Susana Díaz asume la hoja de ruta de Espadas y Ferraz para aceptar su papel secundario en el PSOE-A

28 de junio de 2021 21:55 h

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El símil cinematográfico, tan socorrido, lo ponía sobre la mesa este lunes Juan Espadas al explicar cómo se ha diseñado el camino que le va a llevar a ser secretario general del PSOE andaluz, un encumbramiento que en principio se producirá el 23 de julio o (si al final se presenta algún aspirante más y hay que ir otra vez a primarias) el 5 de septiembre como muy tarde. “En esta película, la actriz y el actor somos los que estamos aquí y estamos solos, nosotros nos organizamos”, un largometraje –sin director ni productor, incidía– de esos en los que una figura que lo ha sido todo le pasa el testigo a una nueva estrella emergente.

La actriz y el actor son los que son, pero lo más complicado fue diseñar el plató de rodaje en el que se iba a rodar la película que salió de las primarias del 13 de junio, en las que Espadas se impuso con claridad a Díaz para ser el próximo candidato socialista a la Junta. Eran muchos los que querían meter mano en este diseño, y no pocos los que desde Ferraz y Andalucía se frotaban las manos ante la perspectiva de un proceso férreo que agravara la caída de Díaz.

Con este escenario, Espadas le arrancó a Ferraz el compromiso de contar con carta blanca para pilotar las negociaciones a su manera. “Un proceso de fractura y no armonioso es lo contrario a Juan Espadas”, apuntaba él mismo en la escenificación este lunes del mecanismo de transición pactado con Díaz, desaparecida de la primera línea desde su derrota a mediados de junio. 

Una renuncia que no llegaba

El secretario de Organización federal, José Luis Ábalos, insistía al día siguiente de estas primarias en que no había “ningún problema de orden interno”, pese a que se esperaba la renuncia inmediata de Díaz. Eso no sólo no ocurrió, sino que se empezó a interpretar como un enroque de la expresidenta andaluza cada día que pasaba y no presentaba la dimisión, por mucho que Espadas insistiese en que el proceso tenía sus tiempos.

El alcalde hispalense necesitaba marcar una cierta distancia con Ferraz, después de una campaña en la que su rival lo presentó poco menos que como el testaferro que iba a entregar las llaves del PSOE andaluz a Madrid. El objetivo era evitar una gestora, por un lado para no embarcarse en “un proceso abrupto de división” y por otro para no transmitir la sensación de que la dirección federal se hacía con el control del PSOE-A.

Espadas logró el aval de Ferraz, que en paralelo hizo un doble movimiento: pidió acelerar los tiempos y se cubrió las espaldas adelantando al 3 de julio su comité federal, achicando así el margen de maniobra. Si no hay fogata blanca, se vino a decir, ese día se activará la salida de Díaz.

Igual que una gestora, pero sin fractura

Lejos de todo este ruido, la propia expresidenta andaluza aseguraba este lunes que tanto ella como Espadas han sido un “ejemplo de discreción” a llevar a buen puerto unas negociaciones en las que se ha plegado a “la hoja de ruta que Juan Espadas entiende como mejor para el PSOE-A”. El ganador de las primarias ya defendió la semana pasada a Díaz asegurando que él mismo le había pedido que no dimitiera para evitar una gestora, ya que considera que la fórmula adoptada “permite tomar las mismas decisiones sin aceleraciones ni renuncias”, con consenso y “sin prisas”.

Con todo ello, Susana Díaz rodaba este lunes en San Vicente, sede de los socialistas andaluces, una de sus últimas escenas como actriz principal antes de asumir un rol secundario alejado de los focos, aunque todavía queda el epílogo del comité director que bendecirá su adiós. “Seguiremos en el tajo”, apuntaba al anunciar que estará en el próximo pleno del Parlamento andaluz, aunque su presencia en el antiguo hospital de las Cinco Llagas no se prolongará mucho más allá porque, a falta de la confirmación oficial, su destino es el de un escaño en el Senado. 

La Susana Díaz que antes se comía el escenario mostraba ahora con disciplina su perfil político más discreto en el entorno en el que durante tanto tiempo ha tenido el poder absoluto. Y lo hacía todavía con la huella evidente de la derrota en las primarias socialistas, más pendiente de cerrar con dignidad esta etapa, proclamar su colaboración con Espadas y su lealtad al PSOE que de reclamar un papel más protagonista en esta película.

Reconocimiento del compañero de reparto

“Soy leal al PSOE”, repitió varias veces. “Es lo que siento, lo que vivo, es mi pasión”, desgranó en las que fueron sus palabras más personales de un diálogo en el que delegó buena parte del protagonismo en Espadas. “Juan me va a tener para unir al PSOE y reforzarlo, sabe que me va a tener arrimando el hombro”, y el vencedor en las primarias tiraba de elegancia para darle réplica y agradecerle su “trabajo, esfuerzo, sacrificio personal y entrega todos los días durante muchos años”.

Reconocía así el perfil de una Díaz que lo fue todo en Andalucía y que incluso hubo un momento en el que pareció que lo iba a ser todo en España. Era 2014, cuando llevó en volandas a Pedro Sánchez a la Secretaría General con la sensación de que lo aupaba de manera interina hasta que se decidiese a dar el paso. Siete años después, sin poder institucional y con una creciente contestación interna alimentada por un sanchismo que no dejaba de crecer en Andalucía, su epílogo político (por ahora) se escribía el pasado 13 de junio cuando perdía las primarias en las que los socialistas elegían quién iba a ser su candidato a la Junta. Tras renunciar a ser eurodiputada, ministra y hasta presidenta del Senado para intentar la reconquista de San Telmo, se veía ahora descabalgada y diciéndole adiós al poder orgánico que durante tantos años había cincelado con tanto esmero. Jugó al todo o nada, y salió nada.

¿La escena de este lunes en San Vicente ha sido entonces su última aparición en la película del PSOE andaluz? Pues no, al menos según el propio Espadas: “Es un activo de este partido, un capital político en el que voy a apoyarme, un patrimonio de esta casa...”. Pero su salida de la sede socialista tenía un aire a la escena final de Centauros del desierto, cuando la puerta de la casa familiar se cierra y queda fuera ese Ethan al que da vida John Wayne: bueno para la guerra, pero ahora son otros tiempos. “Tiene una vida política por delante”, insiste Espadas, aunque parece que ahora le toca cabalgar sola y asumir el rol de actriz secundaria en las próximas producciones del PSOE andaluz.

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