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ENTREVISTA Presidente de la preautonomía de Andalucía

Rafael Escuredo: “Lo del 'Gobierno socialcomunista' ya lo usaba la derecha contra quienes defendíamos la autonomía plena en Andalucía”

Daniel Cela

19 de febrero de 2021 22:33 h

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Si se recuperan los escritos, las entrevistas en prensa y los cortes de radio de Rafael Escuredo (Estepa, 1944) en los años 80, uno tiene la sensación de estar escuchando a un rebelde, a contracorriente del poder institucional y de su propio partido, el PSOE. Alguien que metía prisas a la transición española desde el sur, con sus mítines de pueblo en pueblo, por una Andalucía sin carreteras y por alfabetizar, con su huelga de hambre y su reclamación de una consulta popular sobre la autonomía plena.

El presidente de la preautonomía de Andalucía [y presidente ya de la Junta entre 1982 y 1984] es uno los artífices del autogobierno andaluz por mediación del referéndum de autonomía del 28 de febrero (28F) y, de rebote, de la descentralización de España, “pero éste nunca fue el objetivo del 28F, aunque ahora algunos digan que lo fue”. Su figura se ha hecho gigantesca hoy. Es referente para políticos de izquierda y para políticos del centro derecha, aunque a veces unos y otros hagan una lectura interesada de su papel en la historia de Andalucía.

Para evitar confusiones “extrañas”, ha dejado escrito Valió la pena. La lucha de Andalucía por su autonomía (Editorial Tirant Lo Blanch), junto a su amigo Juan Cano Bueso, catedrático de Constitucional de la Universidad de Almería y ex presidente del Consejo Consultivo de Andalucía. El libro desmigaja el proceso autonómico andaluz, pero no sólo: como buen libro de Historia, proyecta su experiencia del pasado hasta el presente -deteniéndose en cómo saldrá herido el Estado de las autonomías de la errática gestión de la pandemia- y hacia el futuro, proponiendo una reforma de la Constitución que avance hacia un modelo federal de país. Esta charla con eldiario.es se produce por teléfono, desde su domicilio en Madrid:

El título del libro ‘Valió la pena’, ¿tiene un matiz nostálgico o provocador?

Tendrá que decidirlo el lector. Llevábamos tiempo queriendo escribir un libro de referencia con todo el material que tenemos acumulado sobre el proceso autonómico andaluz. Yo fui protagonista, he leído todo lo que se ha escrito al respecto, que es mucho, y aún así encontré huecos que hacían necesario contarlo en primera persona. Es una manera de poner en valor hoy aquella batalla social y política que mucha gente hoy no conoce, o conoce de lejos.

Hay una generación de políticos andaluces, nacidos después de 1980, que tienen muy mala imagen del autogobierno. Critican que estos 40 años no hayan sacado a Andalucía del furgón de cola en industrialización, en inversión estatal, con tasas de pobreza, paro y fracaso escolar duras ¿los gobiernos de la Junta no han sabido explotar sus competencias?

Sí, he escuchado hablar a los jóvenes. Me preocupa más que la gente de mi generación esté en condiciones de valorar lo que se hizo entonces y de trasladárselo pedagógicamente a las generaciones que vienen detrás. De todos los partidos, eh. La Andalucía que nosotros conocimos tenía 1,5 millones de analfabetos. Había mujeres embarazadas en un pueblo que tenían que llamar a un taxi para ir al hospital de la ciudad más próxima y parían por el camino. No existían las infraestructuras transversales, yo mismo, para ir de Sevilla a Almería, tardaba menos horas si subía a Madrid y de ahí a Almería. Hagamos un poco de memoria antes de precipitarnos a enjuiciar el autogobierno. Y luego, sí, algo no hemos hecho bien si a estas alturas quedan tantas asignaturas pendientes.

Lo del Gobierno socialcomunista ya lo usaba cierta derecha hace 40 años contra quienes defendíamos la autonomía plena en Andalucía"

Le preguntaba por el título de su libro porque la gestión de la pandemia, primero con el mando único del Gobierno, y luego con el poder delegado a las comunidades, ha tensionado más que nunca el Estado de las autonomías…

En efecto, a algunos les ha faltado tiempo en esta grave crisis sanitaria por la pandemia para unirse al discurso territorial de la extrema derecha y volver a hablar de devolver al Estado competencias autonómicas, como la Sanidad y la Educación. Los que hablan despectivamente de las 17 formas de gestionar la pandemia se han sumado al lema de la extrema derecha, que quiere dinamitar el Estado autonómico. Yo me lo he preguntado al revés: ¿Qué hubiera sido de nosotros en esta pandemia con un Estado centralizado? Sin un diálogo continuo con las comunidades autónomas, ¿el Gobierno habría adoptado una solución apta para todos los territorios, la misma para todos? Alemania es un modelo federal asentado, allí la canciller Merkel se ha sentado con los líderes de todos los Länder para establecer políticas coordinadas. España ha seguido el mismo camino, porque aquí existe un modelo descentralizado. Lo que pasa es que a algunos nunca les ha gustado.

Andalucía no necesita un partido como Teruel Existe: tiene un gobierno autonomista y 8,5 millones de andaluces

¿A quiénes no?

Yo vivo en Madrid, y aquí el gobierno autonómico nunca ha querido las competencias en Sanidad ni en Educación. La vieja denuncia de que hay 17 sistemas sanitarios o los 17 sistemas educativos... quienes defienden unificar y optimizar políticas con el pretexto de un supuesto interés común y una mejor eficiencia, lo que buscan es el adelgazamiento del Estado Autonómico, lo que quieren es sustraer a las comunidades autónomas competencias que les pertenecen por derecho propio, y que tienen reconocidos en sus Estatutos de Autonomía. Es la misma derecha reaccionaria que hace 40 años frenaba al proceso de descentralización del Estado. Y quienes defienden esto desde Andalucía demuestran no haber entendido el 28F o no tener ningún respeto por él. Todo se puede mejorar por supuesto: los sistemas de coordinación y cooperación entre el Gobierno y las comunidades son mejorables, pero la descentralización política es un éxito, porque acerca el poder a la sociedad. En medio de esta pandemia, Gobierno y comunidades, deben situar a la sociedad por encima de cualquier interés partidario. Debemos felicitarnos por los encuentros regulares de la ministra de Sanidad con sus homólogos autonómicos aunque, por desgracia, no siempre se producen con la lealtad necesaria.

El proceso autonómico andaluz fue una lucha en solitario: eso de que Andalucía luchó por la equiparación de otros territorios con Euskadi y Cataluña nunca fue así

En el libro desmiente una reinterpretación que muchos dirigentes políticos de hoy, incluido el PSOE, hacen del 28F: eso de que Andalucía luchó por sí misma y por el resto, que abrió paso a los estatutos de autonomía de otras regiones. ¿No fue así?

No fue así. Celebro que le haya llamado la atención eso. Andalucía luchó para sí, no lo hizo para lograr una equiparación del conjunto de España con las nacionalidades históricas de Euskadi y Cataluña. El proceso autonómico andaluz nunca fue una reivindicación en nombre de Valencia, Murcia o Extremadura, eso nunca ocurrió. Aquello fue una lucha en solitario del pueblo andaluz para situar a nuestra tierra en el lugar que le correspondía. De hecho, ni siquiera en el PSOE estábamos todos con el 28F, eso es una realidad. Nosotros íbamos un poco por libre y en el partido, sobre todo en Madrid, había un poco desconcierto con nuestra lucha. Al principio indiferencia y luego, cuando empezaron a darse cuenta de que los mítines improvisados en los pueblos andaluces conseguían reunir a 10.000 personas, fue cuando empezó a llamar la atención de muchos. De los que se subieron tarde y de los que intentaron pararlo, también tarde.

Lo que Clavero Arévalo llamó el café para todos vino después...

Lo de la igualación de los territorios fue más tarde, sí, después del golpe de Tejero [23 de febrero de 1981]. La frase del café para todos de Clavero estaba pensada, quizá, para una realidad a futuro con la igualación en el ámbito competencial de todas las comunidades, y seguro que contribuyó al reequilibrio entre el norte y el sur de España. Pero eso poco tenía que ver con lo que el pueblo andaluz se ganó mediante el referéndum del 28F. En los tiempos del 28F, los únicos que pidieron café fuimos los andaluces y, por cierto, lo pagamos a un precio alto. Luego hemos escuchado interpretaciones interesadas de todo tipo, sobre todo como contrarelato del procés catalanista, que nos intentan presentar el proceso autonomista andaluz como una suerte de guardián de la Constitución y del Estado descentralizado. Conviene no confundir a la gente sobre lo que nos jugábamos: Andalucía luchaba por la igualación con el trato privilegiado que el constituyente le había concedido a las llamadas nacionalidades históricas, obviando que el pueblo andaluz no estaba dispuesto a transigir con esa desigualdad.

Hoy hay un Gobierno andaluz de PP y Ciudadanos que reivindica y se considera abiertamente deudor del 28F. Puede que ese sea de los mejores legados, ¿no?

Lo es, en efecto. Yo me alegro de que el actual Gobierno de PP y Cs reivindique el 28F, que lo hayan incorporado a su discurso político y que hayan entendido e interiorizado el perfil autonomista y también el andalucismo. La autonomía plena sin andalucismo es un pato cojo, y el Gobierno andaluz actual lo ha entendido. En su día el centro derecha se opuso férreamente a que Andalucía lograse una autonomía plena. Decían que eso del 28F era cosa de un Gobierno socialcomunista o que traería un Gobierno socialcomunista, por si le suena el concepto. Luego estuvieron en el Pacto de Antequera. Nos hubiera gustado que hubiera unanimidad, y creo que Adolfo Suárez estaba por la labor, porque acabaría dándome la fecha del 28 de febrero.

A lo mejor al rey Juan Carlos nunca le gustó la idea de un Estado descentralizado, pero nunca me lo dijo

En el libro menciona un capítulo que yo desconocía. Cuando acude a venderle su idea de la plena autonomía andaluza al rey Juan Carlos. ¿Qué papel jugó el monarca en el 28F? ¿Fue decisivo?

Yo conocí al rey en una gira que hizo entonces por Andalucía, gracias a la mediación del profesor Clavero y de Cecilio Valverde [entonces presidente del Senado], que era cordobés. Voy a hablar con el rey porque el presidente Suárez no me recibía y esquivaba todos mis mensajes para que convocase el referéndum de autonomía. Estuve con él una media hora, contándole todo el proceso, la realidad del pueblo andaluz, el problema que supondría para el sur quedarse atrás... El rey me escuchó en silencio, él siempre ha tenido un trato afable, cercano, pero en aquella reunión no dijo ni una palabra ni hizo gesto alguno de empatía. A un metro de mí y nada. Silencio. Salí con la sensación de que todo iba mal, y le confesé mi frustración a Sabino Fernández Campo [jefe de la Casa Real]. Luego Sabino me llamó y me dijo que al contrario, que todo había salido bien. Que el rey estaba obligado a ser prudente, que no podía entrometerse en la política de Suárez ni hacer alardes o comprometerse conmigo a nada, pero que había entendido la situación perfectamente. En efecto, el presidente del Gobierno me telefoneó no mucho después y me dio la fecha de la consulta. Fue una sorpresa tremenda. Cuando ganamos el referéndum fui a verle y estuvo muy cordial, me dijo que él no podía salirse de la neutralidad. A lo mejor al rey Juan Carlos no le gustaba la idea de un Estado descentralizado, pero nunca me lo dijo.

¿Qué piensa de la situación actual de Juan Carlos I? ¿Cree que el rey emérito podría escribir también un libro titulado Valió la pena?

Ja, ja, ja. Bueno, yo ubico la trascendencia histórica del rey Juan Carlos en una fecha concreta: el 23 de febrero de 1981, el día del intento de golpe de Estado de Tejero y sus militares. En aquel momento, quien nos salvó del golpe fue el rey, fue la actitud firme de Juan Carlos. No lo recuerdo de otro modo. ¿Cómo no voy a defender su papel en la historia de España? Luego han salido capítulos de su proceder que son claramente reprochables, no creo que esos encajen con el título de este libro.

¿Cómo recuerda el diálogo entre las distintas fuerzas políticas en los meses previos al referéndum de autonomía? Ahora se habla mucho de la polarización que divide al país, ¿es comparable a la de entonces?

Había polarización política, no social, como ahora. Y no era una polarización en bloques tan compactos. La polarización sale cuando la UCD pone pie en pared con la vía del artículo 151 de la Constitución, que permitía a las comunidades no históricas acceder al autogobierno político si cumplían ciertos criterios. Digo que no fue una polarización tan compacta, porque ahí la figura emblemática de Clavero fue fundamental, que le llevó a dimitir como ministro del Gobierno de Suárez después de que su partido intentase frenar que Andalucía se equiparase a Cataluña y Euskadi a través del 151. La derecha, representada entonces por Alianza Popular, era partidaria del centralismo estatal. El PSOE y el PCE defendían un federalismo confuso como fórmula de organización del país, y los nacionalistas, PNV y CiU, proponían una suerte de confederalismo a través del ejercicio del derecho de autodeterminación y de un pacto directo con la Corona. Entonces se hablaba mucho y a diario de la realidad plurinacional del Estado español, era un debate que estaba en los congresos de todos los partidos. Sí quiero recordar especialmente el papel fundamental que jugó el Partido Comunista de Andalucía, que apoyó la lucha autonomista con énfasis, que se involucró en los pueblos más recónditos de Andalucía, y que contribuyó decisivamente con figuras como la de Isidoro Moreno o Felipe Alcaraz.

¿Le recuerda la movilización política y social de Andalucía en los 80, previa al referéndum de autonomía, al movimiento independentista en Cataluña? No me refiero al proces, sino al sentimiento de la sociedad que hay detrás…

En Euskadi, en Cataluña y en Galicia, en los años 80, yo no hablaría de movilización: a ellos les regalaron una autonomía plena, porque habían tenido estatuto en la Segunda República, y a nosotros nos concedían una descentralización administrativa. Sobre Andalucía pesaba un agravio territorial histórico que se reflejaba en datos de pobreza, de analfabetismo, de aislamiento en infraestructuras... Era una reivindicación social antes que política, vino desde abajo, no desde arriba, como ha pasado en Cataluña. Se recuperó la figura de Blas Infante, el himno de Andalucía, la bandera blanca y verde...

Andalucía nunca le hizo trampas al Estado: siempre estuvo en contra del independentismo

¿Usted comparte la idea de convocar un referéndum de autodeterminación en Cataluña?

De ninguna manera, eso no está en la Constitución. Esa idea del segregacionismo territorial no es nueva, ya se defendía hace cuarenta años. Andalucía nunca le hizo trampas al Estado, siempre estuvo en contra del independentismo. El derecho de autodeterminación es algo que se reivindica en las antiguas colonias, no tiene razón de ser en un Estado compuesto ni en la historia de España.

Ustedes terminan el libro proponiendo una reforma constitucional y avanzar hacia un modelo federal, similar al de Alemania. Pero, insisto, ahora se han multiplicado las fuerzas políticas que se quejan de la dificultad del Estado autonómico para afrontar crisis como la que vivimos...

Sí, nosotros proponemos una reforma federal del Estado, con un Senado que funcione verdaderamente como una Cámara de representación territorial, con una reforma fiscal que respete los equilibrios. El problema es cuándo hacerlo. Ahora mismo la política se mueve por impulsos emocionales muy fuertes, con especial virulencia en Cataluña, que a su vez genera una reacción contraria de aquellos que siempre han apostado por el centralismo. El órdago catalanista ha servido de acicate para quienes siempre han acusado al Estado Autonómico de ser el responsable de la supuesta ruptura del mercado único, de despilfarro económico y del debilitamiento de la marca España. Quienes defienden esta tesis son los mismos que vieron frustradas sus esperanzas de construir un Estado sólo descentralizado en apariencia hace 40 años. Para avanzar hacia un Estado Federal, necesitamos recuperar un nivel de consenso similar al que hizo posible la Constitución del 78.

Hay partidos a la izquierda del PSOE andaluz que reclaman un grupo propio en el Congreso similar a Teruel Existe, y denuncian que Andalucía no tiene el peso político que merece en el conjunto del Estado pese a tener 61 diputados andaluces en la Cámara Baja...

Teruel Existe es un partido que nace de un problema concreto y sin resolver, que es la España vaciada. Andalucía no necesita un partido como Teruel Existe porque tiene un Gobierno autonómico y 8,5 millones de personas capaces de ponerse en pie y reivindicar sus derechos: no ser más que nadie, pero menos que nadie. Ya lo hicimos una vez y podemos volver a hacerlo. La Junta de Andalucía, gobierne quien gobierne, y los partidos de la oposición, sean los que sean, están obligados a denunciar cualquier situación de privilegio para otros territorios. Andalucía debe levantar la voz y decir que nadie está por encima de nadie. El Gobierno central no puede ceder a una política bilateral de privilegios con quien más llora. El niño llora y se le da un juguete, eso no funciona así. Por eso es importante que haya un Gobierno de vocación autonomista en Andalucía.

Apoyaré a quien sea andalucista, quien tenga un discurso de no confrontación y de respeto a las minorías [primarias del PSOE andaluz]

Ahora vive en Madrid, pero imagino que ha seguido la política andaluza estos dos últimos años con un Gobierno de centro derecha apoyado en la extrema derecha. ¿Le ha parecido menos grave de lo que algunos pronosticaban?

Usted sabe que soy miembro permanente del Consejo Consultivo de Andalucía y, por tanto, no puedo hacer manifestaciones políticas sobre el Gobierno andaluz. A lo máximo que puedo llegar es a reivindicar un Gobierno autonómico y andalucista, y con el mismo énfasis, una oposición que reivindique los derechos de los andaluces en igualdad de condiciones. Pero todo el mundo conoce mi opinión.

En el PSOE andaluz se ha abierto un debate interno sin precedentes que exige a la secretaria general, Susana Díaz, echarse a un lado para facilitar una renovación. ¿Cree que hace falta refundar el discurso y el proyecto socialista andaluz tras la llegada de la derecha al poder?

Ja, ja, ja. No puedo meterme en ese jardín, pero se lo diré de un modo en el que se me va a entender todo: Apoyaré a quien sea andalucista, a quien defienda un discurso transversal, socialista, de no confrontación y de respeto a las minorías.

Espero volver a entrevistarle en persona y sin mascarilla.

Por supuesto. Y si no me coge el coronavirus, hasta nos tomaremos un buen vino. Cuídese mucho.