Los casos reconocidos de silicosis en trabajadores que manipularon aglomerados de cuarzo (o sílice) son, según quienes trabajan con datos y sobre el terreno, la punta del iceberg de un problema mayor. Desde que comenzaron a percibirse los efectos de cortar, pulir y manipular el Silestone (Cosentino), el Compac o el Ceasarstone (que comercializa Levantina) sin la protección adecuada, a principios de la pasada década, se han registrado oficialmente cerca de 2.000 casos de silicosis en trabajadores del sector. La silicosis es desde hace años la principal enfermedad profesional de Andalucía.
Sin embargo, esta cifra está probablemente alejada de la realidad. Francisco Torrico, presidente de Asociación de Perjudicados por la Silicosis en Andalucía (APSA), calcula que habría que multiplicarla por tres para tener una estimación certera.
CEPROSS: una herramienta de medición que no da la imagen real
Varios factores confluyen para invisibilizar la verdadera magnitud de la epidemia. El principal tiene que ver con el sistema CEPROSS (Comunicación de Enfermedades Profesionales en la Seguridad Social), la herramienta estadística de la administración que podría permitir dimensionar el problema: el CEPROSS es insuficiente, se aplica de forma limitada y contiene errores metodológicos, según varios expertos consultados.
Desde hace unos meses, hay una cifra: 1.856 casos. Es el número de partes de enfermedades profesionales notificadas al CEPROSS entre 2007 y 2019 y asignadas a la categoría Corte, tallado y acabado de piedra, según el trabajo La remergencia de la silicosis como enfermedad profesional en España, publicado en la Revista Española de Salud Pública. Por comunidades, Galicia, Castilla y León y Andalucía encabezan el ranking.
Pese a que tiene el sello de la oficialidad, la cifra seguramente se queda corta. No es solo que no llegue hasta hoy, sino que el CEPROSS recoge unos datos sí y otros no. “Hay distintos actores que pueden calificar una enfermedad como contingencia profesional: la mutua, el Instituto Nacional de la Seguridad Social (INSS), juzgados de lo social… y no tenemos claro que todos los datos se incorporen al CEPROSS”, explica Alfredo Menéndez (Universidad de Granada), autor principal del trabajo junto a Catherin Cavalin (Universidad de París-Dauphiné). “Una sentencia judicial no va a las estadísticas. Tampoco se reconoce la enfermedad cuando te has jubilado. Solo se cuantifica cuando estás en activo”, confirma Guillermo Gil, director técnico de vigilancia de la salud de Valora Prevención.
La conclusión es que se intuye una epidemia, pero no se visibiliza con nitidez porque la herramienta que podría hacerlo está mal calibrada o no se pensó para esa tarea. “A la Seguridad Social el CEPROSS le sirve para saber las cantidades que tiene que abonar, pero su prioridad no son los datos. No se le saca un rendimiento epidemiológico”, ilustra Menéndez, que añade: “No hay una fuente epidemiológica fiable. Tenemos datos de enfermedades profesionales y asistenciales que tienen limitaciones y estos obstáculos impiden hacer un buen diagnóstico”.
A esto se añaden otros factores, como la confidencialidad que Cosentino, principal empresa del sector, exige a los trabajadores enfermos a los que indemniza, o la dispersión geográfica de las marmolerías, sujetas a diversos marcos autonómicos de contabilización. Tampoco facilita las cosas que las tareas con mayor exposición al polvo de sílice (como la limpieza) se subcontraten o sean ejecutadas por trabajadores extranjeros en situación precaria.
“Si buscas, encuentras”
La inconsistencia de los datos se aprecia en Montemayor, donde más de 30 marmolerías cortaban y pulían las encimeras de Silestone u otras marcas con destino a cocinas del sur de España. Los trabajadores lo hacían sin apenas protección, burlando frecuentemente las inspecciones por orden de sus empleadores.
Francisco Torrico, presidente de APSA, lleva años pasando a un Excel, mes a mes, las cifras del CEPROSS y a final de año pide un informe. Desde 2007 el CEPROSS suma 42 expedientes notificados en Córdoba. Pero él sabe que los casos a los que da servicio en Montemayor, la zona cero de la silicosis andaluza, son por sí solos muchos más. Y tiene el documento que lo acredita: hay 84 casos con diagnóstico de silicosis en seguimiento en el Hospital de Montilla, según el certificado al que este medio ha tenido acceso, firmado por Juan Manuel Rubio, neumólogo del centro.
No todos los casos en seguimiento tienen que ser expedientes comunicados al CEPROSS, pero la diferencia es notable. Otro ejemplo: “En 2022, el CEPROSS resolvió 12 expedientes como enfermedad profesional de silicosis en Montemayor. Los he llevado yo, tengo los expedientes. Pero el CEPROSS solo publica cinco en sus estadísticas en toda Córdoba”. “¿Cómo es posible?”, se pregunta Torrico: “Sé que los datos no reflejan la realidad. Multiplícalos por tres y tendrás una cifra aproximada”.
De esta oscuridad solo se libra en Andalucía la provincia de Cádiz, y parcialmente. Allí se realizó una búsqueda activa de casos en decenas de marmolerías de la zona de Chiclana. En la actualidad, el equipo de Antonio León, neumólogo del Hospital Puerta del Mar, atiende a cientos de casos de pacientes y es un referente mundial en investigación en silicosis por aglomerados de sílice.
Al final, los expertos suelen resumirlo así: “Si buscas, encuentras”.
Los casos en Cosentino
Esta semana se ha dictado una sentencia que puede poner patas arriba el sector de los aglomerados de cuarzo, en el que Cosentino sigue siendo el actor dominante, con en torno a un tercio del mercado en España, a pesar de la entrada de productos procedentes de China, Vietnam o India, según fuentes de la empresa. En la sentencia, Francisco Martínez-Cosentino, fundador y gerente, admite su responsabilidad en la generación de la silicosis en cinco trabajadores de Granitel, una marmolería viguesa, que manipularon durante años sus encimeras. Al llegar a un acuerdo con la Fiscalía, Martínez-Cosentino ha sido condenado a seis meses y tres días de prisión por delitos de lesiones graves por imprudencia grave.
En los hechos probados se resalta que la empresa sabía de los riesgos desde el año 2000, pero actuando de forma “gravemente negligente” no informó de ellos hasta 2009, y de forma poco clara. Cosentino remarca que son casos antiguos, que la normativa y la prevención de riesgos han evolucionado y que la responsabilidad principal recae sobre las marmolerías que trabajan sus materiales.
Pero incluso en la propia sede de Cosentino está aflorando ahora la comunicación de casos de silicosis. Al cruzar el CEPROSS con el informe de ejecución del Programa Integral de Silicosis de Andalucía, Menéndez y Cavalin encontraron que de los 151 partes de silicosis comunicados en el “corte, tallado y acabado de la piedra” en Andalucía entre 2019 y el 30 de noviembre de 2021, 95 correspondían a una empresa de más de 500 trabajadores. Solo hay una de esas características: Cosentino. “No creo que haya ninguna empresa española con esta cifra de enfermedades profesionales. Es como la HUNOSA de los 70”, dice Menéndez.
Cosentino suele enfatizar la mejora sustancial de los sistemas de prevención en su fábrica, pero en años previos se recogía una cifra de casos muy inferior. “Los casos de silicosis detectados entre trabajadores de Cosentino en estos casi 30 años han sido mínimos. Los registros oficiales recogen un número inferior a 25 casos de silicosis entre una plantilla que ha superado en términos globales los 4.000 trabajadores”, respondió la empresa en un cuestionario remitido por elDiario.es en febrero de 2019. Este medio contó entonces que había al menos dos extrabajadores fallecidos con silicosis.
¿Cómo es posible que la curva de casos contabilizados en Cosentino vaya en sentido ascendente mientras se aplican mejoras en la prevención? La compañía explica que aplica protocolos para detectar los casos con rapidez con el fin de trasladarlos a zonas no expuestas al polvo en una fase temprana de la enfermedad.
Durante años, Cosentino ha abonado indemnizaciones a sus trabajadores afectados exigiendo a cambio confidencialidad. Este medio ha podido saber que otros fabricantes de aglomerados de cuarzo también están abonando compensaciones. La indemnización puede satisfacer a los perjudicados, pero no ayuda a conocer la dimensión del problema.
El “calvario” para el reconocimiento de prestaciones
elDiario.es conoce casos que, no siendo silicosis en Almería, sí lo eran en un hospital de Granada. ¿Por qué? Menéndez explica que la guía de seguimiento clínico es producto de los años en que la silicosis se asociaba a la minería y no se adapta a la nueva silicosis. Sigue imponiendo que el diagnóstico se realice con radiografía simple, no un TAC, un método de imagen más avanzado. El problema es que la silicosis de los aglomerados evoluciona mucho más rápido que la minera. Lo que no se ve hoy en una radiografía podría ser mortal en tres o cinco años. No en veinte o treinta. Por eso, plantea la necesidad de cambiar el enfoque diagnóstico, formar a los médicos y crear unidades de referencia.
“Hace años se murió un trabajador en una de nuestras empresas por una cosa muy poco descrita: silicosis aguda. En dos años falleció. Eso es muy raro. Notificamos la alerta sanitaria”, corrobora Guillermo Gil, director técnico de vigilancia de la salud de Valora Prevención. Trabaja con marmolerías desde hace veinte años. “Siempre he defendido que la única opción preventiva eran radiografías anuales”, algo que se hace solo desde 2020, cuando cambió el protocolo.
Una vez diagnosticado, el trabajador se ve abocado a un periplo desesperante para obtener la baja o la incapacidad por enfermedad profesional. Suelen ser personas con baja cualificación, cuyas únicas alternativas profesionales a la marmolería (donde seguirían inhalando polvo) son otros trabajos físicos. Pero ahora cualquier esfuerzo les ahoga.
Si la mutua no les reconoce el derecho a prestación, el criterio del INSS es que no basta la radiografía, sino que la incapacidad se da solo si hay afección respiratoria confirmada con espirometría. Esto acaba llegando, pero quizá demasiado tarde. “No pueden seguir trabajando en su profesión, pero el INSS no les reconoce incapacidad”, explica Gil. La alternativa son los juzgados: “Demanda judicial, mover perito, denunciar empresa, mutua, INSS... Un calvario”. Años de juicio que pueden terminar cuando el enfermo haya fallecido.
La Declaración de Granada
Asociaciones de afectados, sindicatos, médicos y académicos suscribieron el pasado 31 de enero la Declaración de Granada, en la que exigen que se “compute la totalidad de procesos por enfermedad profesional”, se forme y apoye a los profesionales del Servicio Andaluz de Salud y se ajuste la norma para que los enfermos de silicosis puedan acceder a las prestaciones.
La declaración recuerda que la silicosis ha emergido en los últimos años en paralelo a la expansión de los aglomerados de cuarzo, un producto artificial utilizado para encimeras de cocina. Estos productos superan el 90% de sílice cristalina (cuarzo). Cuando se corta o pule la tabla, se libera dióxido de silicio en pequeñas partículas respirables, capaces de clavarse en los pulmones como astillas.
En Andalucía, los partes notificados al CEPROSS entre 2007 y octubre de 2022 son 596. Más lo que no se vea. Los afectados son marmolistas que trabajaron este producto sin medidas de seguridad durante el boom de la construcción. Muchos ya padecen silicosis. Son hombres jóvenes (36,2 años de media) con silicosis acelerada en uno de cada cuatro casos. La única solución en los casos graves es el trasplante de pulmón.
El tema es conocido en zonas de España donde se instalaban las marmolerías: Chiclana (Cádiz), Montemayor (Córdoba), Vigo, Bilbao… También en la comarca del Almanzora (Almería), donde se ubica la sede de Cosentino, donde durante años ha reinado el silencio. Interviú publicó los primeros reportajes en septiembre de 2017 y elDiario.es Andalucía amplió esas informaciones desde febrero de 2019. Solo Nuevodiario.es ha informado con profundidad y regularidad desde Almería.
La Declaración pretende cambiar la dinámica de la lucha contra la nueva silicosis en Andalucía empezando por enfocar bien el problema, porque no se puede luchar contra lo que se oculta.