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La aldea que se tragó la guerra y que volvió a la vida

En el choque entre la Guardia Civil y el maquis de la Sierra Almijara desapareció un pueblo. En 1948 todos los que vivían en El Acebuchal, una aldea a medio camino entre Frigiliana y Cómpeta (Málaga) fueron desalojados por orden de las autoridades. La Guardia Civil sospechaba que allí se alimentaba y se daba refugio a los guerrilleros, así que optó por echarlos a todos. Cincuenta años después, Antonio García y Virtudes Sánchez volvieron al lugar y sobre los restos volvieron a levantar el pueblo. Sus casas son hoy alojamientos turísticos en un enclave natural a apenas media hora de la costa.

“La posguerra fue muy dura en la Acebuchal, por un lado llegaron los maquis y la Agrupación Roberto a la sierra, y por otro la Guardia Civil, que echaron a mis padres y a mis suegros en el verano de 1948”, escribe José Ramón Fernández, un antiguo vecino de la aldea, en 1993. La Agrupación Roberto es el nombre popular de la Novena Agrupación Guerrillera, entre 100 y 200 hombres dirigidos por Juan José Muñoz Lozano, Roberto, antiguo comandante de las fuerzas republicanas. Cuando ya todo estaba perdido, le hicieron la guerra al franquismo desde las montañas que rodean a este pueblo de La Axarquía. Hoy, Antonio García recuerda que “la sierra estaba llena de maquis”. Sentado en un poyete de la aldea que él mismo ha reconstruido, señala allí a lo alto: “Todavía se pueden ver los restos”.

Cuando arreciaron los golpes de los maquis, la Guardia Civil vació el pueblo. Los rebeldes bajaban a pedir ayuda cuando caía la noche y el régimen no lo toleró. Dijeron a los vecinos que podrían cuidar sus bancales o sus bestias por las mañanas, e incluso comer en sus casas, pero deberían buscarse otro lugar para dormir. La mayoría no podía mantener dos viviendas y en 1949 el último vecino abandonó la aldea. Vencidas por la lluvia, por el descuido y por el propio desguace de los vecinos, las casas mudaron en esqueleto y sólo resistió una posada y una de las decenas de ventas que jalonaban el camino.

Así agonizó durante décadas El Acebuchal, cruce de los caminos de arrieros de paso entre las provincias de Granada y Málaga que llevaban pescado, pasas o tomate al norte, y volvían con trigo o garbanzos a la costa. Encajado en un precioso valle de la sierra al que no es fácil acceder, en la falda del Cerro Verde, aquel lugar sólo tenía sentido como paso. Con las carreteras, acabó el trasiego por los caminos de la sierra y El Acebuchal pasó a la historia. Ya no era nada.

El año en que El Acebuchal volvió a la vida

Hasta que 50 años después, cuando ya sólo era recuerdo de unos pocos, El Acebuchal tuvo una segunda oportunidad. “Fue un impulso de mi madre”, dice Antonio García hijo, hoy cocinero en el bar de El Acebuchal. Virtudes había nacido en la casa que da entrada a la aldea. “Algún día me tengo que subir y restaurar el pueblo”, decía. Y así lo hizo. Nadie quería aquellos cascotes, así que compraron varias parcelas con lo que algún día fueron casas y dieron al lugar una segunda oportunidad. Dice su marido que traer la luz le costó 16 millones de pesetas. Preparó las canalizaciones para surtir la aldea con el agua de un pozo cercano y con sus manos, durante siete años, Antonio devolvió a las casas su aspecto original. “Donde estaba el pesebre, ahí está el pesebre”, resalta: “Una vez vino un arquitecto de Marbella, y preguntó qué arquitecto había hecho esto. Ninguno”.

Cómpeta facilitó los permisos de restauración, pero el esfuerzo y el dinero lo pusieron ellos. Para las casas, pero también para las calles, el alumbrado, el empedrado… “Una pila de billetes, metimos aquí”, dice Antonio García padre. “Fue estar en el momento adecuado en el lugar adecuado”, completa su hijo. Fue en 1998. Luego, otros siguieron su ejemplo.

Todavía hoy, Antonio sigue a pie de obra restaurando una nueva vivienda. Hay 32, y Antonio y Virtudes alquilan 14 de ellas a todo aquel que quiera pasar unos días en mitad de la naturaleza. La Sierra Almijara es la más meridional de las que componen el Parque Natural de las Sierras de Tejeda, Almijara y Alhama, entre Málaga y Granada. Hay aquí una numerosa población de cabras montesas, desfiladeros, pueblos blancos de raíz nazarí, el Río Verde al norte, el Pico de la Maroma en medio y la Cueva de Nerja, al extremo sur.

Aquí no hay señal de televisión (que sólo se ve por satélite), ni tampoco señal de teléfono, pero huele a delicioso pan casero en el restaurante de Antonio. Se sirven desayunos arrieros y almuerzos a base de carnes de caza. El local está atestado de fotografías que dan cuenta de lo que esto fue y en la terraza hay turistas en animada conversación. El Acebuchal volvió a la vida que le arrebató la posguerra.

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