Una nueva amenaza se cierne sobre el aceite de oliva, tras un año aciago por el desplome de los precios y la guerra de aranceles de Estados Unidos, y es el sistema de etiquetado que adoptará España el primer cuatrimestre de 2021, el nutriscore, implementado por Francia a partir de un algoritmo desarrollado en Reino Unido y cada vez más extendido por la UE. Se trata de un código que ya se puede ver en muchos productos en los supermercados y que los clasifica por letras (A, B, C, D y E) que coinciden con unos colores (verde claro, verde oscuro, amarillo, naranja y rojo, respectivamente), según sean más o menos saludables.
El problema ha surgido cuando la C (amarillo), o sea, un término medio, ha sido el determinado para el aceite de oliva y da igual que sea virgen extra o de orujo, como también si es aceite de semillas. Es más, está en el mismo nivel que los refrescos sin azúcar, por ejemplo, porque en realidad no distingue según el grado de procesamiento del producto ni tampoco permite comparar los de distinta categoría. Y son estas debilidades del modelo las que han perjudicado a un alimento en el que España es líder mundial en producción, igual que ha ocurrido en otros países con las conservas de pescado, que han sido las otras grandes perjudicadas del semáforo de la nutrición.
Podía haber sido peor, dado que inicialmente, por su elevado nivel calórico, el aceite de oliva figuraba como producto D (igual por ejemplo que el képchup), pero la presión del sector hizo que subiera un escalón: A, B y C entran dentro del paquete “favorables”, mientras que D y E son los “desfavorables”. Pero subieron también a C sus competidores: los aceites de semillas. Como el aceite de colza, del que Francia es un gran productor. Porque en el algoritmo que determina la posición en este logotipo suman las proteínas, las fibras y el porcentaje de frutas, verduras y legumbres, y restan las calorías, el azúcar, las grasas saturadas y la sal. De manera que, si nada cambia, cuando se generalice en España este etiquetado, dará igual qué aceite coja del lineal porque todos llevarán el amarillo de calidad nutricional “aceptable”.
“Queremos la información correcta al consumidor”
El aceite de oliva, base de la dieta mediterránea, patrimonio inmaterial de la humanidad, se enfrenta pues a un sistema que lo relega a la mitad de la tabla. “No estamos en contra del nutriscore, ni del etiquetado que sea, siempre que dé la información correcta al consumidor y más contra enfermedades que son una lacra, como la obesidad, pero no podemos admitir que el aceite de oliva esté mal situado, como una grasa más. Esto destroza la imagen de un producto saludable como han demostrado cientos de estudios científicos. Es más, las grasas son necesarias, y una ingesta equilibrada es la base para una buena dieta”, recuerda José Manuel Bajo, gerente de la Sectorial del Aceite de Oliva. Entiende en este sentido que uno de los errores “está en el cálculo” de las calorías para este etiquetado “porque se basa en el consumo de 100 gramos, cuando la media es de 25” por día. En su opinión, “bien hecho, el virgen extra debería ir directamente a la A porque es casi una medicina”.
Entre tanto, han empezado a movilizarse. “Nos estamos moviendo a todos los niveles desde las denominaciones de origen, que hemos iniciado este movimiento, y lo hemos puesto negro sobre blanco: falla en lo que se pretende porque no da información adecuada a los consumidores”, agrega a la vez que se muestra esperanzado tras las reuniones que han mantenido con el ministro de Consumo, Alberto Garzón.
Entiende que España debe “hacer su trabajo” y “ejercer presión” en la UE para que se “corrija” un sistema que cree que da una información “engañosa” y “errónea” a los ciudadanos. Le da igual que no sea obligatorio todavía, porque podría serlo en el futuro, “o pasar igual que con código de barras, que no lo es, pero en todos los alimentos lo pones o no vendes”, expresa.
“En los próximos días más organizaciones se van a alinear sin titubeos a esta reclamación. Hay cierto optimismo porque el sector está unido, pero también preocupación, porque la consecuencia de la implantación de estas etiquetas, si no cambian, va a suponer una catástrofe en la imagen del aceite de oliva. Solo veo esa salida. No creo que ninguna administración quiera ponerse delante justificando esto”, agrega.
“Los beneficios de una dieta que contiene aceite de oliva han sido demostrados indefectiblemente mediante múltiples estudios bioquímicos y clínicos, así como a través de una serie de estudios poblacionales de gran envergadura tanto en Europa como en Estados Unidos. Existe una evidencia científicamente demostrada sobre los efectos beneficiosos que ejercen los ácidos grasos monoinsaturados sobre la salud, uno de los cuales, concretamente el ácido oléico lo contiene el aceite de oliva”, en palabras de María Aurora Zamora, coautora del estudio Aceite de oliva: influencia y beneficios sobre algunas patologías.
Las ventajas del código
Después de dos años desde que se anunció que España apostaría por esta señalización, se dará luz verde en unas semanas. La Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición (AESAN) explica que es voluntario para las empresas que decidan establecerlo, mientras la UE no lo haga obligatorio. “La decisión de implementarlo en España supondrá que el país forme parte del grupo, junto a Francia y Alemania, que lidera una posición en Europa favorable a establecer un sistema vinculante y accesible para todas las personas”, exponen. Su elección, en lugar de otros sistemas, como el que por ejemplo usa Italia y que deja a salvo su aceite de oliva, “se debe a que cuenta con más apoyo por parte de científicos y especialistas en nutrición, de asociaciones de consumidores y, además, es más intuitivo para el consumidor”.
No se trata solo de una información a pie de supermercado, sino que en el futuro podrían establecerse limitaciones en la publicidad de estos productos según su clasificación e incluso determinar medidas tributarias o limitar el acceso de los menores a los mismos. Comparte esto la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU), que forma parte, junto a otras organizaciones de este tipo, de una la campaña ProNutriscore para que se impongan como sistema europeo por entender que ofrece más información sobre lo que comemos. Recuerdan desde la OCU que con este sistema se podría orientar mejor para evitar por ejemplo que el consumo de azúcar en nuestro país sea tan superior a lo que se aconseja, a evitar el exceso de sal y, por supuesto, de las grasas saturadas, contribuyendo con ello a la lucha contra la obesidad.