ENTREVISTA

Rosario del Rey, experta en ciberbullying: “Todavía seguimos pensando que esto es cosa de niños”

Rosario Del Rey es profesora titular en el Departamento de Psicología Evolutiva y de la Educación de la Universidad de Sevilla, responsable del grupo Interpersonal Aggression and Socio-Emotional Development (IASED) y co-presidenta del International Observatory for School Climate and Violence Prevention. Este martes será una de las expertas de la mesa redonda on line 'La tecnología y nosotros: el ciberbullying', que se emitirá en directo a través de las redes sociales de eldiario.es/andalucia con la colaboración de la Fundación Cajasol.

Empecemos por usar bien el término: ¿ciberacoso o ciberbullying?

Hay un gran debate. El ciberbullying lo vinculamos más cuando es entre iguales, cuando es la prolongación del bullying, del que que tuvimos que hacer hace 20 años una investigación de cómo llamarlo y todo el mundo decía que no se usaba la palabra acoso. Ahora, 20 años después, yo creo que gracias a los medios, que tienen ese poder, se le ha dado una etiqueta a un fenómeno que no la tenía. El ciberacoso también a veces incluye el acoso de los adultos a los menores y entonces yo ahí lo diferenciaría.

¿De qué hablamos exactamente cuando decimos que hay ciberbullying?

Las condiciones del ciberbullying son que una persona esté siendo victimizada, agredida por otro o por otras, de manera repetida, de manera prolongada y con una cierta conciencia del daño de terceros. Es decir, por que una vez me insulten en una red social no estoy siendo víctima de ciberbullying. Ahora, si una vez alguien me hace un meme con una foto mía y tiene muchos retuits, muchos comentarios, aunque a priori fuera una sola agresión, termina siendo una victimización repetida en la que soy víctima varias veces y además por varias personas.

La clave del ciberbullying es la repetición de las agresiones, además de que repercuta en mí y de que me dañe. Hay muchas veces que nos cuesta trabajo comprender a las víctimas porque decimos “si a mí me pasara, yo no le echaría cuenta”. Entonces, no estás siendo víctima de ciberbullying porque no te daña, no te hace sentirte indefensa, no merma tus habilidades, no tiene un impacto emocional negativo. Sin embargo, si a mí eso me daña y hace que ya no quiera poner otro comentario, o merma mi autoestima, estoy siendo víctima de ciberbullying. De ahí que haya veces que tengamos como falsos positivos: gente que tiene un trato rudo en las redes sociales no es que haya ciberbullying sino que no les han educado a cómo relacionarse en redes sociales, en los entornos virtuales.

¿Se aprovecha el anonimato que permiten esos entornos tecnológicos para ejercer ciberbullying?

Los primeros estudios de ciberbullying apuntaban el 24x7 como un signo de diferencia del bullying tradicional, 24 horas todos los días de la semana, y otra cuestión que señalaban era el anonimato. Sin embargo, la mayoría de los informes nos están diciendo que hay posibilidad de anonimato pero que la mayoría de las veces se sabe quiénes son. Mientras que en las características a priori es una gran diferencia, no parece cuando sucede entre menores: uno empieza en encubierto pero tienen pocas habilidades, o lo hacen primero con un perfil falso, pero luego se terminan encontrando cara a cara, etc. No parece ser que lo que más daña proceda de desconocidos.

¿Les cuesta a los adultos comprender las características del ciberbullying?

Hay una cosa que nos cuesta mucho trabajo a los adultos, y que quizá es característico del ciberbullying, y es que ciertos comportamientos entre menores tienen unos significados diferentes que entre los adultos. Por ejemplo, yo publico algo y la gente no me dice que le gusta, o no reacciona, y pienso que no ha servido para nada. Pero la interpretación de los menores o los adolescentes es que le quieren excluir porque, si el resto quiere apoyar lo que tú dices, te da un retuit o un 'me gusta' o reacciona. Es decir, la ausencia de reacción es entendida por los menores como agresión. Objetivamente no hay un acto agresivo, no hay una agresividad, pero en las convenciones del grupo se entiende que se le está agrediendo. Es fundamental escuchar a los jóvenes para entender los significados de sus comportamientos para ellos, porque por ejemplo yo, que trabajo con ellos en mi vida cotidiana, me sigo sorprendiendo.

¿El ciberbullying es algo que esté muy presente en el día a día de los menores y adolescentes?

Está presente, lo cual no quiere decir que sea generalizado. Es verdad que no hay centro educativo o contexto familiar extenso donde no haya un caso o un caso muy cercano. Pero las tasas de prevalencia nos dicen que son incluso menores que las del bullying. En todo caso, es un problema que tenemos que abordar, sobre todo porque quien tiene esa experiencia y se cronifica, persiste durante mucho más tiempo, y tiene unas consecuencias devastadoras para la persona, para la familia, para el contexto, para la propia educación de los otros menores que aprenden mejor hacer esas cosas o a no intervenir. Sí que es verdad que está presente pero no podemos hablar de que todo el mundo está así.

¿De qué manera se puede prevenir o qué se puede hacer para no ser víctima de ciberbullying?

Una cosa que es muy básica es lo que hablábamos antes, unas netiquetas básicas. Al igual que se suele explicar que hay que dejar entrar antes de salir, que hay que dejar a una persona mayor que se siente o que no hay que chillar a los demás, pues muchas veces necesitamos potenciar las netiquetas, es decir, cómo hay que comportarse en las redes sociales.

Por mi experiencia trabajando con jóvenes, está bien partir de una netiqueta general pero hay que adaptarla al contexto porque así afloran las convenciones que hay entre ellos. Por ejemplo, tenemos un programa que está resultando efectivo y es que no le decimos a los chavales lo que no pueden hacer. Hay veces que confundimos las habilidades tecnológicas, en las que ellos nos van a ganar, con la que podríamos decir habilidad sociotecnológica o sociomoral-tecnológica. Los padres no somos expertos en qué hacer en Instagram pero sí podemos avisar de los riesgos de quedar con un desconocido.

Hay una cosa importante que es no dedidir lo que no tienen que hacer, porque no lo van a comprender, sino ayudarles a descubrir los posibles riesgos que asumen cuando tienen ciertos comportamientos, y así empoderar a las familias. En ese sentido, es las escuelas de familia es fascinante ver cómo con poco tiempo les puedes ayudar a ser sensible, a regular el uso intensivo, que nos está subiendo muchísimo la dependencia y ese es un gran riesgo. Y luego trabajar con los menores potenciando su autorregulación. Una cosa que nos pasa en las redes es que hacemos las cosas muy rápido, sin pensarlas, sin anticipar las consecuencias de sus comportamientos en las redes.

¿Cómo se puede advertir de esas situaciones en el contexto de la inmediatez de las redes?

Pues les ponemos en situaciones de casos reales. Por ejemplo, tenemos muchos casos de ciberbullying generado por el sexting. Creo que uno se tiene que anticipar de manera científica. Si un comportamiento aumenta el riesgo, toma tu propia decisión. No estoy culpando a las víctimas, pero al mismo tiempo que tengo que sensibilizar a nivel general de que si a mí me llega un video o una imagen en privacidad de compartir y eso es un delito, también tengo que trabajar a nivel sujeto y a nivel contexto al mismo tiempo. También trabajamos mucho con eso, con “decide tú mismo lo que tú quieres hacer”. En las redes hay una cosa que nos pasa que se llama la distribución de la responsabilidad, es decir, cómo un vaso se va llenando con gotitas de mucha gente. Y así ayudamos a asumir el reparto de responsabilidades.

¿Qué consejos le daría a una familia para prevenir situaciones de ciberbullying?

La primera sería “coge los consejos de siempre”. Nosotros hicimos una campaña de sensibilización en la que decíamos que los consejos de siempre valen para ahora, es decir, que es bueno tener comunicación con los hijos, que nos vean como fuentes de ayuda. Muchos problemas se agravan porque los niños dicen “no se lo digo a mis padres que me matan”, porque han hecho algo que no deberían de hacer. Pero hay que explicitarles que, aunque hagan cosas que no tienen que hacer, siempre nosotros vamos a ser alguien que les va a ayudar, que somos su fuente de ayuda.

Luego, hay que establecer horarios para los menores y para los mayores. La comunicación intrafamiliar ha bajado muchísimo porque estamos juntos pero estamos hablando con otra gente. Cuando queremos tener conversaciones de cosas que nos preocupan, necesitamos tiempo. Ese “¿sabes qué?” de comunicación espontánea de los menores con los padres surge cuando hay muchos tiempos de comunicación. Y para eso, los móviles y las tablets tienen que estar fuera en algunos tiempos.

También, por otra parte, los padres nos tenemos que enterar de qué es lo que pasa en las redes. Hay que estar en las redes, aunque no sea para ser activo, pero se tiene que comprender qué es eso. Hay personas que están tranquilas porque sus hijos están en su dormitorio y no salen por la noche, pero no somos conscientes de que lo que le puede pasar ahí le puede dañar tanto como estar en un sitio descontrolado.

En todo caso, ¿existen protocolos de actuación específicos?

Cada comunidad autónoma que tiene las competencias de educación transferidas tiene unos protocolos de detección. Es decir, que si yo veo que mi hijo ha cambiado de amigos, ha cambiado de humor, que quiere comunicar menos, etc. tengo que primero no preocuparme, pero sí ocuparme. No podemos pasar de no ocuparnos a estar preocupados. Y hay veces que creemos que los adolescentes se crían solos y, aunque crean que no nos quieren, sí quieren que estemos ahí, que estemos pendientes y que seamos piñazo. Tengo alguien muy cercano que me dice que realmente a su padre no le importa porque no les riñe. No porque les demos más ellos se sienten más queridos. Se trata de encontrar el equilibrio entre el control y la supervisión, porque la supervisión es hacer cosas juntos. Comparte con ellos que te importan sus cosas, aunque no te importe. Igual que cuando eres pequeñito se comparten juegos, a estas edades hay que compartir también espacios, algunos de los cuales te aportarán infinito.

¿Cuáles serían los retos para evitar más casos de ciberbullying?

Creo que hace falta desnormalizar cosas, con una buena campaña de sensibilización sobre la desnormalización de cierta violencia que particularmente hay en las redes, y decir que eso no es cosa de niños. Creo que todavía seguimos pensando que esto es cosa de niños.

Después, por otra parte, creo que siempre estamos las familias preocupadas por que nuestros hijos sean víctimas, pero tenemos que preocuparnos también potencialmente del agresor. No tenemos que culpabilizar a los agresores, son menores y necesitan ayuda, pero también tenemos que estar alerta de eso, de preocuparnos de los comportamientos de nuestro hijo en cualquier dirección.

Creo que tiene que haber una apuesta institucional. Cuando tenemos programas que han resultado ser efectivos, yo no veo una apuesta contundente sobre este tema de manera generalizada. No creo que muchas veces sea un problema económico. Creo que las instituciones se marean en 20.000 procedimientos y creo que esto habría que hacerlo. Creo que tiene que haber una apuesta grande de escuelas de familias, de trabajar con las familias estos temas y, al mismo tiempo, que sea coherente a través de la institución educativa, no porque ella sea la responsable, sino porque es donde los tenemos todos.

Por último, y acabo de terminar un artículo sobre ello, es que ya sabemos que es un problema no solamente de Secundaria, porque tenemos niños de 5º y 6º de Primaria también implicados en problemas de ciberacoso. Eso nos está diciendo que cada vez tenemos tenemos que empezar antes.

¿Qué espera de esta jornada?

Yo creo que yo creo que es importante visibilizar el problema del ciberbullying, pero además visibilizarlo en su justa medida. Hay veces que los medios ayudan para sensibilizar sobre un problema, pero hay veces que esta sensibilización no se ajusta a las características o a las dimensiones. Por ejemplo, cogemos a una víctima y lo tratamos como que todo es así, y eso se genera en la sociedad en general, en las familias en general, cierto desarraigo con el problema porque se piensa que eso tan grave no te va a pasar. Creo que una jornada de este tipo nos va a ayudar a ver desde distintos puntos de vista un mismo fenómeno que es complejo en sí y que tenemos que ir comprendiendo poco a poco.