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Moreno elige al consejero de Salud que enfrentó la pandemia para presidir el Parlamento andaluz esta legislatura

Jesús Aguirre y Juanma Moreno

Daniel Cela

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Jesús Aguirre (Córdoba, 66 años), consejero de Salud en funciones del Gobierno de Juan Manuel Moreno, será el undécimo presidente del Parlamento de Andalucía en esta XII legislatura (el socialista Javier Torres Vela lo fue dos mandatos), y el primero del PP en 40 años de autonomía.

Moreno ha anunciado este miércoles en su cuenta de Twitter que propondrá a Aguirre para presidir la Cámara, dejando vacante la cartera de Salud, la más delicada del mandato que acaba de terminar. “Es una persona competente, responsable y con capacidad de empatizar y dialogar con todos. Estoy seguro de que una vez más estará a la altura de lo que esperan todos los andaluces”, ha dejado escrito.

Jesús Aguirre es el diputado electo más longevo del Parlamento andaluz esta legislatura, de hecho, este jueves presidirá la Cámara durante la sesión constitutiva como miembro de la Mesa de Edad, junto a los dos parlamentarios más jóvenes. El todavía consejero de Salud en funciones se convirtió en el miembro más popular del Ejecutivo en la pasada legislatura, que empezó con una alerta sanitaria por listeriosis en la producción de carne mechá de la empresa sevillana Magrudis -cuatro muertos, siete abortos y más de 200 afectados- y terminó con una pandemia mundial por coronavirus, que se ha saldado hasta la fecha con 14.415 víctimas mortales.

Solapado a la pandemia, el consejero andaluz de Salud tuvo que lidiar con otras dos crisis sanitarias: el brote del virus del Nilo Occidental, que en 2020 se cobró ocho fallecidos y 71 infectados en Andalucía; y la viruela del mono, que dejó otra veintena de contagiados leves en esta comunidad.

La crisis del coronavirus convirtió a Aguirre en la máxima autoridad política de Andalucía por detrás del presidente de la Junta. Sus comparecencias semanales se hicieron famosas en los peores meses del Estado de alarma, el confinamiento y las seis olas consecutivas de contagios, que se acompañaban con cifras de fallecidos, infectados, hospitalizados e ingresados en la UCI. Dos años después de que la Organización Mundial de la Salud anunciase la pandemia, Aguirre es uno de los dos responsables autonómicos de Salud que sigue al frente de su departamento en España. “Todos los demás han acabado achicharrados”, recordó él durante la pasada campaña electoral, en la que concurrió como cabeza de cartel por Córdoba.

Jesús Aguirre disfrutó de cierta tranquilidad parlamentaria durante los meses más duros de la pandemia, porque la oposición minimizó al máximo su labor de fiscalización a la gestión que el Gobierno de Moreno hizo de aquella crisis de magnitud internacional. “Nosotros no le tiramos los muertos de la pandemia a la cara, como sí hizo el PP con el Gobierno de Pedro Sánchez”, admitiría durante la pasada campaña electoral la ex portavoz de Unidas Podemos y candidata de la coalición Por Andalucía, Inma Nieto.

En el último año, ya con las vacunas distribuyéndose y las cifras de pandemia remitiendo, los grupos de izquierdas cambiaron de tercio y empezaron a atacar a Aguirre por su política de confrontación con el Ministerio de Sanidad, por promocionar las clínicas privadas, por derivar servicios, pruebas de diagnóstico y operaciones menores de la sanidad pública a la privada y, sobre todo, por admitir el despido de 8.000 sanitarios contratados para refuerzo durante los peores días de la pandemia (la Junta renovó a 12.000 de los 20.000 que contrató con fondos del Gobierno central hasta el próximo 31 de diciembre).

En el congreso regional del PP de Granada en el que Moreno fue reelegido presidente del partido, el más ovacionado por los cientos de delegados que asistieron al cónclave fue Jesús Aguirre. El consejero de Salud puso la platea en pie cuando llegó, tarde, con el maletín en la mano, y en los pasillos se hizo fotos con todos los dirigentes populares, jóvenes y adultos, que se lo pidieron.

Médico de familia de profesión, Aguirre siempre se ha jactado de hablar “para que la gente le entienda”. Lo demostró en sus intervenciones semanales durante la pandemia, cuando hizo famoso aquel “culillo” que sobraba de las monodosis de vacunas contra la Covid-19, y que podía aprovecharse para una sexta inyección, en lugar de cinco prescritas. Le criticaron bastante más cuando usó el término “chupetón” para referirse al método empleado para la interrupción libre del embarazo. “Lo fácil es llegar y el chupetón. Pero, ¿quién defiende a los no nacidos?”, se preguntó en Córdoba, en un acto organizado por la Cadena Ser.

La consejería de Aguirre se llamaba de Salud y Familias, como concesión a Vox, que había exigido a Moreno un departamento exclusivo de Familia a cambio de su apoyo en la investidura. Fue una de las concesiones al partido de extrema derecha, pero que no se tradujo en un trasvase de las competencias en políticas de conciliación y familias, puesto que éstas siguieron en la Consejería de Igualdad y Políticas Sociales, gestionada por la consejera Rocío Ruiz, de Ciudadanos.

Con todo, Aguirre nunca ocultó su posición al respecto de algunos debates culturales abiertos por la ultraderecha, como cuando defendió el término “violencia intrafamiliar”, que Vox usa para negar la violencia de género, y que inspiró la creación de un teléfono de la Junta para víctimas de agresiones en el ámbito doméstico. Luego matizaría sus palabras y se presentaría como un defensor de la lucha contra los crímenes machistas.

Aguirre sustituye en el puesto a Marta Bosquet, presidenta del Parlamento andaluz del grupo Ciudadanos en la pasada legislatura.

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