Una acción de Stop Desahucios en apoyo a los propietarios de
una vivienda que esperan la orden de desahucio ha servido ya en multitud de
ocasiones para parar el lanzamiento de personas de sus casas. Esa utilidad práctica de
este movimiento ciudadano ha sido comprobada. Pero esa misma acción tiene
también otras utilidades. Por un lado, la unión de quienes se encuentran en la
misma situación en la plataforma afectados por sus hipotecas, el apoyo mutuo,
el ánimo y la comprensión. Y por otro lado, hay una tercera utilidad: la
enseñanza que de ellos se puede obtener.
Debatir y estudiar esas utilidades es la tarea que desde la
Cátedra de Antropología Social de la Universidad de Córdoba se ha puesto en
marcha a través de un Aula Abierta donde ya se hace objeto de estudio y análisis
entre sus alumnos a este tipo de nuevos movimientos de acción ciudadana. Estudiantes,
profesores y ciudadanos analizan así la utilidad y el valor de este nuevo tipo
de acciones sociales, junto a activistas de varios movimientos actuales. ¿Sirven para algo?
“Recibimos lecciones de la gente que se moviliza, lucha y
actúa en la calle“, destaca el profesor de Antropología Social José María
Majavacas. Y esas lecciones, fuera de los libros, también se estudian entre los
alumnos de quinto curso de Historia. “Hasta ahora estudiábamos movimientos
sociales que podemos llamar clásicos como el sindicalismo o el feminismo“,
relata este profesor. “Pero hoy en día tenemos ante nosotros novísimas
expresiones de acción social“, señala en referencia a movimientos como la
plataforma Stop Desahucios, el colectivo de Yayoflautas o la Acampada Dignidad.
Empoderamiento de los ciudadanos
Empoderamiento de los ciudadanos
“Todas esas nuevas formas de acción tienen su origen en las formas
de indignación del 15M“, explica Majavacas, para quien está clara la utilidad
dentro de las aulas de estudiar estos movimientos pero, también, la utilidad
que estas nuevas maneras de acción social han tenido en la calle. “Sí se puede”,
sintetiza, en alusión a la expresión que movimientos como Stop Desahucios han
adoptado como lema al conseguir sus objetivos.
“Yo me preguntaba si servía para algo o era una utopía”,
explica Cecilia, trabajadora de hostelería actualmente en paro. Ella se
interesó en conocer la Acampada Dignidad, que ha ocupado un colegio cerrado en Córdoba y lo ha convertido en un centro social para vecinos y colectivos del barrio.
“Y he visto que se consiguen muchas cosas, que el colegio está lleno de vida y
actividades ahora, que es útil a mucha gente“, explica. Y añade algo más sutil que también se modifica: ”Luchar todos
juntos por algo también te cambia como persona“.
“Estos movimientos sociales sirven para que los ciudadanos
nos empoderemos, para organizarnos y enfrentarnos a quienes nos malgobiernan“,
opina Juan, uno de los estudiantes que asisten al Aula Abierta de la Cátedra de
Antropología Social.
Junto con sus compañeros, han atendido las explicaciones
sobre cómo Stop Desahucios ha parado lanzamientos de personas de sus casas y
ahora negocia con bancos; cómo la
Acampada Dignidad ha ocupado ese colegio abandonado y lo ha convertido en el
Centro Social Rey Heredia; o cómo los Yayoflautas se manifiestan cada semana
por un barrio de la ciudad denunciando la reforma de las pensiones y preparan
acciones contra los recortes en la Ley de Dependencia.
“Quien no lucha ya ha perdido”
“Quien no lucha ya ha perdido”
“Quien no lucha ya ha perdido”. Es la frase que elige Ana
Mendiola, representante del colectivo de Yayoflautas para decirle a los
estudiantes que la escuchan para qué sirve la acción de estos jubilados. “Ante
las decisiones de quienes nos gobiernan que no responden a las necesidades
reales de la gente hay dos opciones: quejarse o hacer algo para demostrar que
las cosas se pueden hacer de otra manera y que, si no hacen caso, aquí estamos
la gente“.
En ese mismo sentido, entre los asistentes a este debate hay
opiniones que reafirman la utilidad social de estos movimientos. “Son positivos
y totalmente necesarios“, dice Rafael, monitor-educador de profesión. ”Estamos
perdiendo derechos que se habían conseguido con muchos años de lucha y cada uno
de nosotros somos importantes. No podemos quedarnos en casa quejándonos porque
cambiar las cosas depende de nosotros“. Y acaba con un deseo: ”Ojalá que cunda
el ejemplo“, dice mientras mira a integrantes de Stop Desahucios, los Yayoflautas
y la Acampada Dignidad.
El desánimo no parece cundir entre quienes analizan estos movimientos sociales. Pero sí tiene claro que es necesaria la implicación personal, individual. Y también la unidad: “si actuamos fragmentados perdemos fuerza. Si actuamos cada uno por un lado perdemos capacidad de acción. Y eso, nos va desilusionando”, apunta uno de los asistentes.
Pero junto a las evidentes consecuciones de algunos de los
movimientos sociales, hay otra utilidad que, a veces, se torna en esencial en la
vida de quienes forman estos colectivos. La unión de las personas entorno a
algunos de estos movimientos sociales sirve también como terapia. “Son una
inyección de moral. Y sirven para encontrar apoyo y comprensión entre personas
que en muchas ocasiones se creen culpables por haberse quedado sin trabajo y
sin medios para poder pagar su hipoteca“, cuenta Rafael Carmona, portavoz de la
plataforma Stop Desahucios en Córdoba.
Cecilia lo corrobora en primera persona. “También nos sirve
para desahogarnos, para darnos ánimo“, entre personas que colaboran en esas
acciones sociales y se mueven porque ellos mismos son los principales afectados
por la situación contra la que luchan.