Alicia Puleo (Buenos Aires, 1952), catedrática de Filosofía de la Universidad de Valladolid y directora de la Colección Feminismos de la editorial Cátedra, es la madre un ecofeminismo crítico y no esencialista. Su mirada se centra en la relación que existe entre el género y la crisis ambiental y en hacer de puente entre el ecologismo y el feminismo.
La filósofa feminista ha sido invitada a pronunciar la conferencia inaugural del XII Congreso Andaluz de Filosofía, celebrado en la capital andaluza este pasado fin de semana bajo el título ‘Filosofía, Mujeres y Naturaleza’, donde ha desgranado parte del pensamiento que la convierte en una de las figuras intelectuales claves del feminismo español.
¿Qué relación existe entre la Filosofía, la naturaleza y las mujeres?
Podríamos decir que hay dos tipos de relaciones. Una historia de la filosofía en la que las mujeres han sido pensadas más cercanas a la naturaleza que los varones. Y un presente, de algunas décadas ya, en que surge una forma de pensamiento, llamado ecofeminismo, que analiza las relaciones de dominación sobre la naturaleza y las mujeres como relaciones vinculadas y que, a través de un análisis, se pueden llegar a desmontar.
Hay feministas muy críticas con el ecofeminismo porque alertan de que retrotrae a las mujeres a una construcción biológica, al esencialismo naturalista.
En algunas formas de ecofeminismo, lo que se puede llamar ecofeminismo esencialista, que insistía en la cercanía de las mujeres con la naturaleza, por diferencias innatas y no construidas culturalmente, sí que existe ese riesgo. Desde otras posiciones ecofeministas, en las que yo me sitúo, que son constructivistas, que analiza cómo la cultura construye las identidades de género, no habría ese problema esencialista.
¿Existe el riesgo de que el ecofeminismo sea usado para resituar a las mujeres en papeles opresivos de donde han escapado?
Sí, hay algunas tendencias del ecologismo que están manteniendo un discurso de vuelta a los roles tradicionales en nombre, precisamente, de la defensa de la naturaleza. La conclusión que sacan es que las mujeres juegan un papel de usar y tirar y que tienen que volver al hogar. Por otro lado, curiosamente, mistifican mucho la maternidad y la reproducción, olvidando que el ecologismo, en sus orígenes, tenía una gran preocupación por la sobrepoblación. Entonces, sí, ciertas tendencias del ecologismo están mistificando a la mujer-madre cuando, en realidad, el ecologismo desde el principio se planteó que la humanidad no puede reproducirse tanto. Es curioso ese giro hacia un ecologismo muy conservador, que no conservacionista.
¿A qué se debe a esa vuelta de ciertas tendencias feministas y ecologistas hacia un conservadurismo mistificador de la maternidad?
No son planteamientos feministas, para nada. El feminismo en ese discurso ecologista conservador es el gran enemigo porque, según dicen, estaría llevando a la sociedad a su esterilización. Esas tendencias de ecologismo conservador no son feministas.
¿Existe alguna vinculación entre la igualdad de género y la ética ambiental?
Por un lado, las mujeres, sobre todos las pobres, son las primeras víctimas de la destrucción medioambiental. En los países empobrecidos son las que dependen directamente del medio ambiente y, por lo tanto, su destrucción les afecta en su vida cotidiana. Si tienen que recoger leña y se ha talado el bosque, tendrán que caminar kilómetros para calentar el hogar. Son las primeras en sufrir las consecuencias de las fumigaciones intensivas. Ellas y sus hijas e hijos. Las mujeres, en muchos sitios del planeta, están siendo también protagonistas en los movimientos de defensa del medio ambiente. Las mujeres son víctimas directas del cambio climático, pero también son vanguardia en la lucha contra el deterioro ambiental.
¿Es el movimiento feminista consciente de la crisis ambiental que vivimos?
Yo creo que hace falta trabajar la relación entre feminismo y ecologismo porque no se puede decir ni que el feminismo sea ecologista, ni que el ecologismo sea feminista. Es una tarea muy larga y en eso estamos, el ecofeminismo trata de hacer ese puente.
Aseguras que en nuestras sociedades tiene más valor ético el odio que la filantropía y que urge valorizar una ética del cuidado que feminice la ética, ¿qué quieres decir?
Me refiero a que en la Filosofía de Kant hay una desvalorización clara de los sentimientos, de las personas que actúan por sentimientos éticos. Porque, para Kant, la acción ética solamente tiene valor si no están movidas por los sentimientos, por las emociones, porque las emociones son nuestra parte irracional, animal. Hay una tradición, que viene del estoicismo, en que lo emocional es negativo, es lo bajo, las pasiones, lo débil de nuestra constitución y ha de ser dominado por la razón, que te dice qué es lo que debes hacer. Por eso, se ha considerado durante mucho tiempo que las mujeres no podían ser jueces porque, se decía, se guiarían por el sentimiento y no por el sano juicio. Esto cambia en la década de los 80, donde pensadoras como
Nel Noddings van a criticar esa desvaloración de las emociones y resaltan una ética del cuidado, donde sostienen que actuamos éticamente no sólo por razón, sino también por sentimientos.
Afirmas también que estamos asistiendo a un cambio de paradigma de la masculinidad que traerá una revolución esperanzadora.
El feminismo ha terminado trayendo un cuestionamiento de las identidades del conjunto de la sociedad, no sólo de las mujeres. La entrada de los hombres en lo privado y en lo afectivo empieza a darse, fruto del feminismo y, con respeto a la naturaleza, me parece un signo de esta nueva masculinidad la cantidad de jóvenes que están entrando en movimientos de defensa de los animales, contra la crueldad. Estos eran movimientos muy feminizado y hoy vemos a muchos hombres entrando en ellos.
Hay quienes dicen que la ultraderecha se ha vinculado también con el animalismo.
Yo no lo veo así. Es una forma de ataque que ha sufrido el animalismo. Se dice: ¡Es que Hitler era animalista! Mentira, Hitler ni era vegetariano, ni era animalista. Es una forma de estigmatizar.
Sostienes que vivimos en un tiempo histórico llamado antropoceno. ¿Qué tiempo histórico es este?
Es una denominación que han acuñado científicos dedicados a la observación del clima y que consideran que es una nueva era geológica, en la medida que los grandes cambios no los produce sólo la tierra, sino el ser humano sobre la tierra y a través de la tecnología. Algunos sitúan el comienzo del antropoceno en el inicio de la revolución industrial, otros lo sitúan en el siglo XX. Hay quienes han hecho una crítica al concepto de antropoceno, porque dicen que debería llamarse algo así como capitaloceno porque afirman que existen razones económicas que están llevándonos a la catástrofe: la explotación intensiva, las técnicas agresivas, el poco respeto al medio ambiente. Estos críticos sostienen que el término antropoceno no visibiliza este origen económico. Yo pienso que el término antropoceno es acertado porque es cierto que hay elementos importantes económicos, pero también es verdad que, desde un punto de vista filosófico, se deriva de una visión antropocéntrica, en la que sólo el ser humano tiene valor.
¿Tiene el cambio climático una huella de género?
Hay estudios estadísticos que dicen que las mujeres tienen menos huella ecológica que los varones; no porque sean mejores, sino porque se desplazan más en transporte público, realizan labores que tienen una incidencia menor en el medio ambiente. En este sentido, vemos que hay una relación entre género y medio ambiente. Una de las definiciones de varón, del sociólogo valenciano Josep Vincent Marqués, es que ser varón es ser importante. Entonces, si la consigna del varón es ser importante, hay cosas que el varón tiende a hacer porque tiene una consigna que no tienen las mujeres. Así, tiene que comprarse el coche más lujoso, que contamina más, porque tiene que ser importante. Son estas consignas de la masculinidad las que inciden negativamente en la contaminación. Por no hablar, por ejemplo, de actividades como la caza, con gran incidencia negativa en el medio ambiente, protagonizadas por los hombres.
¿Nos estamos tomando en serio la crisis ecológica?
Para nada. La crisis ecológica demanda acciones individuales y de los gobiernos. Hay gente que no recicla porque otros no lo hacen y la clase política no toma decisiones ecológicas porque no tiene rédito electoral inmediato. Luego creo que hay responsabilidad en los medios de comunicación. Tenemos un gran problema, porque la crisis ecológica es la gran crisis y la que explica todas las demás.
¿De qué salud goza la Filosofía?
Tiene que luchar contra toda una tendencia muy instrumental de la educación a nivel internacional, una visión muy corta de lo que es la formación y que cree que formar es enseñar a la gente a producir para el mercado. Para poder ser humano y tener una civilización se necesita una formación filosófica.
¿Por qué la guerra de los gobiernos contra la Filosofía?
La Filosofía puede servir como legitimación del orden existente y también puede ser y ha sido fuente de pensamiento alternativo y de horizontes distintos, de impugnación al orden establecido y trazar mundos emancipatorios por donde caminar.