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Opinión - Cada día un Vietnam. Por Esther Palomera

Hijo de la muerte

La guerra había terminado. Las familias regresaban a sus kibbutz cercanos a Gaza. Los jardines de infancia abrían de nuevo. Un alto el fuego entró en vigor y se alargó una y otra vez. Obviamente, ambos bandos estaban agotados.

Y entonces, de repente, volvió la guerra.

¿Qué ocurrió? Bueno, Hamás lanzó cohetes contra la ciudad de Beersheba en mitad del alto el fuego.

¿Por qué? No hay un por qué. Ya se sabe cómo son los terroristas. Sanguinarios. No pueden evitarlo. Al igual que los escorpiones.

Pero no es tan simple.

Las conversaciones de El Cairo estaban cerca del éxito, o al menos eso parecía. Pero Binyamin Netanyahu tenía problemas. Ocultó el borrador egipcio del acuerdo para un alto el fuego duradero incluso a sus colegas de gabinete. Sólo se enteraron de ello por los medios de comunicación, que lo difundieron a partir de fuentes palestinas.

Al parecer, el borrador decía que el bloqueo se relajaría bastante, incluso terminaría oficialmente. Y que comenzarían las conversaciones para la construcción de un puerto y un aeropuerto en un mes.

¿Cómo? ¿Qué ganó Israel con todo esto? Después de todos los tiroteos y los asesinatos, con 64 soldados israelíes muertos, después de todos los discursos grandilocuentes sobre nuestra clamorosa victoria, ¿eso era todo? No es de extrañar que Netanyahu tratase de ocultar el documento.

El Gobierno ordenó a la delegación israelí que volviese a casa sin firmar. Los mediadores egipcios exasperados consiguieron ampliar otras 24 horas el alto el fuego que expiraba el martes a medianoche, pero todo el mundo en ambos bandos esperaba que se ampliara una y otra vez. Y entonces ocurrió.

Sobre las 16:00 horas se dispararon tres cohetes contra Beersheba. Cayeron en descampados. No hubo sirenas de advertencia. Curiosamente, Hamás ha negado haberlos lanzado y ninguna otra organización palestina ha asumido la responsabilidad. Lo cual es extraño ya que después de cada lanzamiento anterior desde Gaza, alguna organización palestina se ha adjudicado la responsabilidad siempre con orgullo.

Como de costumbre, los aviones israelíes comenzaron rápidamente a contraatacar y bombardearon edificios en la Franja de Gaza. Como de costumbre, empezaron a llover cohetes sobre Israel (He oído las intercepciones en Tel Aviv).

¿Todo sigue igual? No del todo.

Primero se supo que, una hora antes de que los cohetes llegasen, el ejército advirtió a la población israelí que vive cerca de Gaza que preparase sus refugios y “espacios seguros”.

Entonces se supo que el primer edificio que fue alcanzado en Gaza pertenecía a la familia de un comandante militar de Hamás. Tres personas murieron, entre ellas un bebé y su madre.

Y luego se difundió la noticia: era la familia de Mohammed Deif, el comandante de las Brigadas Izz al-Din al-Qassam, el brazo armado de Hamás. (Qassam fue un héroe palestino, el primer rebelde contra el dominio británico en Palestina en la década de 1930. Fue perseguido y asesinado por los británicos). Entre los muertos de este martes se encontraban la esposa y el hijo pequeño de Deif. Pero parece que el propio Deif no estaba allí.

Eso en sí no es sorprendente. Deif ha sobrevivido al menos a cuatro intentos de asesinato. Ha perdido un ojo y varias extremidades, pero siempre ha escapado con vida.

Todos a su alrededor, sus sucesivos comandantes, compañeros y subordinados tanto políticos como militares, decenas de ellos, han sido asesinados a lo largo de los años. Pero él ha llevado una vida afortunada.

Ahora encabeza la lista israelí de sentenciados, el activista palestino más buscado y perseguido. Él es el “hijo de la muerte” número 1, una denominación más bien bíblica con la que Israel se refiere a las personas marcadas para ser asesinadas.

Al igual que la mayoría de los habitantes de la Franja de Gaza, Deif es hijo de refugiados de Israel. Su familia procede del pueblo Kawkaba, ahora en Israel, no muy lejos de Gaza. Pasé por él en la guerra de 1948, antes de que fuese arrasado.

Para los servicios secretos israelíes, Deif es un premio por el que vale la pena romper el alto el fuego y volver a empezar la guerra.

Para muchas agencias de espionaje de todo el mundo, entre ellas la estadounidense y la rusa, el asesinato es un deporte y un arte.

Israel asegura tener la medalla de oro.

Un asesinato es una operación complicada. Requiere una gran cantidad de tiempo, experiencia, paciencia y suerte. Los agentes tienen que reclutar informantes cercanos a la víctima, instalar dispositivos electrónicos, obtener información precisa acerca de cada uno de sus movimientos y ejecutar su diseño en cuestión de minutos una vez que se presenta la oportunidad.

Debido a esto, no hay tiempo para una confirmación desde arriba. Tal vez el servicio secreto (generalmente llamado Shin Bet) consiguió el permiso de Netanyahu, su único jefe político, tal vez no.

A ellos, obviamente, se les informó de que Deif estaba visitando a su familia. Esa fue una oportunidad de oro. Durante meses, de hecho durante años, Deif ha estado viviendo bajo tierra, en sentido literal, en algún lugar en el laberinto de túneles que sus hombres habían cavado bajo la Franja. Nunca fue avistado.

Desde el comienzo de esta guerra, todos los demás líderes importantes de Hamás también han estado viviendo bajo tierra. Desde Ismail Haniyeh hasta el último, no se ha visto a ninguno. El dominio ilimitado del aire por aviones y drones israelíes así lo aconseja. Hamás no tiene armas antiaéreas.

Me parece muy poco probable que Deif arriesgara su vida visitando a su familia. Pero el Shin Bet, obviamente, tenía una pista y se la creyó. Los tres extraños cohetes disparados sobre Beersheba proporcionaron el pretexto para romper el alto el fuego, por lo que la guerra empezó de nuevo.

Los verdaderos aficionados al arte del asesinato no están muy interesados en las consecuencias políticas o militares de sus acciones. “El arte por el arte”.

A propósito, la última guerra de Gaza, hace dos años, empezó de la misma manera. El ejército israelí asesinó al líder de facto de al-Qassam, Ahmed Jaabari. La guerra que surgió a raíz de esto junto con sus centenares de muertos fue sólo un daño colateral.

Jaabari era en aquel momento el sustituto de Deif, que estaba convaleciente en El Cairo.

Todo esto es, por supuesto, demasiado complicado para los diplomáticos estadounidenses y europeos a quienes les gustan las historias sencillas.

La Casa Blanca reaccionó de inmediato a la reanudación de las hostilidades condenando el lanzamiento de cohetes por parte de Hamás y reafirmando que “Israel tiene derecho a defenderse”. Los medios de comunicación occidentales repitieron como loros esa afirmación.

Para Netanyahu, supiera o no de antemano de la tentativa de asesinato, fue una manera de escapar de un dilema. Porque se encontraba en la desafortunada posición de muchos líderes de la historia que inician una guerra y no saben cómo salir de ella.

En una guerra, un líder da discursos grandilocuentes, promete la victoria y éxitos abundantes. Estas promesas rara vez se hacen realidad (Si lo hacen, como en Versalles en 1919, puede ser incluso peor).

Al menos Netanyahu es un hombre con talento para la publicidad. Prometió mucho, la gente le creyó y le dio un 77% de popularidad. El borrador egipcio de la propuesta para un alto el fuego permanente, aunque era notablemente favorable a Israel, se quedaba muy lejos de una victoria para Israel. Sólo confirmaba que la guerra terminaba en un empate. El propio gabinete de Netanyahu se ha vuelto en contra suya y la opinión pública se ha mostrado molesta de manera perceptible. La reanudación de la guerra ha conseguido que saliera de este agujero.

Pero, ¿y ahora qué?

Bombardear a la población de Gaza motiva más y más críticas por parte de la opinión pública mundial. También ha perdido su atractivo en Israel. La máxima “Vamos a bombardearlos hasta que dejen de odiarnos”, obviamente, no funciona.

La alternativa es entrar en la Franja de Gaza y ocuparla por completo, de modo que incluso Deif y sus hombres tengan que salir a la superficie para ser asesinados. Pero esa es una propuesta peligrosa.

Cuando fui un soldado durante la guerra de 1948, se nos enseñó a no provocar nunca una situación que dejase al enemigo sin salida. Porque en tal caso, el enemigo lucha hasta el final, llevándose delante a todos los que puede.

No hay manera de salir de la Franja de Gaza. Si se envía al ejército israelí a conquistar toda la Franja, la lucha será feroz, causará cientos de muertos y heridos israelíes, miles de muertos y heridos palestinos y una destrucción incalculable. El primer ministro sería una de las víctimas políticas.

Netanyahu es plenamente consciente de ello y no lo quiere. Pero ¿qué otra cosa puede hacer? Uno puede casi compadecerse del hombre.

Puede, por supuesto, pedir al ejército que ocupe sólo algunas partes de la Franja, un pueblo aquí, un pueblo allá. Pero eso también extenderá muerte y destrucción, sin ninguna ganancia manifiesta. Al final, el descontento público será el mismo.

Esta semana Hamás ha amenazado con abrirnos “las puertas del infierno”. Esto apenas afecta a los habitantes de Tel Aviv pero para los pueblos y ciudades cercanas a Gaza, eso es realmente el infierno. Las bajas son pocas pero el miedo es devastador. Familias con niños huyen en masa. Cuando vuelve la calma tratan de volver a casa, pero entonces los próximos cohetes los hacen marcharse de nuevo.

Su grave situación evoca una respuesta emocional muy fuerte en todo el país que ningún político puede ignorar y menos aún el primer ministro. Tiene que poner fin a la guerra. También necesita una imagen de victoria convincente. Pero, ¿cómo lograrlo?

El dictador egipcio intenta ayudar. También lo intenta Barack Obama, aunque está furioso con Netanyahu y lo odia con toda su alma. También lo intenta Mahmoud Abbas, que teme una victoria de Hamás.

Pero a partir de ahora, el hombre que tiene la decisión final es el “hijo de la muerte”, Mohammed Deif, si es que está vivito y coleando. Si no, su sucesor.

Si está vivo, el asesinato de su esposa y de su hijo pequeño tal vez no lo haya vuelto más amable y más pacífico.

Publicado en Gush Shalom | 23 Agosto 2014 | Traducción del inglés: Fátima Hernández Lamela

La guerra había terminado. Las familias regresaban a sus kibbutz cercanos a Gaza. Los jardines de infancia abrían de nuevo. Un alto el fuego entró en vigor y se alargó una y otra vez. Obviamente, ambos bandos estaban agotados.

Y entonces, de repente, volvió la guerra.