Bromea, pregunta, gesticula y se revuelve en su asiento una y otra vez. A sus 72 años, Peter Greenaway es tan dinámico como el montaje de sus propias películas… o de su adorado Eisenstein, al que acaba de homenajear con una cinta estrenada en la Berlinale, el festival de cine de la capital alemana.
La elegancia de su traje oscuro con rayas blancas se ve acompañada por un acento británico igual de impecable. Eso no le impide llamar a las cosas por su nombre y criticar la homofobia que Vladimir Putin impone en la patria de Serguéi. “Putin se ha inventado la homofobia en Rusia. Se trata de un fenómeno político y social creado por un hombre que quiere tenerlo todo bajo control. A los transexuales se les va a prohibir ahora tener carnet de conducir… ¿Qué tendrá que ver tu sexualidad con conducir un maldito coche?”, se pregunta.
En Eisenstein en Guanajuato, el británico expone con luz y taquígrafos la homosexualidad del autor soviético. “La homosexualidad de Eisenstein queda sugerida en su propio cine. El Acorazado Potemkin, por ejemplo, está lleno tanto de penes disparando y eyaculando, como de marineros desnudos”, recuerda.
Si el maestro ruso acudía a los símbolos y las metáforas, Greenaway, en cambio, va directamente al grano: desnudos masculinos y mucho sexo. Es así como el director inglés revela la salida del armario del ruso durante la estancia que pasó en México rodando una película. “Eisenstein estaba muy preocupado por su sexualidad y era muy susceptible sobre el tema”, aclara.
“Soy muy popular en Rusia”
En Rusia, que ha prohibido por ley la propaganda homosexual, no ha sentado nada bien esta revisión de la figura de uno de sus mayores genios artísticos. “Rusia ha tratado de censurarme. Lo ha hecho coaccionándome y diciéndome que ya no era bienvenido en el país”, aclara el realizador que, a pesar de la insistencia de este periodista, prefiere no entrar en más detalles. A Greenaway, premiado en 2014 con un Bafta honorífico, le duele que se le trate así en un país, “que conozco bien y donde soy muy popular. Una vez nada más bajarme del avión, el taxista me reconoció y me recitó en ruso un diálogo de El cocinero, el ladrón, su mujer y su amante”.
Asimismo, el director prefiere restarle importancia al alto contenido sexual de la cinta. “En la Antigua Grecia se hablaba del eros y el tanatos, de la vida y la muerte. Los griegos pensaban que el comienzo y el final eran muy importantes. Es más, si piensas en cualquier película, siempre habrá alguien que muera y que folle. Así ha sido así desde los comienzos del cine”, reflexiona.
El galés, que descubrió al cineasta ruso a los 27 años, no oculta su admiración por su maestro, quien desarrolló su propia teoría del montaje basándose en las ideas de Lev Kuleshov. “Eisenstein es universal, no un simple propagandista. Gracias al apoyo de la Unión Soviética se convirtió en un artista universal. La capilla Sixtina, por ejemplo, es una obra de propaganda extraordinaria para el catolicismo, pero en cambio no nos referimos a Miguel Ángel como un propagandista. El arte en mayúsculas es propaganda”, aclara.
El cineasta asegura que “el montaje de mi película es un homenaje a Eisenstein. Creo que es el mayor cineasta que he visto nunca. Comparado con el cine americano de la época, El Acorazado Potemkin es una película con un montaje muy rápido”.
“El cine está en manos de gente con poco talento”
Concebida de una manera dinámica e innovadora, tal y como acostumbra en sus películas anteriores, Peter Greenaway cree que, al contrario que otras artes, el cine se ha quedado estancado. “El cine es muy reaccionario y apenas consigue producir nada nuevo. Scorsese hace exactamente el mismo tipo de película que Griffith. Es muy decepcionante. Si piensas en la pintura, en 1895, cuando los Lummiers inventaron el cine, Van Gogh acababa de hacer unas pinturas fantásticas y el salto que da Warhol es enorme. Si hablamos de la escritura, en 1895, tienes a H.G. Wells y su Guerra de los Mundos. Ahora tenemos a Borges. El cambio del lenguaje de otras artes ha sido enorme en estos 130 años, mientras el cine no ha cambiado y se ha convertido en un medio aburrido en manos de gente con poco talento”.
El director británico cree, eso sí, que el cine digital terminará cambiando el lenguaje del cine. “El montaje actual te permite concebir la película como una pintura, ya que puedo cambiar lo que quiera. El cine debería aprovechar esta oportunidad”, concluye.