“Los términos y condiciones de Facebook mandan más que las leyes”

En un mundo virtual en continua evolución, con protagonistas distintos a los actores globales clásicos, y apenas sujeto a reglas inciertas y por definir, esta frase da una idea aproximada del estado de la cuestión con nuestros datos y la privacidad: “Los términos y condiciones de Facebook mandan más que las legislaciones nacionales o de la UE”. La pronunció Borja Adsuara en una mesa redonda titulada sobre la gobernanza de las nuevas tecnologías, en el marco del XIX Foro España-Japón que se celebró este jueves en Málaga.

Adsuara es abogado y experto en protección de datos, estrategia digital y regulación. Su posición respecto a los datos, la privacidad y quién ejerce el control quedó clara. “Yo creo que esto de la gobernanza es un eufemismo. Hablamos de un gobierno de Internet y nos engañamos a nosotros mismos”, antes de explicar que para él el gran reto es alcanzar unos estándares adecuados a la tecnología que llegará. “The code is the new law [los códigos son las nuevas leyes]”, dijo, antes de poner un ejemplo: “Cuando en el coche autónomo estén los algoritmos de circulación, dejarán de hacer falta los códigos de tráfico”.

Su intervención obtuvo respuesta de Motoshige Itoh, eminente profesor de Economía japonés y asesor de Shinzo Abe: “En la inteligencia artificial ya han surgido problemas que requieren unas normas, también sobre el coche eléctrico. No hay muchas trabas tecnológicas o técnicas. Los problemas a superar están en otra área”. Más adelante, alguien recordó que una persona tendrá que programar en el coche autónomo la decisión de, si llega el dilema, atropellar al peatón o estrellarse contra la pared.

Se trataba de hablar de los riesgos asociados a las nuevas tecnologías, el derecho a la privacidad, la propiedad de los datos y todos esos asuntos que de los que apenas vislumbramos la punta del iceberg y que están llegando al gran público vía noticias de aroma sensacionalista (una aspiradora doméstica que almacena los datos de nuestra casa, el coche que sabe dónde vas) o una serie como Black Mirror, que llama a cuestionarnos sobre lo que ya hay, y dónde puede llevarnos si no elegimos bien el camino.

Una cosa es la pura tecnología, y otra las normas que la rigen. Es aquel tópico de que la tecnología se puede usar para hacer el bien y para hacer el mal. Pero es que esto va tan rápido que aún no nos hemos puesto de acuerdo en qué normas debemos darnos. Como apuntó Toshiya Watanabe, profesor de Políticas Alternativas de Investigación de la Universidad de Tokio, lo tecnológico va siempre un paso por delante de las leyes.

¿De quién son nuestros datos?

¿De quién son nuestros datos?Adsuara recordó que los datos no están sujetos a propiedad intelectual en Europa, aunque sí les sea aplicable las normas de protección de datos. El debate sobre su propiedad es ficticio: “Los datos no son de nadie. No son una propiedad. Otra cosa es que cómo nos afecten. Si yo hago una foto el propietario soy yo, pero no puedo hacer lo que quiera porque salen ustedes y tienen un derecho de imagen”. Para este experto, los datos deberían ser de dominio público mientras no afecten a los derechos fundamentales.

Christoph Steck, Director de Políticas Públicas e Internet de Telefónica, explicó que un coche puede generar hoy 1 giga de datos al día, pero el coche autónomo del futuro generará unos 30. “Vamos de una sociedad de Internet a una sociedad de datos, en la que serán el fundamento de todo”. Sin embargo, para Steck, se ha generado un problema de confianza porque una gran parte de la sociedad cree que ha perdido el control sobre sus propios datos. “Esto es horrible. ¿Cómo vamos a un mundo más smart, si la gente dice que no tiene el control?smart ¿Qué podemos hacer para devolver este control a la gente? Un sistema basado en los datos que tenemos, dando a la gente la posibilidad de controlarlos. Y que decidan con quién pueden compartirlos y tomen decisiones sobre ellos”.  

Un ejemplo de lo delicado del asunto son los datos de salud. Esto puede tener un uso para la mejora de la salud pública, pero parece obvio que deben tratarse anónimamente. Itoh cree que “se debe construir un mecanismo nuevo de legislación, sobre cuáles tú puedes tener control y cuáles no, y se pueden aprovechar”. Para Adsuara, la sensación de controlar nuestros datos es falsa, pero perder el control o no tener la propiedad no implica que se puedan usar sin restricciones. “Lo que hay que perseguir es el mal uso de los datos. Si se cometen infracciones, que se castigue. La cuestión no es si deben circular o no, que deben, sino que circule con garantía para los derechos de las personas. Pero tiene que haber datos de dominio público de los que se beneficie la sociedad. Si la sanidad es pública y gratuita, tendremos que contribuir con nuestros datos [una vez anonimizados]”.

¿Qué es la privacidad?

¿Qué es la privacidad?Como recordó Itoh, ni siquiera existe un concepto global de privacidad. En España es extraño, y el derecho fundamental es a la intimidad personal. Sin siquiera salir de Europa, las sociedades católica y protestante tienen una idea distinta de la intimidad y siempre se pone el ejemplo de que en Holanda las ventanas dejan ver el interior de las casas. Las normas son más proteccionistas en Europa que en Estados Unidos y Japón, por lo que Steck ve difícil un acuerdo global y más factibles normas regionales y una armonización de estándares comunes, con unas empresas multinacionales “más responsables”. Con un matiz: como recordó Adsuara, no pueden asumir los deberes de la policía y los jueces. “Les están obligando a censurar, cuando la libertad de expresión es un derecho fundamental que sólo puede ser controlado por un juez. Los estados están haciendo dejación de sus funciones”.

En el mundo virtual existe aún una especie de dilución de responsabilidades. Según Steck, “esto no se va a solucionar con la tecnología, sino con un debate sobre política, ética y legalidad”, aunque Watanabe aventuró que en diez años no habremos alcanzado una conclusión sobre la propiedad de los datos. En el debate había una sensación de que por más que se discuta, o se limite, hay un proceso desbocado al que es difícil ponerle brida.

Por eso, además del debate técnico se necesita un debate ético sobre qué se puede o no se puede hacer. De entre el público, surgió un mensaje inquietante que muestra adónde podemos llegar si no hay ese debate. No es Black Mirror, está aquí: “Si mañana el big data muestra que en Málaga hay una incidencia especial de la hemofilia las compañías de seguro subirán la prima de seguro para los malagueños. Estamos hablando de una sociedad futura en la que los datos se utilizan en función de mi característica de consumidor, no de ciudadano”.