La noticia le pilló trabajando, como cada verano, en una novela. Esta vez no fue en su refugio de la Sierra de Huelva, sino en algún lugar de la provincia de Sevilla: “Me basta con poder escribir bajo los árboles”, confiesa. Sevillana de 1971, periodista de dilatada trayectoria, la autora de títulos como Memoria de cenizas, Hijos del Mediodía, El sonámbulo de Verdún o Adriático, y ganadora de premios como el Andalucía de Periodismo, el Málaga de Novela o el Andalucía de la Crítica, será a partir del próximo otoño la directora del Centro Andaluz de las Letras (CAL). La primera desde la fundación de dicho centro, en 1998.
Su jefe, el hasta ahora director general de la Agencia Andaluza de Instituciones Culturales y secretario general de Innovación Cultural y de Museos, Fernando Francés, dimitió este mismo lunes, pero en su carta de renuncia calificó el nombramiento de Díaz Pérez como “incomparable”.
Primera mujer directora del CAL. Ya era hora, ¿no?
Es un síntoma de normalidad. Si repasas el panorama literario y cultural, ves que las mujeres estamos ahí por fin, era solo cuestión de tiempo. Tenemos la sensación de que es noticia, pero yo espero que deje de serlo. Me gustaría que se notara, por ejemplo, que mis antecesores en el cargo eran un profesor y ensayista, Julio Neira, y un poeta, nuestro Téllez, y que ahora llega por primera vez una narradora. Sería igualmente novedoso.
Ya que menciona a Téllez, su salida del CAL fue un tanto desabrida. ¿Cómo afronta su sucesión?
He participado en el CAL desde el otro lado, el de los autores, y me gustaría valorar el trabajo fantástico que han hecho durante estos años. La última etapa en concreto ha sido excepcional, se han hecho muchísimas cosas con poco presupuesto. Todos los que formamos la comunidad literaria hemos sido conscientes de ello. En efecto, la salida de Téllez dejó un sabor amargo, y fue cuando precisamente decidí presentarme: no tenía nada que perder, y en cambio me estimulaba la idea de recoger el testigo de alguien que admiro mucho, como periodista y como escritor. Espero estar a la altura.
La escasez presupuestaria dedicada a la cultura es la queja recurrente de todos los gestores. ¿Está preparada para ello?
Hay muchas ganas de hacer cosas, y confío en que eso se traduzca en apoyo económico. Por otro lado, se pueden hacer grandes cosas con ingenio, sin depender solo de las partidas. Periodistas y escritores estamos acostumbrados a vivir a contracorriente en ese sentido. Lo cierto es que el mundo de la cultura tendría que ser primordial, debería potenciarse más. Es lo que tenemos, nuestro PIB: repasas la Historia de la cultura en España, y ahí están los andaluces siempre. Pero bueno, cuento con que en mi caso serán pocos recursos.
También se habla a menudo de la burocracia, del monstruo ingobernable que es la Junta de Andalucía. ¿Le teme aún más que a los presupuestos reducidos?
Es algo que pasa en todas las instituciones. Mi experiencia con proyectos como el Año Murillo o con la Universidad me han enseñado que a veces, aunque haya ideas fantásticas, no salen adelante por culpa de esas trabas que son fruto del sistema, y que agotan a la gente. A veces, de diez proyectos, solo pueden salir dos, parece una maquinaria del Imperio Austrohúngaro. Es algo que debería solucionarse, claro, habría que aligerar los trámites, evolucionar hacia una simplificación, aplicar la lógica y la sensatez, pero también cuento con eso.
Se ha acusado mucho al nuevo gobierno andaluz de no defender la memoria, pero han puesto al frente del CAL a una firme defensora de ésta…
Una de las claves de mi vida y de mi trabajo es la recuperación de la memoria. Sé que llego al CAL a final de año, todavía no estoy incorporada de hecho, pero me gustaría celebrar la memoria del exilio andaluz, que tiene plumas de primer nivel –Alberti, Zambrano, Juan Ramón– pero también una gran cantidad de autores que necesitan ser rescatados. Y pasa lo mismo con los narraluces, cuyos libros apenas se pueden encontrar en librerías de viejo. El patrimonio literario andaluz va a ser fundamental, incluyendo a los heterodoxos. Quiero iluminar todos esos rincones, y dentro del Cal hay líneas para hacerlo.
¿Qué otros puntos fuertes tendrá su propuesta?
Me gustaría reforzar las ayudas a la creación literaria, crear becas de escritura en espacios singulares. Andalucía ha sido siempre lugar de inspiración, y debe seguir siéndolo para los autores noveles. También proyectar la obra de los andaluces más allá de Andalucía, porque hay escritores fantásticos a los que les cuesta pasar Despeñaperros. Me gustaría hacer colaboraciones con el Instituto Cervantes…
Que está dirigido ahora por otro andaluz…
Hombre, el gran Luis [García Montero], hemos coincidido mucho. Qué decir de él, un referente, un clásico vivo. Ojalá podamos colaborar.
¿Más puntos en su agenda?
Primordial: ayudar a las librerías, que están pasando por unos momentos complejos, pero se han convertido no solo en lugares donde se vende libros, sino donde nos reconocemos los lectores. Esa idea de librería como lugar donde siempre ocurren cosas me interesa mucho. Me gustaría también jugar con el patrimonio, hacer rutas de escritores, incorporar nuevas dimensiones, cambiar los formatos de las presentaciones, hacerlas en formatos singulares o con guiños a otras disciplinas… Algo más animado que lo que conocemos hasta ahora. También hay que reforzar los clubes de lectura, una red que ya existe, pero conviene potenciar.
La escritora y la periodista que hay en usted, ¿qué han dicho al recibir la noticia de que se dedicará los próximos años a la gestión?
La escritora siempre ha convivido con la periodista. Le gustaría ser solo eso, escritora, pero eso es imposible en este país. Ahora toca borrarse en cuanto a proyección pública y ponerse al servicio de los demás, aunque naturalmente seguiré escribiendo como siempre, en los ratos de soledad. En cuanto a la periodista, esa parte va en la mirada. También va a seguir siéndolo, solo que tiene que estar más eclipsada.
Antes de que tome posesión, ¿me adelantaría de qué va su nueva novela?
Solo le doy un datillo: va en la línea de la anterior, dedicada a Murillo, y rescata –para variar– un personaje de primerísimo nivel de nuestro Renacimiento, entre los siglos XV y XVI.
Andaluz, espero…
Por supuesto. No hay que ir muy lejos, estamos rodeados de grandes personajes.