Al hablar de ciudadanía nos referimos a la construcción conjunta de una sociedad en la que todas las personas que forman parte de ella puedan acceder a los mismos derechos y mismas oportunidades, donde puedan participar del desarrollo social con las mismas condiciones y si no parten de esa igualdad, se creen los mecanismos oportunos para equilibrar las desigualdades en pro de una ciudadanía equitativa e inclusiva.
En el trabajo hacia dicha ciudadanía nos encontramos con un contexto en el que llevamos casi una década en crisis, en la que buena parte de la población ha sufrido las diferentes consecuencias de ésta. Una de ellas ha sido y es, la incertidumbre, la incertidumbre por el futuro. Y en esa incertidumbre se ha criado una generación que ahora afronta su adolescencia pudiendo saber que el paro juvenil lleva tiempo rondando el 50%, que la media de emancipación se sitúa alrededor de los 30 años y que estudiar no es garantía para tener un empleo ni este para poder ser autónomo/a o independiente, algo que siempre se sueña en la adolescencia y juventud, independencia y libertad.
Hablamos de esa generación, con frecuencia estigmatizada (como “ninis”, por ejemplo) que se tienen que enfrentar a una gran incertidumbre por su futuro, en el que la sociedad apenas les ofrece garantías de nada, donde también se precariza la calidad de su enseñanza y además no se ofrecen herramientas de participación en su sociedad para que puedan ejercer su ciudadanía de forma plena (se puede observar con facilidad como han menguado los presupuestos destinados a la juventud, al fomento del asociacionismo juvenil, fomento empleo joven, etc.).
Así pues, hablamos de adolescentes que han de desarrollar una buena resiliencia como generación para poder construir la “Andalucía del futuro” buscando oportunidades y afrontando las dificultades en este contexto. De esta generación también forman parte andaluces cuya ascendencia proviene de otros lugares del mundo y que se han criado entre dos o más culturas, lo cual les hace tener un abanico más amplio en la construcción de su identidad, pero en ocasiones, ese mismo hecho les enfrenta a una serie de dificultades añadidas en nuestra sociedad, que pueden partir del desconocimiento, la incomprensión o del puro racismo, teniendo por ejemplo más dificultades para acceder a un empleo Abdel que Miguel, aunque tengan la misma edad, formación y capacidades.
La adolescencia es un momento crucial para todas las personas en la configuración de la identidad personal, pero se vuelve mucho más complejo para aquellos adolescentes que tienen referencias culturales de varias procedencias, que además de poder haber sufrido racismo en diferentes contextos, en ocasiones se enfrentan a que desde la sociedad e incluso desde su entorno (familia, escuela, amistades, etc.) se les empuje a elegir si son más bolivianos o españoles, por ejemplo; como si no pudieran serlo todo de igual modo.
En la Andalucía actual tenemos las primeras generaciones de adolescentes y jóvenes andaluces cuyos padres migraron hacia nuestra tierra en la búsqueda de un futuro mejor. Son adolescentes y jóvenes que comparten las mismas inquietudes, aficiones y retos que el resto de personas de su generación. Por ello, es importante impulsar los mecanismos necesarios para trabajar con todos ellos juntos, con toda la generación, independientemente de si la procedencia de sus padres (o de ellos mismos) se encuentra en Andalucía o fuera de esta, para acompañarles a desarrollar sus proyectos futuros sin que la incertidumbre les paralice. Es necesario apostar por programas de juventud que vayan más allá de ofrecer actividades de ocio alternativo, programas que realmente impulsen su participación como ciudadanos de pleno derecho en esta sociedad, sus posibilidades para desarrollar su vida académica y laboral, etc. Y todo ello, trabajando a la vez la gestión de la diversidad cultural que como generación les caracteriza, apostando claramente por un modelo de sociedad intercultural, donde nadie tenga que renunciar a parte de su identidad para desarrollarse como persona en esta sociedad.
Tenemos pues la oportunidad de no repetir experiencias fallidas de otros lugares de Europa donde se ha estigmatizado a varias generaciones tras términos como “inmigrantes de 2ª o 3ª generación”, donde no se ha generado la construcción de una identidad común en la que todos cupieran y se sintieran cómodos. Aún con las dificultades de la crisis actual, tenemos la oportunidad como sociedad de poner en marcha los mecanismos y estrategias necesarias para trabajar por todos los adolescentes y jóvenes para construir conjuntamente esa ciudadanía inclusiva en la “Andalucía del futuro” que nos aleje firmemente de los modelos segregacionistas y discursos racistas que últimamente estamos viendo resurgir en el contexto político internacional.
Al hablar de ciudadanía nos referimos a la construcción conjunta de una sociedad en la que todas las personas que forman parte de ella puedan acceder a los mismos derechos y mismas oportunidades, donde puedan participar del desarrollo social con las mismas condiciones y si no parten de esa igualdad, se creen los mecanismos oportunos para equilibrar las desigualdades en pro de una ciudadanía equitativa e inclusiva.
En el trabajo hacia dicha ciudadanía nos encontramos con un contexto en el que llevamos casi una década en crisis, en la que buena parte de la población ha sufrido las diferentes consecuencias de ésta. Una de ellas ha sido y es, la incertidumbre, la incertidumbre por el futuro. Y en esa incertidumbre se ha criado una generación que ahora afronta su adolescencia pudiendo saber que el paro juvenil lleva tiempo rondando el 50%, que la media de emancipación se sitúa alrededor de los 30 años y que estudiar no es garantía para tener un empleo ni este para poder ser autónomo/a o independiente, algo que siempre se sueña en la adolescencia y juventud, independencia y libertad.