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El aislamiento espléndido
Casi mil personalidades israelíes han firmado ya una petición dirigida a los Parlamentos europeos para que exijan a sus gobiernos reconocer el Estado de Palestina.
Tengo el honor de ser uno de los firmantes, entre los que hay también exministros y diputados, diplomáticos y generales, artistas y hombres de negocios, escritores y poetas, entre ellos los tres autores israelíes más destacados, Amos Oz, David Grossman y A. B. Yehoshua.
Estamos convencidos de que la independencia del pueblo palestino en un Estado propio, vecino al Estado de Israel, es la base para la paz y por ello es tan importante para los israelíes como lo es para los palestinos. Esto, por cierto, ha sido mi firme convicción siempre, desde la guerra de 1948.
La extrema derecha, que ha gobernado Israel en los últimos años, cree lo contrario. Dado que pretende convertir todo el área entre el Mar Mediterráneo y el río Jordán en el “Estado-Nación del pueblo judío”, rechaza completamente el establecimiento de un Estado palestino.
Éstas, pues, son las líneas del frente:
Un Estado palestino en Cisjordania y la Franja de Gaza, con Jerusalén Este como capital, un tratato de paz israelí-palestino, el fin de la ocupación, paz entre Israel y todo el mundo árabe y musulmán… o bien un Gran Israel, una ocupación o anexión continua, más asentamientos, limpieza étnica, guerra permanente.
Israel debe elegir.
El mundo también.
Últimamente, varios Parlamentos europeos han pedido a sus gobiernos que reconozcan el Estado de Palestina. Queremos fomentar este proceso.
El Parlamento portugués lo hizo el viernes pasado, siguiendo el ejemplo de los Parlamentos de Reino Unido, Irlanda, Francia y España. El Parlamento Europeo, una institución cuya influencia y poder están creciendo, también lo ha hecho.
Sólo se trata de recomendaciones. Pero el Gobierno de Suecia ya ha reconocido oficialmente el Estado de Palestina. Algunas mentes poco orientadas han asegurado que se trata del primer país de la Unión Europea que reconoce Palestina. Esto no es cierto para nada: Palestina ya cuenta con el reconocimiento de Bulgaria, Chipre, República Checa, Hungría, Malta, Polonia, Rumanía y Eslovaquia, todos países de la UE; además de haber sido reconocido por Albania, Azerbaiyán, Bielorrusia, Bosnia-Herzegovina, Georgia, Islandia, Montenegro, Rusia, Serbia, Turquía y Ucrania, países europeos que no forman parte de la Unión Europea.
Una lista bastante impresionante. Pero ¿importa?
La Declaración de la Independencia estadounidense subraya la importancia de un “respeto decente por la opinión de la humanidad”.
La declaración de la independencia israelí no incluye esta frase, pero toda su redacción muestra que es un intento de explicar sus objetivos al mundo y conseguir un reconocimiento diplomático de todos los países.
Sin embargo, David Ben Gurion, quien leyó la declaración en voz alta durante la reunión fundadora, anunció su doctrina poco después: “Lo que digan los goy (no judíos) no es importante; lo importante es lo que hacen los judíos”.
¿Es cierto esto? La opinión de la humanidad ¿no cuenta?
Quizás fuera cierto hace 150 años, cuando Benjamin Disraeli proclamó la política británica del “aislamiento espléndido”. Yo lo dudo. Incluso en aquella época, Gran Bretaña estaba profundamente involucrada en los asuntos europeos y mundiales.
Desde entonces, el mundo ha experimentado cambios enormes. Los gobiernos se han vuelto mucho más democráticos, la educación popular ha ensanchado la base de la opinión pública, unos medios de comunicación de las masas nunca antes soñados han promovido la transparencia; algunos hablan de la “aldea global”.
La opinión pública tiene un impacto enorme sobre los políticos en los países democráticos e incluso en las dictaduras. Cuando la opinión pública toma el liderazgo, los gobiernos le siguen antes o después. Los sentimientos públicos se convierten en la política gubernamental. Esto tiene consecuencias diplomáticas, económicas e incluso militares.
Naciones Unidas es el vehículo elegido para dar a conocer la “opinión de la humanidad”.
Tras fundarse como Estado, Israel luchó duramente para que se le aceptara en esta organización mundial. La declaración de independencia, que prometía democracia e igualdad para todos los habitantes del país, jugó un papel importante en esta batalla.
Sin embargo, Ben Gurion solía referirse a la ONU con el término ‘Um-Shmum’ (UM es el acrónimo hebreo de Naciones Unidas, y añadir las letras Shm- es el recurso para expresar desprecio en yídish).
Desde hace más de 40 años, este desprecio nunca se ha cuestionado. Los dirigentes israelíes se fían de que Estados Unidos bloqueará todas y cada una de las resoluciones del Consejo de Seguridad que a Israel no le gusten, sin importar su contenido. Si a la ONU se le pidiera respaldar los Diez Mandamientos en contra de los deseos de Israel, Estados Unidos lo vetaría.
Ahora, por primera vez en la historia de Naciones Unidas, esta espada de Damocles puede que desaparezca. Estados Unidos ha insinuado que tal vez no vetará una resolución del Consejo de Seguridad a la que el gobierno de Israel se opone con todas sus fuerzas.
¡Increíble! ¿Que no habrá veto de Estados Unidos? Eso es como decir que mañana, el sol no se levantará.
¿Y eso? ¿Qué ha ocurrido?
La respuesta más sencilla es que Barack Obama, como tanta gente, está harto de Binyamin Netanyahu. Nuestro primer ministro ha ido quemando sus barcos, pero ha quemado uno más de la cuenta.
Netanyahu ha humillado al presidente de Estados Unidos una y otra vez. Ha azuzado a los perros del AIPAC contra él. Y ha hecho lo peor que le puede hacer a un político: ha apoyado abiertamente a sus adversarios en las últimas dos campañas electorales.
El apoyo de nuestro primer ministro a Mitt Romney era, directamente, escandaloso. Siguiendo las órdenes de su propietario, el emperador de los casinos Sheldon Adelson, primitivo pero extremamente poderoso, Netanyahu hizo campaña a favor de Romney de forma abierta y sin cortarse en absoluto. A cambio, Adelson creó y financió el periódico Yisrael Hayom (‘Israel Hoy’), que se distribuye gratis y ahora es el diario con la mayor circulación del país. Su única política editorial es apoyar a Netanyahu pase lo que pase.
Durante las recientes elecciones parlamentarias de Estados Unidos, el AIPAC volvió a apoyar a los republicanos y les ayudó a convertir el Senado en un bastión anti-Obama.
Obama se quedó callado. Pero sería un ser sobrehumano si no estuviera planeando su venganza. Ya ha dado pasos, animando en secreto a los europeos a que continúen con sus esfuerzos diplomáticos a favor de Palestina. Ahora ha salido del armario: Estados Unidos ha anunciado que considera no vetar la próxima resolución.
Lo que está en debate es un borrador palestino que, si se adopta en el Consejo de Seguridad, establecería un límite de un año para conseguir un tratado de paz y uno de tres años para el fin de la ocupación y la creación de un Estado palestino en las fronteras de 1967. Para la derecha israelí, esto se asemeja al fin del mundo.
También está sobre la mesa un borrador de Francia que no va tan lejos, pero también establece un límite de dos años para las negociaciones de paz.
Estos textos habrían sido impensables hace tan solo un año. Muestra que Israel está cada vez más aislado.
A ningún político le gustan las rupturas radicales. Tras 41 años de apoyo ininterrumpido a Israel mediante el veto de Estados Unidos (y de nadie más, prácticamente), no emplear ese veto sería un paso revolucionario. Podría tener un impacto profundo en la política nacional estadounidense, y también en las próximas elecciones presidenciales. Podría dañar las posibilidades de Hillary Clinton (lo cual quizás sea una tentación añadidad para Obama).
También están en juego importantes intereses estratégicos de Estados Unidos. El mundo árabe puede estar sumido en el caos, pero sigue apoyando de forma unánimo la causa palestina en el ámbito diplomático. Estados Unidos necesita la participación árabe en la coalición que lucha contra el Estado Islámico (ex ISIL). Un veto antipalestino en esta coyuntura dañaría a todos los Gobiernos árabes que se inclinen por unirse a la coalición. Jordania, por ejemplo. Arabia Saudí. Egipto.
John Kerry, el pobre John Kerry, corre de un lado a otro para reunirse “con todo el mundo y con su mujer”, como decimos en slang hebreo chovinista, para encontrar una solución. Amenaza a Mahmoud Abbas con cortarle la financiación. Pero Abbas le cuenta, con mucha razón, que no tiene nada que perder: si no puede mostrar muy pronto algunos avances, es muy posible que Cisjordania explote y la Autoridad Palestina se desintegre.
Desesperado, Netanyahu fue a Roma para ver a Kerry en persona y tuvo una reunión tormentosa con él. Parece ser que Kerry no le prometió nada. Sa’eb Erekat, el negociador palestino, tuvo una reunión aún más tormentosa con Kerry, con gritos, puñetazos en la mesa y todo.
El expresidente Shimon Peres, que ya no está en el cargo pero sigue siendo un lameculos inveterado, se fue a ayudar a Netanyahu con los franceses. Apeló al ministro de Exteriores de Francia, Laurent Fabius (un judío converso) y le pidió no hacer daño a Netanyahu en la víspera de las elecciones.
Tzipi Livni ser olvidó que la acababan de echar del Gobierno y de que ahora es una dirigente de la oposición y llamó por teléfono a Kerry para apoyar a Netanyahu.
Kerry aceptó la idea. Pidió a todo el mundo hacer lo que pudieran para posponer el asunto hasta después de las elecciones israelíes.
¿Interferir en las elecciones internas de otro país? ¡Dios no lo quiera! ¿Quién puede siquiera en sueños pensar en algo tan ruin?
Sin embargo, todo lo que Estados Unidos hace o deja de hacer interfiere en nuestras elecciones.
Si usa su veto, está apoyando de forma directa y tajante la extrema derecha de Israel. Mostraría que Netanyahu siempre tuvo razón, que tenemos a Estados Unidos en el bote, que el aislamiento de Israel es un mito, que podemos continuar haciendo lo que estamos haciendo, con la ocupación, los asentamientos y todo.
Si Estados Unidos no emplea el veto y se adopta una resolución a favor de Palestina, a favor de la paz, esto demostraría que la izquierda tiene razón cuando asegura que la “opinión de la humanidad” sí cuenta, que el aislamiento de Israel, nada espléndido, ha alcanzado proporciones preocupantes y que se necesita urgentemente un cambio de gobierno y de política.
Esta semana, Obama lanzó una bomba internacional: tras 56 años de una enemistad ardiente entre Estados Unidos y Cuba, anunció que retomaría las relaciones diplomáticas. Esto demuestra que ha decidido utilizar los dos años que le quedan en el cargo, sin poder ser reelegido, para hacer lo que en realidad siempre quiso hacer, pero sin tener el valor de hacerlo. Ahora puede fastidiar al Congreso y hacer lo que le pida el cuerpo.
Puede decidir actuar de forma decisiva para conseguir la paz entre Israel y Palestina.
Esperemos que lo haga.
Publicado en Gush Shalom | 20 Dic 2014 | Traducción del inglés: Ilya U. Topper
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