Un tráiler con 131.000 test rápidos para la detección del coronavirus ha llegado esta mañana de lunes al Puerto de Sevilla. Es la remesa que corresponde a Andalucía del más de millón de pruebas que el Ministerio de Sanidad ha distribuido entre las comunidades autónomas entre ayer y hoy. Con este cargamento, la Junta de Andalucía cuenta ya con 230.000 test rápidos -50.000 comprados y otros 100.000 donados por la empresa Festina- y entra en una nueva fase para “desescalar” los niveles de contagio.
En los próximos 20 días, la Junta contará con medio millón de pruebas rápidas para hacer un muestreo epidemiológico de la población andaluza. Los test que ha enviado hoy el Ministerio serán testados por un equipo de laboratorio del Sistema Andaluz de Salud (SAS) para confirmar su efectividad, y luego se distribuirán en coche por las ocho provincias. El consejero de Salud, Jesús Aguirre, ha precisado cuál será el criterio de reparto: primero entre el personal sanitario, más expuesto al contagio, tanto los que siguen en activo como los que están aislados en su domicilio con síntomas.
Andalucía tiene una de las tasas más altas de contagios entre sanitarios: 2.005 infectados, casi una cuarta parte del total. Muy pocos están ingresados, según Aguirre, y la gran mayoría está aislado en su domicilio sin síntomas o con síntomas leves. Ellos serán los primeros en someterse a los test rápidos, junto a sus compañeros en activo. El consejero ha anunciado que “no hará caso” a la recomendación del Ministerio de Sanidad de reincorporar al personal sanitario a su puesto siete días después de detectarles positivo de COVID-19, y les mantendrá en cuarentena hasta los 14 días. Además, muchos médicos y enfermeros han optado voluntariamente por residir estos días en un hotel habilitado por la Junta, para no someter a sus familiares a un posible contagio.
Después de este colectivo, los test rápidos se distribuirán en las 800 residencias de mayores (incluido sus trabajadores), por ser también población de riesgo. Por último, “y en la medida que nos llegue”, se extenderá la prueba entre la población en general, primando los posibles casos sospechosos, con el fin de hacer un muestreo de la situación real.
Las administraciones sanitarias llevan semanas hablando de los test rápidos, pero hasta hoy ninguna comunidad ha dispuesto de ellos de forma masiva. Hace una semana, el Ministerio de Sanidad gestionó una compra errática de 640.000 test a una empresa china, que luego hubo que devolver porque las pruebas eran defectuosas. La Junta de Andalucía anunció también que había “cerrado la compra” de otros 50.000 test a esa misma firma, pero paralizó la compra al confirmarse los fallos en las pruebas.
Los test rápidos para detectar el COVID-19 son una herramienta “fundamental” para dimensionar el avance de la epidemia y poder controlarla. El cargamento que Sanidad ha enviado a la Junta de Andalucía viene acompañado de ciertas normas de uso, porque en la fase de desaceleración de contagios la estrategia ha cambiado y el protocolo será distinto. Los test rápidos deben ser utilizados “como complemento a las pruebas PCR”, que actualmente se están usando para la población de más riesgo: profesionales sanitarios, personal esencial y pacientes críticos.
Hay tres tipos de test para detectar un positivo de coronavirus: los llamados PCR, los que se han realizado hasta la fecha, son la prueba más fiable, pero también es la más lenta, porque sólo se pueden hacer en laboratorios (se necesita una muestra biológica del paciente) y tarda un mínimo de 24 horas en proporcionar el resultado. En Andalucía se han realizado hasta la fecha 34.592 pruebas de PCR (en algunos hospitales se fabrican sus propios test).
Luego están los test rápidos, que son portátiles, más baratos, más sencillos de usar, pero menos fiables (de ahí que el Ministerio recomiende complementar con una prueba PCR los casos positivos en otro tipo de pruebas). Hay dos tipos de test rápidos: uno detecta antígenos, proteínas que rodean la membrana del virus, y se recoge con una varilla a través de la nariz o la garganta. El otro detecta anticuerpos en sangre, con un pinchazo en el dedo (como el test de glucosa), pero esta prueba no sirve para diagnosticar el virus en los primeros días de contagio. El sistema inmunológico tarda una semana en generar anticuerpos.
Los PCR detectan la infección en un corto espacio de tiempo -de cuatro a seis días-, mientras que los test rápidos no dan la voz de alarma hasta los siete o diez días. “Los primeros me sirven para aislar a los pacientes que dan positivo, mientras que los test rápidos son para hacer un muestreo, o para salir de dudas sobre un paciente que haya dado falso negativo”, ha explicado Aguirre. El consejero admite que la prueba rápida no ofrece una información tan fiable como los PCR, de los que manejan mucha menos cantidad. Un test rápido puede dar negativo en un paciente y siete días después dar positivo, de modo que la Junta también los usará varias veces en la misma persona, cuando ésta está expuesta al riesgo (caso del personal sanitario).
El uso masivo de estos test sanitarios multiplicará también el número de contagios registrado que se publica diariamente, y que actualmente está en 8.581 positivos.