Las mujeres en el campo han sido tradicionalmente 'ayuda familiar': colaboran en la explotación pero no tienen más derechos que ser hija o esposa del titular. “Las mujeres están mentalizadas del valor de su trabajo porque lo están haciendo, pero su labor es invisible porque no genera derechos individuales ni de futuro”, aclara Montserrat Moyano, presidenta de la Federación de Asociaciones de Mujeres Rurales de Andalucía (FADEMUR).
En octubre de 2011 se aprobó la ley que facilita el camino a la cotitularidad,cotitularidad la que permite a las mujeres que trabajan en el campo con sus parejas compartir la propiedad en igualdad de condiciones, con todos los derechos sobre ella y la posibilidad de desarrollar su actividad laboral. Un año más tarde, en octubre de 2012, sólo se habían incorporado al registro 32 mujeres en toda España. Ninguna en Andalucía.
Según FADEMUR, con los datos de la Seguridad Social de febrero en la mano, en Andalucía están dadas de alta en el régimen especial agrario 1.636.804 personas. Casi la mitad (46’9%), 768.974, son mujeres. Sin embargo, esa cifra cambia radicalmente cuando hablamos de agricultoras, de empresarias. En Andalucía hay 29.351 personas que cotizan dentro del régimen especial de autónomos como empresarios agrícolas. Menos del 30 por ciento, 8.634, son mujeres.
Existen empresarias en solitario, pero no mujeres que compartan esa responsabilidad con sus parejas, al menos oficialmente. Moyano advierte que en parte se debe a que el desarrollo de la Ley “está paralizado” desde su aprobación. Esto ayuda a que se perpetúe un esquema: “la mujer trabaja de forma invisible, colabora pero no se da de alta, porque la prioridad es para el hombre, para el cabeza de familia”.
Los jornales
Este año, el empleo en el campo se ha desplomado por la mala cosecha de aceituna. La producción no ha llegado al 20 por ciento, en Jaén, donde se han perdido 5 millones y medio de jornales. Las mujeres han escuchado más de una vez una frase que las deja fuera del mercado laboral: “para llevar mujeres, llevo hombres”, explica Paqui Torres (51 años), jornalera de Jódar. Cuando hay poca faena los empresarios priorizan a los hombres “y eso da coraje, porque nosotras también necesitamos los jornales”. Hasta que comenzó la crisis, esa frase era sólo algo a lo que enfrentarse para cambiar la mentalidad del empresario, demostrar que “trabajamos lo mismo”. Ahora es cuestión de supervivencia. Sin las peonadas mínimas (que el gobierno ha rebajado a 20) no tendrán derecho a la prestación por desempleo, no podrán complementar la renta familiar ni mantener su independencia económica.
El de Paqui no es un caso aislado sino un mal extendido en la provincia de Jaén.“En mi pueblo no habrán sido más de diez las que han dado un jornal”, cuenta María Inés Casado (47 años, empresaria agrícola de Villanueva de la Reina). “Se los dan al cabeza de familia ¿y qué pasa si soy yo quien mantiene mi casa?”. Su pregunta queda sin respuesta.
Su explotación es pequeña. Siete hectáreas repartidas en parcelas de olivar, espárrago verde y algún cereal. Es agricultora desde 1990. Se ocupa de las tareas en solitario con la ayuda puntual de algún contratado, su marido (que trabaja por cuenta ajena) y su hija (estudiante). En época de cosecha, si es buena, puede dar unos jornales a 4 ó 5 personas más.
Es licenciada en Gestión y Administración de Empresas pero nunca pensó que aplicaría sus conocimientos al sector agrario. La oportunidad se presentó de improviso. “O me decidía o había que dejar la tierra de la familia. Y me decidí”. Fue la primera mujer miembro de la cooperativa de espárragos de su pueblo y su primera presidenta. “Tenía algunas ideas, las expuse y supongo que me eligieron porque las estaba aplicando en mi parcela y me iba bien”. En la cooperativa descubrió que entre los socios había muchas mujeres, que no acudían porque delegaban en sus maridos. “Cambiamos los estatutos. El titular tenía que venir obligatoriamente, acompañado de quien quisiera, pero tenía que venir”. Cuando dejó la presidencia, había casi una decena de mujeres participando activamente.
El camino ha sido complicado: “He llorado mucho y lo he pasado muy mal”, pero sigue en la brecha. Su hija tiene 23 años, está terminando Topografía y no descarta seguir sus pasos.
Accidentalmente
En Jaén, mientras el 45% de los jornaleros son mujeres, el número de empresarias agrícolas sólo alcanza al 25%. Emilia Páez (57 años, Santisteban del Puerto) es una de ellas y también llegó accidentalmente a la agricultura. Estudió secretariado e idiomas. Durante años trabajó en Sevilla y se quedó sin empleo al terminar la Expo. A finales de 1993 volvió a su pueblo para echar una mano en la finca familiar. En abril de 1994 se dio de alta como autónoma y relevó a su padre. Dirige una explotación con 5.000 olivos en la que, en una buena campaña, llegan a trabajar “hasta 15 y 16 personas”.
Al principio “no lloré por vergüenza, pero fue duro. Recuerdo que cuando hacía algo que no entendían me decían: vamos a hablar con tu padre. Pero yo contestaba: ve, pero yo firmo la nómina y los cheques, yo soy la empresaria”. Al evocar los principios subraya: “me costó trabajo que se amoldaran a mi forma de hacer las cosas”.
En su organización agraria también es una pionera, la única mujer que forma parte de la directiva provincial de ASAJA en Jaén. Asegura que aquí no ha encontrado diferencias: “yo creo que ni se les pasa por la cabeza”.
Sin embargo, apenas hay mujeres que presidan cooperativas agrícolas en Andalucía. Montserrat Moyano insiste en que en los pueblos pequeños las empresas de economía social “son espacios de poder” y no es tanto que las mujeres “no queramos entrar como que los hombres, que desde la cooperativa tienen acceso a otros espacios de poder, quieran soltar ese poder”. Estos son algunos de los factores que siguen alentando la “masculinización” del medio rural. Según un estudio de FADEMUR, mientras que la media española es de 97 hombres por cada 100 mujeres, en el campo se invierte la proporción por cada 100 mujeres hay 104 hombres. La crisis, según Moyano, está forzando el éxodo y las primeras en irse son las mujeres “sobre todo las jóvenes que estarían dispuestas a quedarse en sus pueblos si existiera una oportunidad laboral”.