El joven director Juanma Suárez ha dedicado su última película a uno de los gigantes de la guitarra flamenca. Gracias a su trabajo, Manolo Sanlúcar, el legado, ha logrado del Premio Imagenera otorgado por el Centro de Estudios Andaluces. Sin embargo, más allá del boceto biográfico al uso, la cinta quiere explorar los aspectos más desconocidos del modo de ser del maestro gaditano, así como desentrañar las claves de su personalísima filosofía vital. El Festival de Cine Europeo de Sevilla (Seff) fue el marco de su estreno.
Todo empezó cuando el productor Enrique Guzmán se tropezó con El alma compartida, un libro de memorias de Manolo Sanlúcar. Entonces le propuso a Juanma Suárez “una película en la que pudiéramos hablar con él de todo, política, música, llevar el espíritu de ese libro a la pantalla. Porque no había nada así en el mercado audiovisual”, afirma. “Ha sido un lujo y un descubrimiento. Es muy conocido como guitarrista, pero no se conoce a la persona, todas sus demás inquietudes”.
Manolo Sanlúcar, consecuente
“A Manolo lo conocí hace tiempo, es amigo de mi familia, pero nunca había tenido la ocasión de estar tan cerca ni de compartir experiencias con él. Cuando le propusimos el proyecto le pareció una buena idea, y yo sentí su visto bueno como un regalo”, recuerda el director. “Su obra es mundialmente conocida, pero yo quería hacer un retrato de la parte menos conocida de su personalidad, tan grande o mayor que la parte profesional. Manolo Sanlúcar es una persona profundamente consecuente con su arte, alguien que ha sido un trabajador toda su vida. Él mismo dice que el talento te lo da dios, alguien que te toca con la varita, pero lo interesante es ver qué haces tú con ese don. Él supo siempre que tenía que trabajar de diez a doce horas diarias, vivir como un monje, dedicado a su arte y su música”.
De hecho, Sanlúcar acapara el protagonismo del filme al demostrar que no sólo es capaz de hacer maravillas con las seis cuerdas, sino también reflexionar en torno al toque y el flamenco en general. Es por eso que Suárez no duda en señalar que “Manolo no es solo un guitarrista, es un filósofo. Tiene una cultura extensísima, vastísima. Dice: yo tengo que entender lo que estoy haciendo, no puedo remitirme sólo al pellizco. Ha estudiado mucho, quiere explicar el flamenco desde ahí, poner lo jondo al mismo nivel que cualquier otra de las grandes músicas”.
El costado docente de Manolo
En esta línea, la cinta pone la atención en el costado docente de Manolo Sanlúcar, que aparece como una extrema muestra de generosidad hacia alumnos de todas partes del mundo. “Es una faceta súper importante de su vida”, subraya el director. “Manolo no se puede entender de una manera simplista, porque no es una persona simple. Su cultura es fruto de donde nace, de lo que le han transmitido sus mayores. Y tiene tanta conciencia de ello, que una de las maneras de corresponder a todo eso es ser coherente y querer transmitirlo. En un momento confiesa que quiere devolver al flamenco un poquito de lo que le ha dado. Se lleva a sus alumnos a su casa, y Ana, su mujer, los trata como si fueran de la familia. Practican la transmisión por ósmosis: no solo de conceptos musicales, sino toda la grandeza de una cultura, más allá incluso del flamenco”, agrega.
El recorrido por toda la peripecia profesional de Manolo Sanlúcar llega hasta el momento de su sorpresiva renuncia a seguir actuando, para volcarse en la monumental tarea de escribir una enciclopedia del flamenco. “Esa necesidad que se echa sobre los hombros le lleva a querer poner orden en las músicas flamencas, y para ello se pone a bucear en todo, habla de Andalucía, de su historia, y de cómo de ese devenir surge el flamenco. Deja la guitarra por eso: no se puede escribir y estar tocando al máximo nivel al mismo tiempo”, comenta Suárez.
Invitados y ausentes
Entre los invitados que prestan su testimonio en la película figuran Juan Manuel Suárez Japón –padre de Juanma Suárez– o José María Veláquez-Gaztelu, así como la hermana del guitarrista, “que tiene un discurso precioso, lleno de solvencia y parsimonia”, dice el director, o su esposa, “la persona que siempre ha estado tirando de él y conectándolo con lo terrenal”. Una de las ausencias más notables es en cambio la de Isidro Sanlúcar, el hermano de Manolo, guitarrista y productor notabilísimo, que finalmente no pudo estar en el rodaje.
Un dato curioso: el nombre de Paco de Lucía, el otro titán de la guitarra flamenca, no aparece sino hasta el minuto 40, y de pasada. ¿Un nombre tabú? “No, no he tenido ningún tipo de tabúes a la hora de hacer el retrato de Manolo”, asegura Suárez. “Quería centrarme en él, y por supuesto tangencialmente aparecen otros músicos. En concreto con Paco de Lucía eran muy amigos, han compartido un montón de historias juntos, Manolo es incluso el padrino de su hijo Curro. Y cuando murió Paco, lo pasó fatal. De modo que no había ánimo de hacer comparaciones ni nada de eso: si algo define a los grandes artistas, es que son incomparables”.
Después de este afortunado debut, Suárez continúa dando forma a futuros desafíos. “Con mi productora tenemos ahora varios proyectos, cosas sembradas para que salgan poco a poco. Uno de ellos sigue en esa línea de ahondar en la cultura y el flamenco, pero también tengo en mente un par de largos de ficción. Sé que es complicado, pero ahí estamos”, concluye.