No sólo Federico García Lorca. El poeta español más universal está enterrado en una fosa común junto a un maestro republicano y dos banderilleros anarquistas: Dióscoro Galindo, Francisco Galadí y Joaquín Arcollas. Víctimas del fascismo español, los cuatro. Ejecutados por los golpistas en una madrugada del sangriento agosto del 36.
Lorca es “el desaparecido más llorado del mundo”, en palabras del hispanista e investigador lorquiano Ian Gibson. Pero cuentan las crónicas que comparte tierra con Galindo, Galadí y Arcollas. Todos fueron ejecutados, quizás, a las 4.45 horas de la madrugada del 18 de agosto de 1936 en un rincón del camino de Víznar a Alfacar.
Ahí siguen todos, en una tumba anónima, sin localizar. En una de las 708 fosas comunes de Andalucía. En la región más castigada por el terror fundacional del franquismo, con al menos 45.566 asesinados, según el Mapa de Fosas. Ahí siguen, Lorca, Galindo, Galadí y Arcollas, sumando nombres y apellidos a los miles de desaparecidos forzados que sigue contabilizando España, el país de la desmemoria.
Las muletas del maestro: “negar la existencia de dios”
Dióscoro Galindo González fue uno de los miles de maestras y maestros “depurados” por las autoridades golpistas. La principal acusación era “negar la existencia de dios”. Acabó ejecutado y enterrado en una fosa, junto a Lorca. Unas muletas, debido a su cojera, siempre se ha dicho, debían señalar sus restos óseos.
Galindo, nacido en Valladolid, quería ser veterinario. Y se fue a Madrid a estudiar. Pero un accidente con el tranvía le costó la amputación de una pierna. Regresó a su ciudad natal y acabó cursando Magisterio. Galindo había encontrado su vocación, la docencia. Dio clases en Llano (Cantabria), Aya (Guipúzcoa), Algete (Madrid), Caravaca (Murcia) o Tejina, en San Cristóbal de La Laguna (isla de Tenerife). Su último destino será Pulianas, en la Vega de Granada.
Dióscoro era un hombre ateo y de izquierdas, formado en las ideas de la Institución Libre de Enseñanza. “No tenía inconveniente en dar clases por la noche a los hijos de los jornaleros que tenían que trabajar con sus padres durante el día”, cuenta en el libro Los 'paseados' con Lorca: el maestro cojo y los dos banderilleros el investigador Francisco Vigueras.
Hasta que a un mes del estallido de la conspiración armada contra la II República, un grupo de falangistas secuestro a Dióscoro Galindo que, muerto a tiros, quedó arrojado a una fosa común. Nadie, hasta ahora, ha dado con su paradero.
“Llevo desde el año 95 intentando encontrar a mi abuelo”, dice la nieta de Galindo, Nieves García Catalán. Que esté enterrado junto a Lorca es positivo porque la figura del poeta “ha dado nombre a la fosa”. Pero trae “complicaciones” añadidas: como que “los Lorca no respetan a nadie”, añade. Todas las búsquedas, hasta ahora, han sido infructuosas.
Los banderilleros anarquistas
Los subieron en un camión en La Colonia –cortijo usado como antesala de la muerte– hasta un punto todavía indeterminado entre el Barranco de Víznar y la Fuente Grande. A Lorca, al maestro republicano y otros compañeros de ejecución y entierro clandestino: dos banderilleros muy conocidos en la Granda de la época, Francisco Galadí Melgar y Joaquín Arcollas Cabezas.
Los toreros eran “hombres de acción” de la CNT-FAI, la sección más combativa del sindicato anarquista. Defendían “los derechos de los trabajadores frente a una patronal despótica y prepotente, acostumbrada a incumplir la legislación laboral y que no dudó en financiar la sublevación militar contra la República”, cuenta Vigueras.
El autor de Los 'paseados' con Lorca matiza uno de los nombres: Juan Arcollas, no “Joaquín”. Un error que achaca al “desinterés” en el que vivieron sus biografías. “Ni Gerald Brenan, ni Agustín Penón, ni Claude Couffón, ni Marcail Oclair, ni Enzo Cobelli... Prácticamente ningún investigador se interesó por los personajes que compartieron verdugos y fosa con Lorca”, dice.
Solo Ian Gibson aportó “los primeros datos sobre estos personajes”. Y puso “por primera vez nombres y apellidos al maestro y a los dos anarquistas-banderilleros”, escribe Francisco Vigueras, también fundador y exmiembro de la Asociación Granadina para la Recuperación de la Memoria Histórica.
“Fervor político y pasión en el ruedo”
Francisco Galadí estaba casado con Paca Calleja Usero. Había sido hojalatero o plomero. Era “torero de plata de profesión y anarquista de corazón”, resumía su nieto, Francisco Galadí Córdoba.
Juan Arcollas, alias Magarza, pertenecía al sindicato de la construcción de CNT. Era albañil de oficio y jornalero. Vivía en la calle Horno de Vidrio número 3, a la entrada del único barrio granadino que opuso resistencia al golpe de Estado fascista, el Albaicín.
Conocidos, los dos, “por su fervor político y por su pasión en el ruedo, y hubieran sido toreros famosos de no haber elegido el bando de los vencidos”, decía el descendiente de Galadí.
Quedaron condenados al olvido, incluso en el mundo taurino. Y fueron estos “otros”, sostiene, quienes organizaron la resistencia popular contra los militares golpistas en el Albaicín. El aguante duró un par de días. Pero querían seguir combatiendo por la democracia republicana.
Galadí burló el cerco de los sublevados en el barrio granadino, junto a su compañero Arcollas. Acudía a un encuentro secreto para despedirse de su hijo. La cita resultó una trampa. Un chivatazo propiciaba la detención y posterior asesinato de ambos. Fueron torturados en el centro de la ciudad nazarí, como escarmiento público. Como ejemplo de la pedagogía del terror.
“No los mataron por ser banderilleros, sino por ser anarquistas”, subraya Vigueras. Cuentan que el enterrador Manuel Castilla, Manolillo el Comunista, reconoció sus cadáveres cuando les daba tierra en la fosa de Alfacar.
“Es una fosa en la que encontramos un simbolismo absoluto, en el conjunto: dos anarcosindicalistas que participaron en la resistencia antifranquista; un maestro, al que mataron porque no querían esa nueva forma de educación, y Lorca, asesinado por poeta y homosexual”, precisa la secretaria federal de Cultura de CNT, Sonia Turán. El sindicato ha pedido la búsqueda y exhumación de los restos como “familia política” de Galadí y Arcollas.
Todas las víctimas son “igual de importantes”, subraya. “Pero si no hubiera estado Lorca probablemente mi abuelo no hubiera tenido nombre y apellidos como los tiene ahora”, confiesa la nieta del maestro republicano, consciente de la repercusión en la prensa internacional de la búsqueda.