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Sanitarios que dejan Andalucía por las condiciones laborales: “Solo volvería por mi familia”

Álvaro López

4 de octubre de 2021 06:00 h

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Que la sanidad sea pública, gratuita y universal en España es uno de los motivos de orgullo que más suele repetir la clase política como modelo de país. Sin embargo, la pandemia de la Covid-19 y los años de recortes provocados por la crisis del 2008, han sacado a relucir las carencias de un sistema que, en Andalucía, según sindicatos como UGT, CSIF o CCOO, se traduce en malas condiciones laborales que acaban expulsando a los sanitarios hacia otras regiones, hacia la medicina privada o hacia otros países. Para conocer más de cerca esas historias, hablamos con Carolina, Juanma y Manuel, tres ejemplos de profesionales de la sanidad pública que se han ido de Andalucía para buscarse un futuro mejor: “Solo volvería a Andalucía por mi familia”.

Antes, el contexto en el que está el sistema de salud es importante. Con más de 8,4 millones de habitantes, Andalucía es la comunidad autónoma más poblada de España y el Servicio Andaluz de Salud (SAS) es el encargado de dotarla de una sanidad pública, gratuita y universal. Para ello, actualmente cuenta con alrededor de 120.000 profesionales que se reparten en todos los ámbitos que hacen que un centro de salud o un hospital funcionen. Desde un administrativo hasta un jefe de médicos, pasando por celadores o enfermeros. Si se compara la plantilla que había hace un lustro con la que hay ahora, las noticias son positivas, pues se han pasado de unos 93.000 trabajadores que había en el SAS en 2016 a los 120.000 que hay ahora. Pero si se lee la letra pequeña, la cosa cambia, porque alrededor de 20.000 son trabajadores temporales contratados durante la pandemia de la Covid-19 y cuyo contrato expira el próximo 31 de octubre sin que se sepa qué va a pasar con ellos.

Precisamente, en los últimos meses, la pandemia del coronavirus ha hecho que la Atención Primaria esté dando la voz de alarma por la situación que están atravesando su personal médico. A los problemas históricos que sufría “la joya de la corona” del sistema sanitario público, se han unido los que ha provocado la Covid-19, así como el envejecimiento de los trabajadores y la falta de médicos que cubran los centros de salud andaluces. Una situación que han denunciado en muchas ocasiones los sindicatos y que hace que, a día de hoy, conseguir una cita telefónica pueda suponer unas dos semanas de espera. Victorino Girela de CSIF, Rafael González de CCOO o Antonio Macías de UGT coinciden en que faltan médicos porque las condiciones laborales no son buenas y que el SAS lleva años sufriendo el éxodo de los recién graduados y de aquellos que no aguantan más.

Un problema endémico

Encontrar a sanitarios que quieran hablar sobre la situación que les ha llevado a dejar Andalucía, pese a haberse formado en la comunidad, no es sencillo porque hay quienes temen hablar para no “señalarse” en el caso de que tengan que volver. Porque no es un problema exclusivo de ahora, sino que lleva años produciéndose. Especialmente cuando entre 2009 y 2018 se impuso la austeridad en la financiación del Gobierno central que tuvo como protagonistas primero al PSOE de Zapatero y después al PP de Rajoy. A la falta de inversión en aquellos años, se sumó la llamada tasa cero de reposición del ministro popular de Hacienda, Cristóbal Montoro, que impedía sustituir a los funcionarios que se jubilaban, incluyendo a médicos y enfermeros.

Antes de eso, la sanidad pública en Andalucía ya mostraba debilidades que sigue arrastrando. Casos como el de Carolina Gallego lo demuestran. Graduada en Medicina por la Universidad de Cádiz en 2002, forma parte de esa generación de sanitarios que ha tenido que irse lejos de Andalucía para poder tener una vida algo más digna. Aunque reconoce que “la situación no es buena en ninguna parte”, sí tiene claro que no volvería a Andalucía si no tiene una plaza fija. Desde hace más de una década, trabaja como médico internista en la sanidad pública de Ceuta. Allí fue a parar tras dejar tierras andaluzas al no haber encontrado un lugar en el que tener unas buenas condiciones laborales.

A Carolina le tocó vivir una época en la que “sobraban médicos”. Cuenta que, incluso, “había que arrastrarse para que te cogieran”. Pero, también entonces, surgió un sistema conocido como “contrato de guardia” que les hacía trabajar en guardias de 24 horas y que hacía que les dieran de alta en la Seguridad Social solo ese día trabajado. “Podías tener un mes con 48 horas laborales semanales cotizadas y que solo contaran 6 u 8 días”. Además, en su caso, sufrió en primera persona lo que suponía querer ser madre en el SAS a principios de este siglo. “Cuando me quedé embarazada no es que me echasen, es que directamente me dejaron de contratar”.

Marcharse para sobrevivir

“Tuve que estar dando vueltas por muchos sitios para trabajar siempre de mi especialidad porque si no, pierdes puntos dentro de la bolsa de trabajo”. Además, la conciliación personal y laboral era casi imposible. “Me cambiaban las guardias casi sin avisar”. Por eso, cree que una de las soluciones del SAS pasa por eliminar las bolsas y apostar por convocatorias de oposiciones anuales. “No puede ser que exista el pitorreo de contratitos y chanchullos”. Con ese panorama, asegura que “la gente termina estando domesticada porque hay que pagar la hipoteca y hay que pasar por el aro para poder comer”. De ahí que haya quienes quieran irse y no se atrevan. Porque las condiciones de trabajo llegan a ser tan malas que pone un ejemplo: “La gente debe saber que, si te pasa algo y te operan a las 4 de la mañana, quien les opera lleva 20 horas trabajando, ¿nadie piensa en lo que está pasando?”.

Juanma Rodríguez, médico de familia, también ha sufrido en primera persona las debilidades del sistema. Con apenas 34 años, ya sabe lo que es hacer las maletas para irse de Andalucía porque la situación no es óptima para desarrollar una carrera profesional, sobre todo al principio. El joven médico se formó en la Universidad de Granada, pero ha estado trabajando en los últimos años en Ibiza. Acabó la carrera en 2009 y la especialidad de médico de Atención Primaria en 2014. “Al principio sí pensé en quedarme en Granada. En 2010 la cosa estaba medio normal porque no había paro médico”.

“A mitad de mi residencia empezaron con los recortes y veías que compañeros que habían acabado antes, no encontraban nada”, recuerda. “Terminé en mayo y muchos compañeros esperamos a que nos llamaran, pero no lo hacían y eso que normalmente en el sitio en el que habías trabajado te llamaban para trabajar”. De esa forma, le surgió la oportunidad de trabajar en las Islas Baleares y no se lo pensó. En Ibiza ha estado ganando 300 euros más de media que quienes se habían quedado en el SAS, sin tener que hacer guardias, lo que incrementa aún más la brecha salarial entre los dos sistemas sanitarios. Además, las condiciones de trabajo son sensiblemente mejores porque “atiendes a unos 25 usuarios al día y en Andalucía tienes que ver, como poco, al doble de pacientes”, asegura.

Por fortuna para él, justo antes de la pandemia le surgió la oportunidad de volver a tierras andaluzas con un contrato estable. “Volví por mi familia y porque me dieron una interinidad en Málaga, si no, no lo habría hecho. Porque las condiciones laborales que tenemos en Atención Primaria son muy malas. Estamos muy maltratados y sentimos que no nos valoran”. Entre las situaciones por las que echa de menos sus años trabajando en Ibiza explica que cuando un médico de su especialidad se va de vacaciones en el SAS, “nadie te sustituye y al volver tienes trabajo acumulado”. Un escenario que no parece que vaya a mejorar, según denuncian los sindicatos al conocer las intenciones de la Consejería de Salud con esta especialidad.

“Solo volvería por mi familia”

Juanma quería volver a Andalucía por su familia, y el enfermero sevillano Manuel Sánchez le entiende perfectamente. Además, él es uno de esos jóvenes sanitarios que tuvieron que vivir la pandemia en primera persona mientras hacían sus prácticas. En su especialidad, trabajó en un hospital público andaluz en los peores meses del confinamiento y en junio de 2020 acabó. Pese a que solo tiene 23 años, habla con madurez de los motivos por los que no trabaja en el SAS y sí en Bilbao. Porque reconoce que siempre tuvo la inquietud de vivir fuera de su tierra por la experiencia, pero lo cierto es que una de las principales razones por los que se marchó fueron las condiciones laborales a las que se enfrentaba en Andalucía.

“Cuando estás estudiando la carrera te dicen que si trabajas en el SAS hay que estar doblando (es decir, trabajar en la privada y en la pública al mismo tiempo ”para sacar un sueldo decente“). Es decir, empiezas en la privada, te haces un hueco, y cuando te llaman del SAS trabajas lo que puedes y vas doblando tu trabajo”. Algo que dificulta poder llevar una vida estable. Por eso, cuando tuvo la oportunidad de obtener un puesto de trabajo en el País Vasco, ni se lo pensó, aunque llegó a tener una oferta del SAS cuando terminó sus prácticas. “Me llamaron y me ofrecían un mes de contrato que en realidad eran cuatro contratos en el mismo mes. Lo rechacé porque en Bilbao me ofrecían tres meses”. De ese modo, ha ido renovando por trimestres hasta llevar más de año y medio en el sistema público de salud del País Vasco, cobrando alrededor de 300 o 400 euros más que lo que perciben enfermeros de su rango en Andalucía.

A día de hoy, sanitarios como Manuel ni se plantean regresar. En su caso, solo volvería por su familia. “Al final es mi tierra, me encanta Sevilla y allí está la gente que quiero”. Pero la situación laboral es tan mala que no se plantea un regreso a corto plazo. “Las condiciones laborales que me ha dado el País Vasco no me hacen querer volver a Andalucía. De hecho, me he puesto no disponible para que no me llamen”, sentencia.

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