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Ouka Leele: “En el arte también hay mucha casta”

Ouka Leele

Miguel A. Ortega Lucas

Ouka Leele es el nombre de una estrella que la artista Bárbara Allende Gil de Biedma (Madrid, 1957) vislumbró, parpadeando, en un mapa dibujado por su amigo pintor El Hortelano. Le fascinó tanto que lo tomó como firma, talismán y máscara (“buen augurio”) con que mostrarse y esconderse a un tiempo, ser observada y seguir observando el mundo con la inocencia alerta de la niña que fue, y sigue siendo: el asombro infantil intacto, todavía, en los flashes azules de unos ojos refractarios al cartón-piedra de los códigos adultos.

Procedente de una familia de nombres largos (Gil de Biedma es también el segundo apellido de Esperanza Aguirre, prima segunda suya), Bárbara/Ouka renunció pronto, sin embargo, a pasar por los aros de la vida ordenada y a acatar el funambulismo necesario para vivir del mundillo artístico: un negocio de la transgresión en el que la transgresión verdadera acaba resultando, muchas veces, un pésimo negocio.

Icono de la Movida madrileña, era la gran-promesa-de-la-fotografía-española; pero fue ponerse a pintar las fotos que hacía y que la ortodoxia oficial del ramo le empezara a llamar “lela” en vez de Leele (los mismos que luego adoptarían sin complejos la misma endemoniada técnica). Asegura que no tuvo tranquilidad económica hasta 2005, cuando ganó el Nacional de Fotografía, aunque su temperatura artística vire de la pintura al cine o la poesía como ámbitos de una misma casa. Abomina esta mujer de exclusividades, también por el precio (en libertad) que le da tanto “miedo” pagar. Estuvo en Granada, como invitada de excepción en el III Encuentro de Artistas Plásticos Visuales, donde habló sin estridencias, pero también sin medias tintas, ante quienes se acercaron a escucharla.

¿Cómo ha ido resolviendo esa tensión entre hacer lo que quería y lo que se suponía que tenía que hacer, entre el arte y pagar el alquiler? se suponía

Siempre con dificultades (que cuando eres joven notas mucho menos), porque llevo toda la vida haciendo encargos, y los encargos te sacan de ti… Aunque el director Rafael Gordon, con el que estuve rodando [el muy recomendable documental La mirada de Ouka Leele], me decía siempre: “Quítatelo de la cabeza, porque la Capilla Sixtina fue un encargo”.

Llevo 40 años haciendo lo que los demás me piden, también publicidad. Pero intento meter mi obra en esos encargos; y nunca hago lo que no quiero. He pagado el precio de vivir con muy poco. En el 87, que fue cuando paré la Cibeles para hacer un montaje, expuse en la Bienal de Sao Paulo e hice una retrospectiva en el Museo de Arte Contemporáneo (con menos de 30 años), recuerdo que al final del año tenía 5.000 pesetas en el banco… Pero es que dices: está cobrando el comisario, el que monta, el que transporta, el director del museo… y tú no.

Y eso sigue siendo así. Señores, que nosotros no vivimos del aire. “Pero es prestigio”, dicen... [Minutos antes, había dicho, en su intervención: “Si una galería me da confianza, pues bien. Pero si me llaman porque 'es 8 de marzo', pues les digo no, lo siento mucho; yo no expongo porque 'sea 8 de marzo'. Me parece nefasto para la mujer, como sugiriendo que somos más débiles. Exponer 'solo mujeres', como 'solo hombres', me espanta, me parece una discriminación absurda… Todos juntos, ¿no?”.]

En su cuenta de Twitter escribió que “nos estamos alejando de nuestra esencia como seres humanos”.

Es rarísimo, porque yo me recuerdo con dos o tres años pensando cosas así, sintiéndome ajena. Yo creo que la educación es una trampa, porque cada ser humano es una joya original y de pronto alguien se inventa un sistema en el que ponernos a todos, uniformados, cuando en un año un niño empieza a hablar solo. No es tonto. Como que al niño 'hay que enseñarle a aprender', cuando estamos todo el tiempo aprendiendo; si aprendes lo que te apasiona, no hace falta nada más.

Quizás es que 'aprender lo que apasiona' es lo último de la lista en este tinglado.

Sí, y no sé quién se lo inventó. Llevamos millones de años en la Tierra; respirando, cuidándonos, curándonos; y en un par de siglos parece que somos todos ignorantes de cosas…

¿El arte ha sido una cura para usted?

Sí. Fíjate, un día estaba con gripe y me dijo un amigo por teléfono: 'Escribe, que te la quitas de un plumazo'. Y me la curé. Yo sé que el catarro es depurar; estás llorando, literalmente, algo que no sacaste en su momento. Y si escribes dejándote llevar, quizás sueltas lo que está ahí.

Se vuelve a hablar mucho, últimamente, del compromiso político de los artistas. ¿Qué opina de eso? compromiso

El arte político, al servicio de un Gobierno, de una ideología, es aburridísimo. Pero sí que el compromiso es esencial. Yo desciendo de una generación, la de mis padres, con muchos autores comprometidos con lo político, y la nuestra [muy jóvenes en la Transición] salió un poco espantada, yo creo… Pero lo nuestro también era un compromiso; solo que no decíamos 'abajo Franco y viva tal', era el arte por el arte.

¿Y no le parece que, quizás, se despreocuparon en exceso, delegando ciertas cosas que ahora se vienen pagando…?

Es que nos parecía horrible la política; yo recuerdo que le tenía fobia. Yo no sabía ni quería saber lo que era un concejal. Claro que yo también soy como una monja, encerrada en mi interior todo el día. Entonces [cuando la Movida] trabajabas todo el día, y a las once de la noche te ibas a ver quién había en el Sol, o en el Rockola. Yo me iba al Sol con un proyector de Súper 8 a poner alguna película que había hecho. Era trabajo todo. Recuerdo que vinieron una tarde a casa los de Radio Futura a hacerse unas fotos, irse al rato; y cuando bajo, horas después, ya de noche, me los encuentro en el portal, hablando todavía de algo de su siguiente disco…

Alaska y tal son la parte frívola, que me encanta que lo hagan, están en el meollo, pero yo nunca he sido de eso. Yo en los 70-80 llevaba los jerséis de mi padre, que me quedaban grandes, y los usaba de vestido; nunca llevé los pelos de colores… Es que cada uno era de su padre y de su madre. Pero al final todo era Movida (hasta Rocío Jurado); cuando la Movida empezó como una cosa espontánea del pueblo, y nadie la llamaba así. Pero los políticos la empezaron a utilizar.

Sin embargo la he visto también, ahora, reproduciendo aquello de “Soñamos, pero nos tomamos muy en serio nuestros sueños”. ¿Le ilusiona entonces el momento político actual?

Sí, porque Podemos ha sido un revulsivo, han dicho verdades de forma que se les entiende; eso les ha puesto un petardo en el culo a los demás, y me encanta. Pablo Iglesias me fascina, me encanta oírlo hablar… Igual me tiro piedras contra mi tejado, pero los demás no me dicen nada. Con un político encorbatado es que me muero, no dicen nada, solo sueltan eslóganes.

Yo nunca veo la tele; de hecho, tengo un dibujo mío encima, un ojo. La he estado viendo porque salían estos… Errejón se llama el jovencito con cara de niño, ¿no? Les oigo hablar y les respeto, me encanta cómo rebaten a los otros con inteligencia, cuando ves que están hablando de la gente que no tiene lo necesario… Yo es que no veo eso de gastarse el dinero en otra cosa cuando la gente no tiene para comer. A lo mejor estoy loca.

También es una función del arte, ¿no?, apartar la hojarasca de lo esencial.

Pero en el arte también hay mucha casta; ha tomado el poder el intermediario, por encima del artista. Yo creo que el artista debe recuperar su lugar. El mecenas es fantástico pero… La palabra comisario es horrible. Parece que te va a llevar detenido, como un sheriff.

¿Qué les aconsejaría a los jóvenes que estén ahora empezando, soñando con dedicarse al arte?

Que no trabajen para nadie más que para el arte. Si yo o cualquiera, como espectador, lo ve y se arrodilla ante eso, pues no hay más. Todo lo demás me parece una patochada. Por eso el amor es la única ideología que me queda (las otras se derrumban todas). Eso de la noche oscura del alma, el estar conectado con la vida; no solo con el cuerpo, sino con la parte divina que todos tenemos. Yo lo he resuelto todo con el amor, la pasión a todo; es mi filosofía. Cuando me preguntan 'explícanos cómo haces tal o cual cosa', pues es que no sé cómo lo hago. Simplemente me entrego, y lo hago.

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