En las elecciones generales de diciembre de 2015, el PSOE obtuvo 1,4 millones de votos en Andalucía, recuperando el podio de primera fuerza tras la debacle que habían sufrido los socialistas en toda España cuatro años antes. Para Susana Díaz fueron las primeras generales con ella al frente del Gobierno andaluz. 2015 fue su año de presentación como la gran promesa blanca del socialismo español. Venía de ganar en marzo sus primeras autonómicas, en las que se ganó la presidencia que había heredado de José Antonio Griñán. Lo logró adelantando un año los comicios, doblegando al PP y frenando el impacto de Podemos, el partido de moda entonces, el más temido, una incógnita en las urnas hasta ese día.
La victoria del PSOE en las generales de 2015 se la apropió Díaz como un mérito personal, aunque el candidato a la Presidencia del Gobierno y líder de su partido era Pedro Sánchez, que saldría derrotado por Mariano Rajoy. El PSOE había perdido en España, pero Susana Díaz -una marca propia por encima del partido- había ganado en Andalucía. Esa marca personal de Díaz en diciembre de 2015 es la referencia de los socialistas andaluces de cara a los comicios del domingo: el PSOE andaluz -aún la federación más numerosa- le promete a Sánchez 1,5 millones de votantes, 500.000 más de los que Díaz obtuvo el pasado 2 de diciembre, más de los que el PSOE logró en las generales de 2015 y en las de 2016 (1,3 millones). Un resultado optimista enmarcado en una participación estimada del 70%, la misma que hace tres años.
Los partidos no suelen anticipar cifras ni resultados ni porcentajes, no se ponen techos ni suelos de votantes para no complicarse el relato la noche electoral, si la cosa no se ajusta a lo previsto. Díaz no se juega nada el domingo, en realidad es la primera vez que ella y su gente está haciendo campaña por una lista de candidatos socialistas fuera de su órbita, que ni ha elegido ni conoce (en algunos casos). La sevillana se juega mucho después, en el postpartido tras las municipales, cuando se reactive el pulso interno entre sanchistas y susanistas por apropiarse del resultado de las andaluzas. Si ganan.
Ese millón y medio de votantes es la traducción numérica del mantra que Díaz viene repitiendo desde hace dos meses de precampaña: Que “el PSOE andaluz será el que más aporte a la victoria de Sánchez en España”, que sus huestes serán las que le garanticen la permanencia en Moncloa. Que Sánchez será presidente porque Susana Díaz le hará presidente. Los sanchistas andaluces, bien colocados en las listas al Congreso, la escuchan repetir esta idea en cada mitin y arquean las cejas y se muerden la lengua. “Ahora no toca. Ahora unidad”, susurran.
“La ex presidenta de la Junta está más a gusto en una campaña electoral que tumbada al sol en una playa de Cádiz”, dice un colaborador cercano, que la sigue por todo el mapa autonómico con la lengua fuera. Desde su derrota en las andaluzas -ganar en las urnas, perder el Gobierno-, Díaz ha cambiado drásticamente de registro, ha abandonado la letanía con la que afrontó sus propios comicios, y se ha lanzado a la carretera, hiperactiva, para despertar a la izquierda desmovilizada, al 40% del abstencionismo que enterró al PSOE andaluz tras 36 años en el poder.
Díaz ha visitado 36 pueblos de toda Andalucía haciendo campaña por Sánchez, pero también por sus alcaldes y candidatos a alcaldes, que se medirán en las urnas tras las generales, el próximo 26 de mayo. La supervivencia orgánica de la líder del PSOE andaluz depende tanto de la victoria de Sánchez en las generales, como de la suma de sus alcaldes en las municipales. Pero eso vendrá después, ahora toca centrarse en Vox y el “trifachito”. “Quien esté en vendettas internas hasta el 26 de mayo, es que no tiene ni idea de lo que pasó aquí el 2 de diciembre. Esto es muy grave”, dice un alto cargo de la ejecutiva regional, algo resentido con los sanchistas más beligerantes con Díaz, “los San Juan Bautista que llevan semanas anunciando la llevada de Jesucristo”.
La ex presidenta de la Junta no para. Su actividad de campaña es mayor ahora que en las andaluzas, insiste ella misma en subrayar este dato cuando habla con periodistas, sin detenerse a explicar por qué en las autonómicas dejó los brazos caídos hasta que fue demasiado tarde. Díaz ha estado acelerada hasta que la Semana Santa, en mitad de la campaña, ha cambiado radicalmente el ritmo de los partidos. “Hace un mes estábamos más movilizados que ahora”, dice un dirigente preocupado. Aun así, el PSOE andaluz ha tenido durante estos días de vacaciones hasta 200 actos electorales modestos -entrega de propaganda por la calle-. “Vamos a lograr 1,5 millones de votos [casi 300.000 más que ahora] y doblaremos al PP en votos y escaños”, promete Díaz.
De ser así, será un resultado espectacular, si se compara con el histórico electoral del PSOE andaluz desde que se rompió el bipartidismo y se asentaron los grupos emergentes (Podemos, Ciudadanos...ahora Vox). Otra cosa será el porcentaje del escrutinio, porque si los socialistas esperan rebasar al PP -que ahora les aventaja por más de cien mil votos y tres escaños- y doblarles en diputados, es porque los populares se van a desplomar catastróficamente. Pero en San Vicente creen que Vox se va a consolidar en Andalucía, y que logrará más de los 400.000 votos que obtuvo en las autonómicas. Santiago Abascal y los suyos -incluso los candidatos desconocidos en las listas de Vox al Congreso por Huelva o Córdoba- van llenando auditorios y plazas de miles de seguidores entusiasmados, alegres, aupados con la misma energía y vitalidad que tenía Podemos en 2015. En el Palacio de Congresos de Sevilla, el pasado miércoles, Abascal metió a 4.000 personas, el doble de los que votaron a Vox en toda esta provincia en 2015: un 0,2% del escrutinio. Ahora, tanto en las cuentas del PP como en las del PSOE hay números que les dan 50 diputados en toda España, y alrededor del 20% del escrutinio.
Con todo, el PSOE cree que el PP aguantará el tirón en Andalucía, que no sufrirá el sorpasso de Ciudadanos -“el eslabón débil del trío de derechas”-, porque “hay mucho voto oculto”. “Ahora no está de moda admitir a los encuestadores que vas a votar al PP, lo que mola ahora es decir que votarás a Vox. Pero el PP tiene un público fiel”, dicen en el cuartel de Díaz. Los socialistas no bajan la guardia, aunque están confiados en lograr un buen resultado. Crecerán, dicen, a costa de Unidas Podemos, “que inexplicablemente ha prescindido de hacer campaña en Andalucía”.
Esa recuperación de votos de izquierda hará crecer al PSOE, pero no garantiza que la suma de los tres partidos conservadores quede por debajo de socialistas y Podemos, como ocurrió en las andaluzas. Una de las claves a las que se agarra el equipo de la ex presidenta de la Junta es la debilidad de Ciudadanos. Esperan que sus antiguos socios pinchen, que Albert Rivera no supere los 40 diputados en el Congreso, que PP, Ciudadanos y Vox no sumen, que Sánchez gobierne sin depender de los independentistas catalanes, y que el viento propicio devuelva oxígeno político a Susana Díaz en Andalucía, a la espera, paciente, de que sus antiguos socios rompan con el PP de Juan Manuel Moreno y reconstruyan puentes con la socialdemocracia. Mucho relato para un escenario político tan líquido y convulso.
En Andalucía están llamados a las urnas 6,5 millones de personas, están en juego 61 de los 350 diputados del Congreso, y la decisión de los andaluces el domingo determinará en gran medida el futuro del país.