Sergio Banderas dice que su trabajo se distingue porque le pone dos ingredientes indispensables: pasión y motivación. “Si un profesor va con eso, lo demás está ya hecho”, comenta. En las últimas semanas ha recibido cientos de felicitaciones y realizado decenas de entrevistas, todo a cuenta de un premio, el Educa Abanca, que lo distingue como mejor docente de Formación Profesional de España. Es otro premio más para este malagueño de 43 años, que ya tiene un buen puñado de galardones colectivos a cuenta de Las Históricas Aventuras de Daniela, el videojuego educativo que diseñó con sus alumnos y con niños de un colegio rural, del que hablamos en eldiario.es/Andalucía. El último, el Giner de los Ríos a la mejora de la calidad educativa, otorgado por el Ministerio de Educación.
Banderas llegó a la educación pública un poco por casualidad. Después de algunos años trabajando como programador informático en varias empresas, un día se dio cuenta de que aquel trabajo, estresante y mal remunerado, no era lo suyo: “Afortunadamente me quemaron en la privada. Ahora cada día estoy más motivado, vengo al trabajo ilusionado”.
Sin embargo, no reniega de su experiencia previa porque cree que es parte esencial de su perfil docente, muy útil para dar clase en Formación Profesional. Su paso por la empresa le sirve para sostener un discurso moderadamente crítico con algunas patologías de la enseñanza pública. Aquí va un ejemplo: “Todo el mundo cobra igual haga o no haga. Si se atañe a sus clases, no hace nada extra y su clase es lo que dice la programación, está igual de valorado por la administración que quien está en mil proyectos. Por eso hay quien dice –no la mayoría–: '¿Yo para qué lo voy a hacer?'”.
Todos hemos tenido profesores que transmiten a los alumnos la pasión por su materia y profesores apáticos que, como mucho, aspiran a cumplir el expediente. Para Banderas, el sistema no debería ponerlos al mismo nivel.
Un centro en pleno Parque Tecnológico
Sergio Banderas imparte sus clases de desarrollo de aplicaciones en el Parque Tecnológico de Málaga. Los alumnos estudian en un entorno profesional, rodeados de empresas punteras. Una gran ventaja: “No es lo mismo un alumno en grado superior que está en el parque tecnológico que en un pasillo con niños de 12 años”.
El reverso de esta situación es que lleva demasiado tiempo “en la cuerda floja”. Hace ya 15 años que el Instituto Campanillas disfruta de esas aulas a préstamo gracias, sobre todo, a la apuesta del PTA. “Llevamos muchos años peleando por tener aquí un edificio o algo fijo. Ahora cada año hay que renovar el alquiler. Todo depende de una firma anual”. Por eso, ha aprovechado la popularidad de estos días para pedir a Javier Imbroda, consejero de Educación, un edificio propio en el PTA que albergue un centro integrado de especialidad en informática y electrónica. “Necesitamos inversión”, dice.
Además, el espacio se les queda pequeño. En las cuatro especialidades (dos de grado medio y dos de superior) estudian unos 200 alumnos. Unos 150 se quedan fuera cada año y muchos acaban en la enseñanza privada, con un coste aproximado de unos 3.000 euros al año. “No todo el mundo se lo puede permitir. No tengo nada en contra del sector privado, pero como defensor de la FP pública, cuando hay una necesidad en lo público no puede crecer más lo privado”.
El estigma de la FP
La FP sigue arrastrando el estigma ante quienes la ven como la opción subsidiaria de la universidad. Para Banderas, es mucho más que eso. “Las empresas tienen claro que es una opción muy válida, porque necesitan personal trabajador, cualificado, profesional y con práctica y lo encuentran en la FP. Nos reclaman alumnos y los contratan. Esto es otra opción igual de válida, no la opción B, pero todavía en Primaria y Secundaria se orienta mucho hacia la universidad”, lamenta.
Sin embargo, algo está cambiando. Hay universitarios que se acercan a la FP para integrarse en el mundo laboral y a nuevas salidas profesionales de alta cualificación alejadas del estereotipo de “carpinteros” y “albañiles”. Con todo, Banderas pide cariño institucional: “Lo primero es hacer una publicidad fuerte, que no se ha hecho nunca. La universidad tiene publicidad por todos sitios. Al menos estos premios están sirviendo para que se hable bien de la FP”.
Se puede ser profesor sin vocación, pero Banderas dice que entonces todo se le haría muy cuesta arriba: “Esta profesión tiene unas posibilidades increíbles, y si eso no lo valoras… es muy triste”.