Nuestra particular Ruta 66 es la Nacional 340, que serpentea entre playa y montaña persiguiendo el Mediterráneo de norte a sur. La carretera, que ha perdido gran parte del tráfico, oculta ahora sus tesoros de la mirada de los viajeros de paso, que suelen optar por la autovía que discurre en paralelo. Por ejemplo, a lo largo de los 100 kilómetros malagueños de la vía el observador atento puede encontrar aún los restos de cuando el mar depositaba en la costa bandidos y saqueadores. Casi medio centenar de torres vigía resisten en pie, encajadas a duras penas en un paisaje de urbanizaciones y chiringuitos.
Aunque hay antecedentes de las torres en época romana, fueron los granadinos del reino nazarí quienes sistematizaron la colocación de torres a lo largo de la costa en el siglo XIII. Estas torres y otras posteriores se convirtieron en piezas básicas del sistema de defensa costera cristiano a partir del siglo XVI. De Marbella a Maro hay 29 torres vigía, que se extienden hasta Huelva (hacia el oeste) y Alicante (hacia el este).
Francisco Gutiérrez resume su historia en una guía elaborada para el Centro de Interpretación de las Torres Vigías de la Costa del Sol. Allí explica que la caída del Reino de Granada trasladó el frente de batalla: a partir de entonces, la costa sería la primera línea de resistencia frente a los berberiscos de Argel y otros puntos de África. Los historiadores han documentado la existencia de incursiones, saqueos, secuestros y de una quintacolumna que dificultó la pacificación de la zona, típicamente fronteriza, durante muchos años. Durante décadas, los piratas y corsarios musulmanes tuvieron como objetivo la población ribereña.
Para garantizar el éxito de la repoblación, los Reyes Católicos impulsaron el sistema de defensa de las torres vigías, lo que quedó recogido en las “Instrucciones para la Guarda de la Costa” de 1497. “Fruto de esta política es una línea fortificada a lo largo del litoral desde Gibraltar hasta la linde con Murcia”, explica Gutiérrez en su texto. Su función era dar aviso de las incursiones a las guarniciones costeras. Juan Temboury, una persona clave en la recuperación de la Historia de Málaga, estudió a fondo el sistema: cada torre, emplazada en alto, tenía tres hombres. De ellos, uno tenía la función de vigilancia de la costa, y los otros dos tenían la misión de contactar diariamente con las torres más cercanas a oriente y poniente.
Si se localizaban barcos piratas se transmitía la alarma por señales de humo, toques de añafil o tañidos de campanas. Para cuando no había peligro se popularizó la expresión, que ha llegado hasta nuestros días: “No hay moros en la costa”. Toda precaución era poca. “Ningún soldado que resida en las torres pueda tener libro, guitarra, perro, hurón, ni otros géneros de aparejos algunos de cazar ni pescar... El que sea encontrado jugando o con mujeres en las torres, que no sean las propias, sea multado con 15 días de sueldo y si la mujer encontrada es de mala vida, sea despedido el soldado”, se lee en algunas de las normas dictadas para garantizar el funcionamiento del sistema, reproducidas por Temboury en su obra Torres Almenaras.
Una conservación que es “pálido reflejo de su paso por la historia”
Las torres son austeras, simples, la mayoría construidas con sistemas de mampostería “a cal y canto”. Las hay cilíndricas, rectangulares, de pezuña o con forma de herradura, y solían tener dos plantas: la primera, el hogar, con chimenea y alacena. La segunda solía constar de azotea, con pretil y a veces torretas con aspilleras. Hay incluso una Torre Ladeada y una Torre Derecha en Algarrobo. O algunas de las que sólo se conserva, ya casi metido en el mar, un lateral, como en el caso de la Torre del Río de la Miel, en Maro.
Diseminadas por los actuales municipios de Marbella, Mijas, Benalmádena, Fuengirola, Rincón de la Victoria, Velez-Málaga, Algarrobo, Torrox y Nerja, hay entre ellas algunas en buen estado de conservación, y muchas otras muy deterioradas. “Su estado de conservación es un pálido reflejo de su paso por la historia”, denunciaba el profesor de la Universidad de Málaga Eduardo Asenjo en su texto El legado cultural de las torres vigías costeras de Málaga: entre el conocimiento, la protección y su conservación.
Las torres se protegieron por primera vez por un decreto ley de 1949 para “todos los castillos de España”. El Plan de Arquitectura Defensiva de Andalucía pretende proteger torres, castillos y murallas de Andalucía, donde estas construcciones son abundantes por su condición fronteriza. Sin embargo, muchas siguen sin restaurar y sin recibir los cuidados mínimos que las protejan de la degradación. En diciembre, la Diputación de Málaga pidió a la Junta de Andalucía que ponga en marcha un plan de uso de las torres, tras constatar “la dejadez evidente” en el que muchas se encuentran.
Además, muchas han quedado encajadas y ocultas entre edificios o chiringuitos. “Su especial ubicación en la costa, casi siempre fuera del ámbito de actuación del conjunto histórico, le ha perjudicado enormemente, no ateniéndose a los valores patrimoniales que portaba y, sobre todo, vulnerándose la percepción de su imagen”, explica Asenjo en su texto, antes de añadir que “el estado de degradación de este patrimonio es mucho más acusado que el que se produce en otras tipologías edificatorias coetáneas”. Lo que no consiguieron los piratas lo está consiguiendo el paso del tiempo y el urbanismo voraz.