El arlequín accitano volvió a fallar en su misión, y ya son 526 intentos consecutivos sin poder apoderarse de la Virgen de la Piedad de Baza. La fiesta del Cascamorras, declarada de Interés Turístico Internacional, comenzó este martes con la primera parte de los festejos, reuniendo a miles de oriundos de Granada oriental y turistas de todas partes del mundo para ser embadurnados de pintura negra en el paraje de las Arrodeas de Baza (Granada).
Aunque la ola de calor parecía no querer permitirlo —bienvenidas eran las fuentes y los manguerazos de los residentes—, miles de personas se acercaron para participar en el emblemático festejo o para ser espectador del recurrente fracaso de la figura del Cascamorras, porque este evento centenario tiene siempre el mismo recorrido.
En esta ocasión, José Manuel García Plaza, ataviado de arlequín, tiene que lograr traer hasta Guadix (Granada) la deseada Virgen, pero los bastetanos no están dispuestos a perder su emblema. Desde el comienzo de la carrera, el Cascamorras se sabe derrotado al haber recibido su primera mancha de pintura negra, marcando así el final de su misión y el comienzo de la fiesta.
Robando la talla de la Virgen
La tradición se remonta a 1490, cuando en la Iglesia de la Merced, el accitano Juan Pedernal encontró la talla de la Virgen. La talla se quedó en Baza, pero la leyenda cuenta que un bufón amenazaba con robar a la virgen, siempre y cuando llegase limpio hasta ella.
Con la leyenda detrás, la fiesta comienza el 6 de septiembre en Baza al disparo del tercer cohete. El Cascamorras, representando al burlón, huye perseguido por la multitud, parándose en diversos puntos del pueblo para ondear la bandera, ya completamente ennegrecida. Tras ser vitoreado con cánticos como “¡bandera, bandera!”, “¡y no se la lleva!” o “¡Cascamorras, Cascamorras!”, prosigue su marcha hasta llegar a la Plaza Mayor. A las puertas del Ayuntamiento es aclamado por última vez hasta llegar al templo, teniendo que volver a Guadix derrotado y sin la Virgen.
Tres mil litros de pintura
La organización del festejo cumple cada año con lo necesario para asegurar la diversión de participantes y curiosos. Este año, se han dispuesto en el origen de la carrera tres mil litros de pintura para embadurnarse por completo el cuerpo y participar en el evento, preparándose para descender desde el monte hasta el pueblo gritando a pleno pulmón y disfrutando cada zancada.
Con el olor de las pinturas y el miedo de los espectadores a ser manchados por algún absorto corredor, los festejos duran desde entradas a las cinco de la tarde hasta más allá de las siete.
La fiesta no acaba aquí. El pobre Cascamorras debe volver a Guadix con semblante derrotado para notificar que no ha logrado su objetivo. Allí, los accitanos tomarán represalias usando de nuevo pintura. No todos pueden ganar, pero, embadurnados hasta la garganta, todos los asistentes disfrutan y no olvidan la experiencia, pues “esto sí que es un Cascamorras”.