Juan Manuel Moreno solía llevar a gala ser un político previsible, que no hacía giros bruscos ni revoluciones. Hasta que este lunes, 48 horas antes de mandar a sus consejeros de vacaciones, hizo una revolución. La remodelación del Gobierno andaluz contiene dos movimientos estratégicos muy pensados para afrontar lo que resta de legislatura, la andaluza y la nacional.
El primer movimiento, por necesidad, es defensivo: Moreno ha destituido a las dos consejeras que más han agitado la conflictividad social en los dos primeros años de mandato, la responsable de Salud, Catalina García, y la de Educación, Patricia del Pozo.
El segundo movimiento de la remodelación del Gobierno es de ataque: colocar como punta de lanza a la consejera de Economía, Hacienda y Fondos Europeos, Carolina España, un perfil duro, de partido, para encarar un debate previsiblemente bronco sobre financiación autonómica con el Gobierno de España, con el independentismo catalán de fondo. “Es una declaración de intenciones. La primera parte de la legislatura pusimos el acento en la sostenibilidad ambiental, este segundo tramo será la financiación”, admiten fuentes del Palacio de San Telmo, sede de la Junta.
Las consejeras de Salud y Desarrollo Educativo permanecen en el gabinete, porque el presidente rehúsa entregar a la oposición las dimisiones que le han pedido. Pero las envía a otros departamentos, secundarios desde el punto de vista del gasto público. Sanidad y educación suman juntas más de la mitad del presupuesto autonómico y el grueso de la plantilla de empleados públicos: maestras, profesores, médicos, enfermeras...
Los sindicatos más representativos de ambos sectores llevaban meses quejándose, organizando protestas, concentraciones, movilizaciones, huelgas... Todas han tenido eco en la acción parlamentaria de los grupos de la oposición a Moreno, desde el PSOE a Vox, pasando por las coaliciones Por Andalucía (Sumar) y Adelante.
Sanidad, un conflicto social latente
De puertas afuera, la Junta ha minimizado el impacto de estas movilizaciones. Hacia adentro, sin embargo, en el Palacio de San Telmo han observado cómo el malestar social trepaba escalones en el índice de preocupación de los andaluces, sobre todo por el desgaste paulatino de la sanidad pública, con unas listas de espera descontroladas, que llegaron a rozar los 60.000 pacientes fuera del plazo legal para operarse.
Moreno ha limpiado el patio trasero de su casa, poniendo el contador a cero, y ha concentrado todo el armamento pesado en la Consejería de Hacienda, que a partir de hoy asume la portavocía. Y esta es la clave de bóveda. La legislatura andaluza, que culminará con las autonómicas de 2026, está encomendada a la mayoría absoluta de los 58 diputados del PP, un Vox estancado y un PSOE desorientado y en eterna búsqueda de sí mismo como partido de oposición. La legislatura española, en cambio, es un paisaje puramente islandés: hielo en la superficie, volcanes en el subsuelo.
El curso político echará a andar a finales de agosto en Catalunya, donde los socialistas negocian la investidura de Salvador Illa -el epílogo del procés- con la izquierda independentista (ERC), a cambio de que el Gobierno de Pedro Sánchez abra el melón de la financiación autonómica. Sobre el papel, una quita de 15.000 millones de euros de la deuda catalana y un trasvase de competencias. En el aire, la llave de la caja de los impuestos parcialmente cedidos por el Estado. Una financiación “singular”.
Para dar esa batalla, Moreno ha colocado como punta de lanza de su nuevo Gobierno a la consejera de Hacienda, Carolina España Reina, diputada malagueña del PP. El presidente andaluz ha elegido un perfil duro, que sepa más de partido que de números. Andalucía no va a plantear un debate de números, sino una contienda política pura y dura, a base de sensibilidades, andalucismo revisitado y el manual de “los agravios a Andalucía y los privilegios a Cataluña”.
Carolina España, azote de la ministra Montero
Carolina España no es el puño en guante de seda, como se definió a su predecesor, el ya exportavoz de la Junta, Ramón Fernández Pacheco. El joven almeriense, en quien muchos han visto un trasunto del propio Moreno, se ha fajado en todos los charcos de confrontación contra el Gobierno de Sánchez -especialmente en el litigio por la ley de regadíos junto a Doñana-, pero su estilo personal, su rictus amigable y su sonrisa, nunca le hicieron pasar por duro. No lo es y nunca hizo por serlo.
Carolina España tampoco es el puntillismo matemático de su predecesor en la Consejería de Hacienda, el hoy vicesecretario económico del PP nacional, Juan Bravo, que se conocía al dedillo los agujeros de entrada y salida de la política fiscal de la Junta, las piezas móviles del Presupuesto andaluz, las cosquillas de la senda de estabilidad, del déficit y de las entregas a cuenta. “España no es de números, es de cañonazos”, dice un veterano diputado del PP.
Moreno ya ha trazado el camino, lleva meses ejerciendo de portavoz de los barones territoriales de su partido, ondeando la bandera de la igualdad y la solidaridad interterritorial. El PP de Alberto Núñez Feijóo va presionar ese flanco para intentar que zozobre la legislatura y se precipiten las elecciones generales, bien por el lado de ERC, bien por el lado de Junts. El discurso que el presidente andaluz ha encomendado a España, como nueva portavoz, aproxima lo institucional al interés de partido.
Las intervenciones públicas de la consejera de Hacienda son, sobre todo, manual del PP, muy políticas, muy vehementes. España ya confrontó con la ministra de Hacienda y número dos del PSOE federal, María Jesús Montero, como su némesis en el Congreso, cuando era diputada por Málaga. Cuando Moreno la nombra consejera, volvió a medirse con ella en el Consejo de Política Fiscal y Financiera, demandando más recursos para Andalucía, parafraseando a la “Montero consejera andaluza de Hacienda”.
Su nombramiento, además, permite un marcaje a la ministra, en caso de que Sánchez termine por designarla candidata a las próximas andaluzas de un PSOE que estos días ha entrado en convulsión interna, con su líder, Juan Espadas, disputando en abierto su continuidad frente a los críticos.
Carolina España (Málaga, 1969) proviene del PP malagueño, el mástil del PP de Moreno y de Elías Bendodo. Fue concejala en el Ayuntamiento, primero con Celia Villalobos, luego con Francisco de la Torre, con quien diseñó los presupuestos municipales. Ha sido diputada en el Congreso durante cinco legislaturas, es licenciada en Ciencias Económicas y Empresariales.
Su aterrizaje en el Gobierno de Moreno llegó después de que el presidente andaluz no lograra reclutar a algunos candidatos potentes de la sociedad civil y empresarial -han confirmado fuentes de su entorno-. Hoy, sin embargo, se ha consolidado en la posición más relevante del Ejecutivo, en el tramo más complejo de la legislatura.