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Susana Díaz entierra su recelos hacia Sánchez y aparca sus exigencias a Moncloa

El PSOE de Susana Díaz ha dejado de ser el PSOE disidente de Pedro Sánchez. Y de momento, el Ejecutivo andaluz no va a ser el azote del Gobierno socialista, como lo ha sido para el gabinete de Mariano Rajoy. Ni la federación socialista andaluza ni la Junta van a meter prisas ni presiones a un Ejecutivo que, dicen, se sostiene en unas circunstancias muy “excepcionales”. “En Andalucía vamos a dar lo mejor para apoyar al Gobierno socialista de España. Desde aquí arrimaremos el hombre”, dice el secretario de Organización, Juan Cornejo.

Los socialistas andaluces, todavía en shock por el ascenso de Sánchez a Moncloa, han tomado nota de su error de cálculo político y ahora se aferran a un discurso de perfil bajo en relación con el nuevo presidente. Ni van a presionar para introducir beneficios para Andalucía en los Presupuestos Generales del Estado -aprobados por un Gobierno del PP, gestionados por otro del PSOE- ni apremian a Sánchez a convocar las elecciones generales cuanto antes, como defendían hace sólo una semana. “Ferraz ha anunciado que no se va a agotar la legislatura. Pero nosotros no vamos a recomendar ni dejar de recomendar lo que tiene que hacer el presidente sobre las elecciones”, dicen.

El PSOE andaluz, que tiene mayoría de diputados en el Congreso, ni siquiera va a hacer el gesto político de introducir enmiendas a los Presupuestos Generales en el Senado, porque saben de sobra que el PP usará su “super mayoría absoluta” para tumbarlas. Ese muro de contención del PP en la Cámara Alta, y del PP con Ciudadanos en la Cámara Baja, no ha impedido al PSOE llevar iniciativas políticas a sabiendas de que serían rechazadas por una mayoría conservadora. No se traducían en nada para el ciudadano, pero situaban el debate ideológico en el plano de la izquierda. Los socialistas andaluces no van a explorar esa senda ahora, porque por nada del mundo quieren prolongar el relato de susanistas contra sanchistas, ya no sólo en el plano orgánico, sino entre dos gobiernos: el central y el andaluz. “Nos jugamos mucho”, dice un alto dirigente, consciente de que en ambos casos gobiernan con minoría, Sánchez con el apoyo eventual de todo el arco parlamentario, excepto Ciudadanos, y Díaz con Ciudadanos.

“No estamos en el día de exigir nada a un Gobierno que ni siquiera está constituido. Aunque el PSOE hubiese presentado 200.000 enmiendas iban todas al garete. El único que puede presentar algo en el Senado es el PP, que tiene mayoría absolutísima, lo que presenten los demás no cuenta”, dice Cornejo, cuando le preguntan por la agenda andaluza de reclamaciones que hasta hace siete días se le recordaba insistentemente a Rajoy: la convocatoria del Consejo de Política Fiscal y Financiera para negociar el nuevo modelo de financiación autonómica; el déficit en inversiones estatales en Andalucía, sobre todo en materia ferroviaria (el eje Algeciras-Bobadilla, el tren a Granada…); el plan extraordinario de empleo para una comunidad con un 25% de paro; la corrección de los Presupuestos Generales “más nefastos y dañinos para Andalucía”.

La Junta de Andalucía no ha renunciado a ninguna de esas reivindicaciones, pero las ha puesto en cuarentena. Ahora quien se las va a recordar diariamente son los grupos de la oposición, ya lo hacían este lunes Podemos, IU, Ciudadanos y, con especial retranca, el PP andaluz, que se ha pasado tres años acusando a la presidenta andaluza de “confrontar con el Gobierno de Rajoy”. “Vamos a seguir manteniendo que los Presupuestos no son buenos para Andalucía, pero estamos ante una situación excepcional”, insisten.

Ministros andaluces

Susana Díaz ha enterrado sus recelos hacia Pedro Sánchez, igual que lo hizo tras su derrota en las primarias, pero esta vez ha elegido un agujero más profundo. Los socialistas andaluces despreciaron las “asambleas abiertas” que organizó el secretario general para entrar en contacto con las bases del partido en todas las federaciones. La presidenta andaluza dio plantón a la Escuela de Gobierno que organizó Ferraz con objeto de reunificar el partido tras las primarias, y lo hizo con “desdén y alevosía”, en palabras de un notable pedrista, confirmando su ausencia 24 horas antes de que arrancaran las jornadas. “Como mejor ayudo al PSOE es haciendo mi trabajo en Andalucía. Ellos lo van a hacer bien en su escuela, seguro”, dijo entonces, resonando en los oídos de todos aquel “su” escuela.

En Andalucía se ha instalado la satisfacción por ver cómo un presidente socialista desplaza al Gobierno del PP después de siete años. “El PP ha maltratado, discriminado, marginado, despreciado y orillado los intereses de Andalucía”, dicen desde la ejecutiva regional. Ahora no van a conjugar el verbo “exigir” como hacían con Rajoy, pero esperan mucho de Sánchez en la Moncloa, empezando por el nombramiento del Consejo de Ministros, donde no descartan ver más de un andaluz, incluso alguno alineado con la presidenta de la Junta. Ayer circulaban tres nombres de peso del propio gabinete de Díaz: la consejera de Hacienda, María Jesús Montero; el titular de Economía, Antonio Ramírez de Arellano; y la consejera de Justicia, Rosa Aguilar, sin que el Ejecutivo andaluz confirmara o desmintiera ninguno de ellos.

Quien más tendrá que decir sobre esos nombramientos -incluido el próximo delegado del Gobierno en Andalucía y subdelegados en las provincias- es el histórico alcalde de Dos Hermanas y actual presidente del Comité Federal del PSOE, Francisco Toscano, figura clave en el ascenso de Pedro Sánchez. Es, sin duda, el andaluz de más peso en el entorno del ahora presidente, y además un reconocido crítico de Susana Díaz. Toscano da por hecho que habrá ministros andaluces -además de Carmen Calvo- y asegura que Sánchez tendrá “una sensibilidad especial con Andalucía” y “diálogo fluido” entre Junta y gobierno. Más temprano que tarde, Pedro Sánchez se va a enfrentar a unas elecciones generales y necesitará que el PSOE andaluz, aún la federación más numerosa, despliegue todo su músculo y movilice a todos sus afiliados para mantenerse en Moncloa.

En el PSOE de Susana Díaz, que hasta hace dos días iba como un tiro en las encuestas mientras las expectativas de Sánchez caían (como ellos mismos no dejaban de recordar), han memorizado el manual de respuestas “leales”. Ya no hay frases de doble sentido, ni dardos, ni pullas, ni comentarios cínicos, ni mensajes a la contra. El socialismo andaluz ya no tiene aristas. Pero todo es tan reciente, que las respuestas de manual chirrían a los observadores externos, los que llevan año y medio siguiendo en primera fila la guerra civil entre sanchistas y susanistas, antes y después de las primarias.

Los socialistas andaluces son rehenes de sus propias palabras, cargadas de recelos cuando no de hostilidad con todo lo que hacía y dejaba de hacer Pedro Sánchez. En las últimas 72 horas, la realidad política del país ha dado un vuelco inesperado, y el enfoque del PSOE andaluz ha cambiado drásticamente. La agrupación de Susana Díaz, la más numerosa del partido, ha declarado su lealtad al nuevo Gobierno de Sánchez, y lo ha hecho sin romper el hilo de continuidad de su relato anterior, lo cual chirría en los oídos de quienes venían escuchando durante meses, y en privado, un discurso cargado de desconfianza y rencor hacia el madrileño. “Es una improvisación tras otra”; “No está ni se le espera en el tablero político”; “No tiene una hoja de ruta clara, sólo ocurrencias”; “

Casi desde que Pedro Sánchez llegó por primera vez a la secretaría general del PSOE, aupado por Susana Díaz, la federación andaluza ha ejercido de pepito grillo del Partido Socialista. De nuevo, antes y después de las primarias. Díaz fue la voz del aparato orgánico en la pugna interna contra el madrileño, detrás de ella estaban todos los barones territoriales con poder y la aristocracia del PSOE: Felipe González, José Luis Rodríguez Zapatero, Alfredo Rubalcaba. Tras su derrota en las primarias, se parapetó en su rol institucional, la presidencia de Andalucía, la institución de más peso que ostentaban los socialistas, pero desde la distancia siguió representando “la memoria histórica del PSOE”, como dice un alto dirigente de su Gobierno. “El PSOE de siempre”, un lema que usó sin éxito durante las primarias, y que luego ha seguido defendiendo ante las “ocurrencias e improvisaciones” de Sánchez.

Díaz y su equipo nunca han confiado en el madrileño, aplastado en todas las encuestas de intención de voto hasta que una moción de censura le ha encumbrado hasta Moncloa. El principal objetivo de Susana Díaz -expulsar al PP del poder- lo ha logrado Pedro Sánchez, con una estrategia “kamikaze” que, como dice algún miembro de la Junta, “todos hubieran esperado de alguien como Susana Díaz, pero nadie se esperó de Sánchez”.