Fue el primer gobierno libertario reconocido en el mundo y, a la postre, una experiencia única. Una república dentro de la República española de vida efímera. Con el inicio de la Guerra Civil como contexto y el avance de las tropas insurgentes en Aragón como telón de fondo se fundó en octubre de 1936 el Consejo Regional de Defensa de Aragón. Durante 10 meses, hasta el 11 de agosto de 1937, se definió como una entidad administrativa autónoma ubicada en la zona oriental y en la que se instaló una organización económica basada en las colectividades y políticamente progresista; a la vez, trató de encauzar el esfuerzo bélico. Dependiente de la Segunda República, esta decretaría su disolución ‘manu militari’.
Se cumplirán ahora 85 años de esta iniciativa, que contó con su órgano de gobierno: presidente, consejeros y capital. Fueron dos, primero en Fraga y después, de manera definitiva, en Caspe. En los primeros meses de la guerra, los golpistas entraron en Aragón por su vertiente occidental y pronto controlaron las tres cabeceras de provincia: Huesca, Zaragoza y Teruel. La línea del frente separó entonces aquella parte del territorio y la oriental, en la que se hizo fuerte la Confederación Nacional de Trabajadores (CNT). Tras avanzar desde Cataluña y la Comunidad Valenciana, los anarquistas determinaron la organización económica y social del territorio que dominaban con la connivencia de los órganos de gobierno locales.
Desde enero se sumaron al Consejo de Aragón los comunistas, Izquierda Republicana y UGT. La imposibilidad de preservar el tráfico comercial y el funcionamiento normal de las administraciones en una comunidad autónoma partida por mitad llevó al gobierno republicano a transigir con la situación. Todo ello en pos de una mayor coordinación, pues las milicias revolucionarias controlaban la zona y, según el parecer de algunos historiadores, lastraban de esta manera la supervivencia de los pueblos de la zona en pleno conflicto bélico. Ante esta necesidad, la CNT convocó en septiembre de 1936 un plenario sindical en la localidad de Bujaraloz, en la sede del cuartel general de la Columna Durruti, en el que se dio forma a este Consejo presidido por el militante de la CNT Joaquín Ascaso.
El pleno acordó la creación del Consejo Regional de Defensa de Aragón, en el que se recogían 450 colectividades rurales. Casi todas ellas en manos de la CNT y unas 20 a cargo de la UGT. Según el historiador Santiago Navascués, “al gobierno de la República nunca le gustó la idea de que el territorio quedara en manos de los anarquistas. Pero en diciembre no le quedó más remedio que aceptar la situación y reconocer al Consejo de Aragón como órgano del gobierno republicano en el área. Era eso o instaurar un vacío de poder y un caos que habría sido aprovechado por el ejército franquista. Esto supuso que durante unos seis meses, en la práctica fuera un pequeño estado independiente y revolucionario, con sus luces y sus sombras, dentro del estado republicano”.
La bandera, que aspiraba algún día a suceder a la cuatribarrada, representaba a todas las fuerzas antifascistas: el rojo y negro (CNT), el rojo (UGT) y el morado en alusión a los partidos del Frente Popular. El escudo se dividía en cuatro cuarteles por una A de Aragón, en los que se representaban un olivo en relación a Teruel, el río Ebro de Zaragoza y los Pirineos de Huesca. La cadena rota del centro simbolizaba el nuevo y libre Aragón. Coronaba el escudo un sol naciente, emblema del Aragón que brotaba sobre lo derruido por los enemigos de la libertad.
La tensión y recelos evidentes entre los anarquistas y el resto de formaciones de izquierdas se suavizaron a partir de 1937 y también se alcanzó una armonía que, sin embargo, no tuvo un peso determinante en el desarrollo de la guerra en el denominado ‘Frente de Aragón’. El Consejo se preocupó por la alfabetización, inició la construcción de escuelas y puso en marcha campañas de lectura. Mantuvo buenas relaciones con Catalunya y Valencia y se estimuló el comercio con los excedentes de productos como cereales, aceite y frutos secos. Para Ledesma, “es difícil valorar la gestión económica de las colectivizaciones anarquistas pero el historiador Hugh Thomas señaló que la producción de carbón en las minas de Utrillas, tan sólo alcanzó la décima parte de lo que se producía antes de la guerra”.
El principio del final del Consejo de Aragón se fraguó desde dentro. El gobierno de la República no quería que su ejército dependiera en gran medida de las milicias obreras. El desarrollo de la guerra lastró esta iniciativa, y fruto de las disensiones internas el entonces presidente de la República, Juan Negrín, decretó el 18 de agosto de 1937 la disolución del Consejo de Aragón con el concurso de las tropas de Enrique Líster y nombró gobernador general de Aragón a José Ignacio Mantecón, militar de Izquierda Republicana. Joaquín Ascaso y otros miembros del Consejo fueron detenidos y acusados entre otros cargos de contrabando de joyas.
El último aliento de este órgano también anticipaba los estertores republicanos. Los campesinos tomaron al asalto las colectividades, las oficinas del Comité Regional de la CNT fueron ocupadas y sus archivos y registros confiscados por las autoridades republicanas. Otras unidades militares de tendencia comunista ocuparon diversas colectividades del valle del Ebro y el Alto Aragón y la cárcel fue el destino habitual de anarquistas que participaron en la puesta en marcha de una iniciativa pionera, de vida breve y sin herederos.