y muchas parejas que acudieron juntos a proclamar que ellas, por ser mujeres, aún sufren discriminación.
El ambiente era festivo, pero también de profunda conciencia de estar reivindicando algo que es justo. Esa conciencia se transmite. Mónica (40 años) y Nacho (37) han venido con Camilo, su hijo de tres años. “Vengo sobre todo para qué él [señala a Camilo] viva esta lucha. Es su primera manifestación y se tiene que empapar de esto”, explica ella. Mónica dice que no concibe su día a día sin ser feminista. “Es un acto diario. Creo que lo privado es político, y las decisiones que tomamos en casa, como elegir colegio, también son actos políticos”.
Mónica vino sola el año pasado. Sentía que era su lucha. Pero este año que el crío es mayor, decidieron venir los tres. Además, dice que esta vez hay “más rabia”. A su lado, Nacho asiente. “Hay que mojarse siempre”. “La gente en contra de esto ha perdido el miedo a decirlo”, añade. A veces, ella siente que la palabra feminista le viene grande, por el peso de una desigualdad que sufre la mitad del mundo. “Me volví más consciente cuando fui madre. Te encuentras con muchos muros, y lo veo también con sus amigas”. A veces, analizan cómo de forma inconsciente, ella adopta el papel principal en la crianza. Por eso, Nacho cambió su trabajo. “Para poder estar los tres”.
Toñi (55 años) y Antonio (60) llevan, igual que su hija Sara, tres cartones colgados del cuerpo, en los que se leen los logros de las luchas feministas. “Si eres mujer y puedes divorciarte, agradéceselo a una feminista”. “Si eres mujer y puedes denunciar acoso sexual, agradéceselo a una feminista”. “Si eres mujer y puedes votar…”.
Han venido juntos para reivindicar la igualdad, dicen, y entonces su hija Sara se lanza a hablar y pone un ejemplo definitivo de por qué a ella, pediatra, 30 años, le parece que aún queda mucho por lo que luchar: “Mira, el otro día estuve en un congreso de investigación pediátrica. Pues de 13 ponentes que había, sólo una era mujer”. Y eso que la medicina en general, y la pediatría en particular, son carreras con mucha presencia femenina. “Claro, pero para ser alguien en investigación lo tenemos muy difícil”, señala, antes de aludir a los techos de cristal y a las dificultades que tienen las mujeres para dedicar tiempo a investigar.
Los tres creen que se ha avanzado en los últimos años, pero durante un tiempo Toñi echó en falta la energía de la juventud, que estaba como “dormida”. “Creían que todo les venía dado”, dice. Ahora sí ve fuerza en la protesta, en parte porque hay quien quiere retroceder. Toñi cuenta entonces una anécdota. Hace 22 años, cuando nació una de sus hijas, fue Antonio quien cogió el permiso de lactancia. “En el trabajo se reían de él: ”¡Ah, ya le vas a dar la teta!“. Casi nadie sabía que también podía pedirlo el hombre”.
Pepe (69) y Paqui (64) también han venido con su hija, Esther (30), que a su vez está con su pareja. Paqui luce un vistoso pelo violeta, y dice que no es por la protesta, sino que siempre lo lleva así. Son gente luchadora, dice Pepe, que los lunes no falta a la protesta de los jubilados ante el ayuntamiento de Málaga. “Yo las animo a que peleen”, dice. Esther ha observado un repunte del machismo en los últimos tiempos, y como Paqui, cree que hay una amenaza de retroceso si no se ofrece resistencia.
“Es que la única manera de avanzar es estar en la calle”, dice Pilar (57 años), que está con Javier (60). “Hay que hacerlo por las madres, las hijas y las posibles nietas”, comenta. Pilar cree que el auge de Vox es una desgracia, pero a su vez ha producido el efecto reconfortante de movilizar a mucha gente. Aunque Javier matiza: “Yo creo que esto será un éxito cuando estemos al 50%”. A ojo (“es muy buen estadístico”), Javier cree que los hombres no superan el 25% de los manifestantes.
Para Laura (23 años) y Fran (25), en esta lucha deben participar todos. “No sólo por las mujeres, sino también para los hombres, que deben defender los derechos de todos”, dice Laura, que lamenta que algunos vean la lucha feminista como “algo extremista”, y jóvenes “que creen que se necesita volver al pasado”. “Entre mis amigos no, pero hay bastante machismo en chavales de 18 o menores. No sé si es por la edad”, concluye Fran. El mismo machismo que Carmen, que ha venido con Martín, observa en las redes sociales. “En seguida protestan: ”Que si ya están las feministas…“.
Pasadas las nueve de la noche, la riada deja atrás la Plaza de la Marina, donde estaba previsto que terminase la marcha, y sube por calle Larios. Hay que seguir reivindicando. Muchas no se explicaban el inusual recorrido diseñado en esta ocasión por el ayuntamiento. En lugar de recorrer el centro histórico, la Policía ha desviado la manifestación por el Paseo de los Curas hacia la Malagueta. Así ha evitado el inconveniente de las obras de la Alameda Principal. También ha evitado el paso por las calles más transitadas, que de un tiempo a esta parte están tomadas por las mesas y sillas de decenas de bares y terrazas.
Sin embargo, al filo de las nueve y media, cientos de manifestantes han decidido que la calle Larios, por donde no estaba previsto que pasaran, bien merece una ración de conciencia feminista. “Este es nuestro recorrido”, jalean, hasta llegar a la Plaza de la Constitución. Mientras, en la plaza de la Marina, otras atienden al cierre oficial, que ha quedado algo descolorido porque la marcha sigue algo más arriba: “Seguiremos juntas hasta conseguir el mundo que queremos”.