Suena Real Hero. Es la canción con la que Nicolas Winding Refn enamoraba al espectador en Drive. Los 8 bits, la musiquita metálica de los videojuegos de los 80, ha dado paso desde la mesa del dj a un tema que refleja los anhelos infantiles de convertirnos en un auténtico superhéroe.
Glitch, la nueva exposición del Centro de las Artes de Sevilla (Torneo, 18), va precisamente de eso: de nostalgia, héroes, arte y videojuegos, recogiendo las obras de más de una veintena de artistas locales, nacionales e internacionales.
Alejandro Rojas, curador de la muestra junto a los miembros de la Galería Roja, Lola Zehínos y David Rodríguez, apunta que Glitch trata de “recoger el vínculo más emocional del mundo de los videojuegos. Su ecosistema está muy asumido por los artistas y resulta muy influyente en el cine, el cómic o la publicidad. Son medios que se han apropiado del lenguaje del videojuego y viceversa. Queríamos reflejar cómo el artista ha incorporado en su obra a sus héroes particulares y su experiencia vital de la infancia y la pubertad”.
Rojas destaca cómo la relación con los videojuegos resulta “más distante entre los autores de más edad y mucho más emocional entre los más jóvenes”.
Irene Mala, de 38 años, reconoce que “jamás me han interesado los videojuegos. Por eso, hacer una obra para esta exposición era un reto que me molaba”. Titulada Te dije que me suicidaría la próxima vez que me invitaras a jugar al Candy Crush, Mala, mimetizada con un vestido y unos tatuajes tan coloridos como los del juego, explica que ha llevado a su irónico lenguaje artístico una realidad innegable: cómo el mundo de los videojuegos “te salpica aunque no estés inmersa en él”.
En el caso del juego favorito de Celia Villalobos, la ex presidenta del Congreso de los Diputados, lo hace mediante invitaciones constantes a través de redes sociales. “Antes se jugaba más en la intimidad, pero ahora es algo más público y social”, explica la premiada ilustradora sevillana ante una obra en la que aparece una chica, vestida con una blusa con los estampados de las golosinas del videojuego, cortándose las venas.
Haciendo gala de su juventud, Little (Pablo J. Rodríguez), da rienda suelta a su nostalgia ‘gamer’ y se deja llevar por iconos ochenteros y noventeros como Goku o Doraemon. “A través de objetos y merchandising he reflejado personajes propios de la iconografía pop que me han acompañado desde que era pequeño”. Gorras, mochilas con parches de marcas de consolas de videojuegos, un patinete de Tekken (un juego de lucha que se popularizó a finales de los 90) pueblan la ilustración en blanco y negro de Little.
A sus 26 años, reconoce que jugar a Resident Evil, cuyos zombis ha preferido dejar al margen de su obra, le provocaba pesadillas y recuerda Bola de Dragón con “fascinación. Me llamaban la atención la iconografía, la estética y los efectos especiales. Me fascinaban los músculos de Goku”. El personaje nipón era protagonista de la serie animada de televisión de la que se han hecho versiones para prácticamente todas las consolas, empezando por la Nintendo (NES) de los 80 a la Playstation actual, y pasando por la Game Boy, la Mega Drive o la Wii.
A sus 45 años, el ilustrador satírico José Luis Ágreda ha visto pasar por sus manos más de 35 años de historia de los videojuegos: desde los mandos de la Spectrum a los de la Game Boy o la Game Cube, hasta llegar a la XBox 360. Ágreda ha recurrido a todo un clásico noventero como el juego de lucha Street Fighter, que aún sigue dando guerra en las consolas de nueva generación, para desarrollar su idea.
“He plasmado batallas famosas de escritores. Me he inspirado en sus grandes polémicas para unir en mi obra el contraste entre la cultura de consumo y la alta cultura. Yo trabajo en (la revista satírica) El Jueves y quería hacer uso del humor”, explica. Es así como vemos a un musculado Quevedo plantándole cara a un potentado Góngora, a cuya nariz dedicó aquel soneto que decía “Érase un hombre a una nariz pegado / érase una nariz superlativa / érase una nariz sayón y escriba / érase un pez espada muy barbado”. A los dos célebres escritores del Siglo de Oro, se unen a la serie otros conocidos rivales como Camus vs. Sartre o Sand contra Baudelaire.
Por su parte, Daniel Diosdado, treinteañero, lo vio claro: “un icono fácil de reconocer y al que darle la vuelta”. Y así surgió Mario Bros., el antihéroe más famoso del universo virtual. “Lo primero que se me ocurrió fue poner a Mario y Sonic, pero quería darle un punto realista y el erizo Sonic no me encajaba. Me di cuenta de que lo tenía a huevo con Mario y Luigi y me pareció gracioso ponerlos dándose un beso”. Diosdado ha optado por una estética realista y de serigrafía para sacar a estos héroes de su infancia de su contexto habitual.
El universo Nintendo de Mario y Donkey Kong conformaban precisamente el imaginario jugón de Jesús Prudencio. Cuarentañero, ha recurrido a una película de su adolescencia con una marcada estética digital como Tron. Autor de la exitosa serie de ilustraciones “Cars and Films”, cuyo eco ha llegado a las paredes doblemente hollywoodiense de Modern Family (capítulos 6x18 y 7x22), afirma que “tenía ganas desde hacía tiempo de hacer un diseño con la moto de Tron, que es un recuerdo de mi adolescencia. No es exactamente igual que la de la primera película, sino un prototipo del remake de 2010”, aclara.
Como prueba del carácter multimedia de la exposición, un videojuego se lleva gran parte de la atención del público joven, artístico y moderno que acude a la inauguración de la exposición. ¿Su nombre? Giraldeitor, un mata-marcianos inspirado en el Space Invaders setentero, con una salvedad: el jugador controla una Giralda con alas espaciales y un rayo láser letal “y andaluz”.
Cuidado con el Game Over.