Miles de onubenses piden que las balsas de fosfoyesos se retiren por completo de las marismas

Una semana más tarde de lo previsto, tras el aplazamiento del pasado día 9, pero este jueves, miles de personas salieron a las calles de Huelva para reclamar que se eliminen completamente las balsas de fosfoyesos que ocupan desde hace más de 40 parte de las marismas del extrarradio de la capital onubense.

1.200 hectáreas de basura química que están pendientes de un proyecto de eliminación que sólo contempla taparlas en algunas zonas, y que organizaciones como la Mesa de la Ría, entidad que convocó la manifestación, reclaman que se eliminen completamente y sus terrenos sean recuperados para la ciudad de Huelva.

Los participantes en la manifestación fueron convocados mediante un manifiesto en el que se leía que “estamos ante un momento decisivo en la historia de esta ciudad. Durante décadas y hasta hoy, Huelva, su entorno y su provincia han sido tratadas como un estercolero industrial. La Ría, el Andévalo, la Cuenca Minera y la Marisma, han soportado millones de toneladas de residuos contaminados y contaminantes de las industrias químicas, y no digamos de nuestro aire, ese que todos y todas respiramos, pues no disponemos de otro, ni se puede comprar”.

La Mesa de la Ría se apoya, entre otras cosas, en estudios recientes de la Universidad de Huelva, que alertan de que “las micropartículas que entran en nuestros pulmones, vienen cargadas de arsénico, las cuales provienen de la fundición de cobre ubicada a las puertas de nuestra ciudad. Esta es la realidad de Huelva, una ciudad de la Comunidad Europea, donde se incumplen las leyes ambientales, supuestamente más exigentes del Planeta”.

Así, recuerda que a unos 300 metros de la ciudad “se eleva una montaña de residuos radiactivos que ocupan 1200 Has de la marisma del Tinto, en contacto con un espacio de alto valor ecológico y de zonas protegidas por diversas Directivas Europeas de la Red Natura 2000 y en el mismo estuario de las vecinas Marismas del Odiel, Reserva de la Biosfera por la UNESCO”.

Por ello, entiende que “nadie sensible a la justicia, a la salud pública y al respeto al Medio Ambiente puede permanecer impasible ante esta situación. Quienes proponen enterrar y tapar los residuos haciendo desaparecer la marisma para siempre, ocultan que los residuos son retirados en otras zonas. En Tarragona, en el caso Prestige y en Aznalcóllar se limpiaron rios, lagos y mares, pero en Huelva pretenden sacrificar nuestra marisma por ser la solución más barata para el marqués de Villar Mir, propietario de Fertiberia”.

“La lucha es justa”

Por todo ello, los manifestantes recorrieron buena parte de las calles del centro de la ciudad, para escuchar al final del recorrido un manifiesto leído por el portavoz de la Mesa de la Ría, Francisco Romero, que explicaba que “cuando la lucha es justa salimos a la calle porque sabemos que la razón está de nuestra parte. Y ésta en especial, la retirada de los fosfoyesos de la marisma, no es una lucha de la Mesa de la Ría sólo, es una lucha de toda Huelva, independientemente del color político al que se pertenece. Por lo que no podemos entender que los partidos políticos que no dudan en sentarse con las empresas para negociar la mejor salida para éstas no quieran estar con la ciudadanía en la lucha por la salud, la limpieza de las marismas y por nuestra ría”.

Para Romero, “la Huelva del mañana la tenemos que empezar a construir hoy, y esa Huelva no viene sola, necesita de nuestro esfuerzo, y aquí estamos cientos de ciudadanos poniendo la primera piedra, y las Balsas de Fosfoyesos son el claro ejemplo de cómo las industrias químicas han tratado a Huelva los últimos 50 años, ya que han destrozado nuestros recursos naturales, se han saltado la ley y cuando les interesa cierran y se van, dejándonos la miseria, el paro y los residuos”.

“Quien se ha llevado los euros que se lleve los residuos”, concluyó Romero, ante un público que reclamaba que cualquier proyecto relacionado con las balsas de fosfoyesos suponga su retirada total inmediata, y que se acorten considerablemente los plazos previstos en un principio, que hablan incluso de que se tardarán 30 años en terminar los trabajos, aunque no retirándolos, sino tapándolos.