Con extrema paciencia, Andrés D. Marvi raspa una plancha de madera. Meticulosamente usa una cuchilla fina y ligera, que corta con solo mirarla. El sonido de la radio es el único que le acompaña en su pequeño taller donde, en vez de trabajar, parece meditar. La concentración es máxima para conseguir la precisión milimétrica necesaria. “En esta profesión todo debe ser perfecto, no hay margen para el error”, subraya este alemán que lleva más de tres décadas fabricando guitarras en Ferreirola, una pequeña aldea de La Alpujarra. “Este era mi sueño”, aclara con una sonrisa mientras respira tranquilo al comprobar que la pieza en la que trabajaba ha quedado perfecta.
Marvi empezó joven a tocar la guitarra española. Pronto empezó a enseñar a otros. “Y un día me pregunté: ¿Quién hará esto?”, cuenta el artesano, señalando la guitarra, con un curioso acento andaluz. La incógnita fue su inspiración. Una chispa había iluminado su futuro fugazmente. Investigó y practicó hasta que, de manera autodidacta, empezó a fabricar sus primeras guitarras.
Más tarde obtuvo la titulación mediante un examen en la ciudad alemana de Erlangen y, cansado de la rigidez de la vida en su país natal, decidió que viajaría hasta Granada (“una de las cunas de la guitarra española”) en cuanto tuviese oportunidad. Ésta le llegó en 1987. “Un amigo se compró una casa en Ferreirola. Me vine con él para ayudarle a rehabilitarla y luego le pedí permiso para hacer mis guitarras en una de las habitaciones, de manera provisional. Me dijo que sí y me vine a vivir ”, recuerda.
La experiencia funcionó. Al poco tiempo alquiló un pequeño local para establecer su primer taller y años más tarde decidió cambiar a un espacio más amplio, el actual, ubicado cerca de la plaza de la iglesia de Ferreirola. Ahora, Marvi respira diariamente aire puro alpujarreño. Reside en Mecina Fondales, a apenas un kilómetro de la localidad donde se ubica su taller, habitada por apenas medio centenar de personas. Allí la vida es serena y sosegada. “A mí me encanta la naturaleza y la tranquilidad. Aquí lo tengo todo”, afirma mientras destaca que, cuando en algún momento quiere cambiar de aires, le basta subirse al coche y viajar a Granada o Almería.
Un sello propio
Para fabricar sus guitarras sigue la línea clásica de Antonio de Torres, maestro almeriense que reformó el instrumento a mediados del siglo XIX. También las enseñanzas de su profesor José Luis Romanillos, uno de los guitarreros más importantes de España. Pero además, Marvi ha incluido su propio sello a sus modelos. “Yo busco que la guitarra suene algo más fuerte. He añadido alguna innovación con la que me siento cómodo. De todo ello surge un sonido reconocible y común, aunque con matices, en todas las que elaboro”, añade el artesano alemán entre máquinas, utensilios de todo tipo y virutas de madera.
Entre tres y cuatro semanas de trabajo
Marvi tarda entre tres y cuatro semanas en elaborar cada guitarra. Eso sí, detrás de cada una hay mucho más trabajo del que parece. Por ejemplo, la selección de las maderas. Las que utiliza proceden de países como Alemania, Suiza, Montenegro, Brasil, Italia... “Es parte del proceso y a mí me gusta mucho. Es importante ir a los sitios, conocer a la gente que las trabaja y seleccionarlas personalmente”, cuenta.
Abeto alemán, palosanto de India, Brasil o Madagascar, arce de ojo de perdiz o cedro de Canadá son algunas de las materias primas que utiliza. La altura de La Alpujarra y el clima influenciado por Sierra Nevada permiten asimismo que las maderas curen de una manera especial. “Todo influye”, destaca.
Con una lista de espera de 18 meses, las guitarras que Andrés D. Marvi elabora tienen fama mundial. Llegan pedidos de Estados Unidos, Sudáfrica, Finlandia o Alemania. Y, por supuesto, de España. Guitarristas de cualquier parte del mundo buscan en sus guitarras un sonido especial labrado a base de seguir la tradición, pero también de la investigación que ha llegado a este guitarrero a dejar su marca personal en cada uno de los instrumentos que sale de sus manos. Gerardo Núñez, Graham Devine, Goran Krivokapic, Alejandro Núñez o José Luis Postigo son algunos de los músicos que hoy rasgan las cuerdas de una Marvi.
A 77 kilómetros de Granada, Ferreirola es una de las aldeas que conforman el municipio de La Taha. Con apenas medio centenar de habitantes, es uno de los mejores ejemplos de lo poco que ha cambiado la vida alpujarreña: no dispone de tienda, ni de bar o cualquier otro establecimiento. Sí que existen diversas casas de alquiler, que son una estupenda opción para una escapada rural por la zona.
La Iglesia de la Santa Cruz es su corazón, del que parte una serie de pequeñas arterias en forma de callejones y callejuelas dispuestas casi aleatoriamente, mostrando un urbanismo de clara influencia árabe. Junto al templo se ubican los viejos lavaderos públicos, hoy restaurados. Y, a un paso, se encuentra el barranco del río Trevélez, que ha excavado el terreno pacientemente y al que se puede llegar por un bonito sendero que pasa junto a viejas eras y la bonita Fuente de la Gaseosa, de la que surge agua carbogaseosa.
El senderismo es uno de los atractivos turísticos más importantes de los alrededores de Ferreirola y los caminos también permiten cruzar el río llegar El camino también llega hasta una vieja mezquita, municipios como Busquístar y otras aldeas de La Taha como Atalbéitar. Otra interesante fecha para visitar esta localidad es otoño, cuando se celebra el festival Música en las Montañas, en el que músicos internacionales recalan durante unos días en la zona para ofrecer conciertos de forma gratuita con el objetivo de promover la cultura.