Enfermedad laboral
Los trabajadores del silestone ante la condena a Cosentino: años en los juzgados por una vida con silicosis
Fermín López tenía 16 años cuando dejó el instituto y se puso a trabajar en el mármol. En 2006 era lo que había: cientos de encimeras de silestone salían de su pueblo (Montemayor, Córdoba, 3.869 habitantes) cada día con destino a las cocinas de España, y aquello era trabajo fácil. Pasó más de 13 años cortando, puliendo y perfilando con una radial aquel aglomerado de cuarzo y resinas resistente a todo, incluso a las manchas. Y recuerda: “Medios de protección pocos, la verdad. Ni lo indicaban ni nadie te obligaba. A lo mejor te daban una mascarilla de papel para varios días”.
Hoy, a punto de cumplir 38 años, tiene diagnosticada una silicosis crónica complicada con fibrosis masiva, en grado A. Esto significa que al mínimo esfuerzo se cansa, siente que le falta el aire y las pulsaciones se le disparan. “El día a día me cuesta. Esto genera mucha frustración, porque cosas que hacía con facilidad ahora no las puedo hacer, y te vienes abajo”. La silicosis no tiene cura y casi siempre va a peor. Próximamente se verá en un juzgado con Cosentino, la empresa almeriense que nunca lo empleó, pero que suministró durante años el silestone sin advertir del riesgo que suponía inhalar el polvo que se desprendía al cortar.
El pasado 30 de enero, Francisco Martínez-Cosentino, el empresario de éxito detrás de la empresa que lleva su nombre, compareció por videoconferencia ante el juzgado de lo penal 2 de Vigo y aceptó un acuerdo con Fiscalía para declararse culpable de un delito de lesiones por imprudencia. Cosentino ha pagado 1,1 millones de euros a los cinco trabajadores vigueses que contrajeron silicosis tras años manipulando sus encimeras.
La empresa dice que no cabe extrapolarlo a otros casos, pero el acuerdo, que se plasmó en una sentencia notificada este martes, supone un espaldarazo a las aspiraciones de cientos de afectados: empleados de pequeñas marmolerías distribuidas por Bizkaia, Pontevedra, Córdoba o Cádiz que, después de años de inhalar polvo de sílice sin apenas protección, empezaron a desarrollar silicosis desde mediados de la década pasada. Algunos han muerto. Otros están en la fase inicial de la enfermedad. Muchos han seguido trabajando con las encimeras a pesar de saber que ya tenían sílice en sus pulmones. Y todos coinciden en denunciar la exasperante burocracia que lastra el acceso a prestaciones justo cuando trabajar en trabajos físicos empieza a convertirse en un infierno.
Este medio habló en 2019 con media docena de trabajadores de Montemayor, la zona cero del problema en Andalucía. Calculaban que había unos 80 afectados y el propio alcalde advertía: “Me temo que las cifras crezcan”. La silicosis se manifiesta con los años, aunque la provocada por el polvo de sílice se está desarrollando con mucha rapidez. “En Montemayor es una epidemia. Hay gente que sabe que tiene la enfermedad, pero sigue trabajando por temor a perder el empleo”, advierte hoy López.
La lucha por la incapacidad: “¡Tú lo que quieres es una paguita!”
“Vas por ahí y te dicen: ”¡Tú lo que quieres es una paguita y no trabajar!“. Hasta que no estemos muertos o con una bombona de oxígeno no se le va a ver la cara a esto. Y ya no habrá nada qué hacer”. Así habla Francisco Javier Cardeñosa, otro enfermo de silicosis de Montemayor. También tiene 38 años y empezó en una marmolería “de niño”, con 16. “Estabas en el colegio, no querías estudiar y el mármol daba mucho trabajo”. Al principio sin contrato. Luego, de eventual o con contrato a ratos. “Te daban de alta dos horas y trabajabas ocho”. Hasta hace un año, que lo despidieron.
En los tiempos del trabajo a destajo, nadie prestaba mucha atención al asunto del polvo en la treintena larga de marmolerías de Montemayor. Mascarillas desechables sin filtro, si acaso una sobre otra o cubiertas por una camiseta, y a cortar. “Salíamos blancos de polvo”, recuerda. Sólo en 2015 empezó a comprar, por su cuenta, mascarillas con filtros de grado 3. Los casos de silicosis en Montemayor ya afloraban. Empezaron entonces a instalarse extractores, pero aún así el dedo volvía blanco de cualquier superficie plana.
A Cardeñosa le gustaba salir con la bici, y allá por 2015 sus compañeros de grupeta le preguntaron si no era un poco raro aquel ruido que hacía al respirar. El médico le prescribió un broncodilatador. Nada más. Pero en 2020 pidió cita para el neumólogo. “¿A qué se dedica?”, le preguntó. “A las encimeras”. “Mal asunto”, le dijo el médico. El TAC confirmó que era silicosis. “Yo no esperaba eso, porque siempre he estado en la calle, parecía que estaba menos expuesto”.
Este hombre tiene el diagnóstico más leve: silicosis simple. Pero sufre asma y es alérgico, por lo que se ahoga en los esfuerzos. Lleva ya varios años de periplo para que algún organismo reconozca que así no puede trabajar en lo que solía. La primera respuesta de la empresa, donde hay cuatro trabajadores con silicosis, fue que no había problema. Estuvo más de un año trabajando con un diagnóstico de silicosis bajo el brazo, hasta que en un reconocimiento una médico se llevó las manos a la cabeza. Un día se escapó a la mutua. Allí otro doctor le dijo: “Es silicosis simple, no incapacitante y no te voy a dar la baja”.
Cardeñosa asegura que ni la mutua, ni el Instituto Nacional de la Seguridad Social respondieron a sus escritos pidiendo la baja, que nunca obtuvo. Antes lo despidieron. En enero de 2022 pidió la incapacidad permanente, por ahora denegada. “Me estoy comiendo el desempleo. Cuando me despidieron venía con el niño en camino”, cuenta. “Todos se llevan las manos a la cabeza, pero nunca te dan el ”no apto para trabajar“. Todos echan balones fuera y entre tanto, hay gente que fallece. Gente joven”.
Denuncias por vía social y penal: “No tenemos tiempo”
La otra vía es denunciar. En los juzgados, el camino es doble. La mayoría opta por la vía social. Francisco Torrico, presidente de la Asociación de Perjudicados por la Silicosis en Andalucía, calcula que las demandas han sido más de 200. Generalmente, Cosentino contacta con los demandantes pocos días antes del juicio y cierra un acuerdo económico que incluye cláusulas de confidencialidad para el trabajador, tal y como ya ha contado este medio. Firman, según explican, porque su esperanza de vida se reduce, la calidad de vida mengua y necesitan ya el dinero.
La vía penal no suele ser la vía preferida por el trabajador, porque obliga a denunciar también a las pequeñas marmolerías. Y eso, en lugares como Montemayor, implica poner ante el horizonte de la cárcel a hermanos, amigos o simples conocidos del pueblo. En otros casos, ser pioneros ha limitado posibilidades. Es lo que ocurrió en Cádiz, donde Ismael Aragón (presidente de ANAES) y once afectados más denunciaron a las marmolerías dejando a Cosentino al margen. “Los abogados creían que había que ir antes contra médicos, mutuas, servicios de prevención…”, explica.
Ahora sería más fácil, porque hay antecedentes y ya tienen análisis que apuntan al origen del problema. Entre tanto, el juicio ni se ha celebrado. “Empeoramos, perdemos calidad de vida y hay gente que tiene que adaptar la casa o comprar un coche. No tenemos tiempo”. Uno de sus compañeros en la denuncia falleció esperando el juicio. Tenía 35 años.
Cosentino admite su responsabilidad
El acuerdo de Vigo es un terremoto porque, por primera vez, Cosentino, el gigante del silestone que factura 1.400 millones al año, admite que alguna responsabilidad tuvo. En 2010, cinco trabajadores vigueses interpusieron una demanda por lo social contra Granitel y Cosentino. En principio, podría haber quedado ahí, pero la Inspección de Trabajo vio, como un año antes en Bizkaia, que había más. Y lo remitió a Fiscalía, que denunció por delitos contra los derechos de los trabajadores y lesiones a la marmolería y a Cosentino.
Mientras que la Audiencia Provincial de Bizkaia estimó que había responsabilidad penal del gigante almeriense, pero prescrita, aquí se ha cerrado un acuerdo, 13 años después de iniciarse el proceso. Francisco Martínez-Cosentino, Hijo Predilecto de Andalucía y artífice del milagro del silestone, ha aceptado seis meses y tres días de cárcel por un delito de lesiones graves por imprudencia grave. La empresa ya había pagado una indemnización. La Audiencia Provincial de Huelva dictó una sentencia que ha llegado a condenar a una marmolería por homicidio imprudente, tal y como informó elDiario.es en su día.
Fuentes de Cosentino resaltan que en estos quince años la gestión del riesgo en Cosentino “ha evolucionado considerablemente”, si bien este medio ha dado cuenta de denuncias más recientes. También explican que el acuerdo no pone en entredicho que la empresa no informase sobre las características del material o las medidas de seguridad necesarias, sino que la información de la composición del producto era “insuficiente a nivel técnico”. Además, descarga la responsabilidad principal en la marmolería que “no cumplió ni las más mínimas medidas de seguridad” y recuerda que ni la legislación ni la prevención de riesgos era la de hoy.
El empresario volverá al banquillo el próximo mes de julio en Bilbao, donde se le acusa de lesiones por imprudencia a seis trabajadores y se piden dos años y medio de prisión. Fuentes del caso explican que las acusaciones parten de la base de que durante un periodo prolongado no informó de sus riesgos, que no incorporó etiquetas hasta 2005 (identificando al aglomerado con la piedra natural), que desde 2009 entregó unas fichas insuficientes y que solo en julio de 2010 realizó un mailing masivo a las 3.000 marmolerías. Cosentino vendía el producto desde 1991.
“Nadie hace nada”
Francisco Torrico, que lleva años batallando por que se reconozca este problema, advierte de que sólo se ve la punta del iceberg y de que aflorarán más casos. El pasado jueves se reunió Juan Manuel Moreno, presidente de la Junta de Andalucía, que no ha renovado el programa integral de silicosis de 2017, caducado desde 2021. El Gobierno amagó con mantener los límites máximos de exposición al polvo de sílice, aunque acabó bajándolo a la mitad al adaptar una directiva europea.
“Nadie hace nada”, lamenta Torrico. “Llamabas a Inspección de Trabajo y no iban nunca, y cuando iban a las 8.10, las marmolerías habían bajado las persianas. Lo sabemos porque lo hacían los trabajadores. Las empresas de vigilancia de la salud estaban obligadas a hacer las revisiones y no hacían una mísera radiografía, las mutuas de prevención tenían que hacer las mediciones con presencia para corroborar que no se manipulan, pero se iban...”.
Los últimos fallecidos por la silicosis del polvo de sílice de las encimeras tenían 54 y 51 años. El primero presidía una asociación de afectados viguesa, que acaba de lograr que Cosentino reconozca su responsabilidad. El segundo era de Montemayor. Falleció el pasado junio. La zona cero de la silicosis andaluza ahora aguarda con expectación los efectos de la sentencia de Vigo.
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