Poco más de media hora de conversación con Gaizka Urresti (Bilbao, 1967) sirve para comprender que para él, es una satisfacción implicarse en todas las etapas del rodaje de sus películas: antes, como guionista; durante, como director y productor; y después, como montador y distribuidor. Escuchándole, los contratiempos sufridos solo parecen pequeños escollos y las incertidumbres no son más que un reto. Se muestra satisfecho cuando cuenta los detalles de la promoción de “Bendita Calamidad”, pero, a la vez, casi sorprendido por los aplausos y el cariño recibidos. A Urresti, está claro, le apasiona el cine
En Bendita calamidad, usted es director, productor, guionista, montador y distribuidor, ¿por qué se encarga de todo este trabajo?Bendita calamidad
Hay muchos creadores con producciones de grandes presupuestos, apoyados por grupos mediáticos. Frente a eso, estar en un terreno intermedio no lleva a ningún sitio. Yo he optado por la autoproducción, por controlar el producto. En mis cortos y documentales anteriores, siempre he sido director y productor; y también suelo ser el guionista y el montador. Esto me obliga a emplear mucha energía para una parte menos creativa que escribir o dirigir, para la gestión, pero también me da la libertad de poder hacer lo que quiera. Mis productos son míos, yo decido dónde se proyectan y, si quiero, incluso los regalo. Yo lo venía haciendo hace años; con la crisis, más gente se ha apuntado a esta forma de trabajar. Ahora mismo, en la música, Amaral edita sus propios discos. Y con Bendita Calamidad he dado un paso más allá al lanzarme a ser también distribuidor. Me he encargado de buscar los cines donde se programa la cinta, de invertir y de establecer una estrategia de comunicación y de publicidad. Incluso acompaño a la película en la promoción, allá donde vaya.
¿Por qué ha dado este paso más?
Por un lado, yo mandaba la película a las distribuidoras y tardaban semanas en contestarme. También es cierto que yo no quería compartir con nadie los beneficios de la distribución en Aragón, que es donde preveía que podía ser un éxito. Yo sé dónde hay que invertir en esta Comunidad, ya había hablado con los cines, ¿para qué iba a dar un 30 % de la recaudación a un distribuidor? Estaba dispuesto a ceder ese porcentaje de la distribución de fuera de Aragón, que es lo que a mí me costaba más llegar. No encontré a nadie que quisiera aceptar ese planteamiento, así que me decidí a distribuirla yo mismo, tanto en Aragón como en el resto de España. Por otro lado, esta es ya la octava película que estreno comercialmente como productor. Y mi experiencia con las distribuidoras es que tengo la impresión de que yo dejo en sus manos lo que para mí es como un hijo y no lo cuidan igual que lo cuidaría yo. Para los distribuidores, solo es una película más y si no funciona los primeros días, programan otra. Tienes la sensación de perder el control de tu trabajo, no sabes qué se está haciendo para cuidarlo. Yo ahora sé que, si es necesario, puedo corregir la campaña de comunicación.
¿Qué pequeños cuidados ha recibido ese “hijo” que es Bendita calamidad?Bendita calamidad
Para empezar, Aragón es una Autonomía muy extensa, donde la mayoría de los cines están concentrados en la capital, hay algunos en Huesca y solo uno comercial en Teruel. Parece que no existen más cines, pero es mentira. Hay muchos cines que programan solo viernes, sábado y domingo, que son de propiedad municipal y gestión privada, de una sola pantalla, que suelen programar solo el blockbuster de la semana... El cine nacional apenas cuida este circuito de salas pequeñas, del medio rural; para el cine de las majors es un circuito menor. Yo les he dado la prioridad: me he preocupado de localizar todos esos cines y ofrecerles directamente la película, de manera que se han convertido en cómplices. Además, he procurado que, en cada plaza, el estreno fuera un evento para la localidad, con mi presencia o la de algunos de los actores. Hay una gran ventaja en los pueblos: los cines tienen una comunicación muy directa con su público potencial. Nuestra película se anunciaba en el pregón, en el bando, ponen carteles... todo el mundo se entera. También he usado Internet y particularmente Facebook para patrocinar publicaciones específicas diciendo cuándo se estrenaba la película en cada sitio, en qué horarios, segmentando a la población por grupos. Cuidando ese circuito olvidado, hemos recibido casi un tercio de nuestros espectadores, más de 10.000. En el total de Aragón, llevamos unos 40.000. Es cierto que esto se puede hacer con películas como Bendita Calamidad, que es para un público muy amplio, muy amable, de pasar un buen rato. Con una película de autor, igual no hubiéramos encontrado esta recepción tan amplia. No solo es una estrategia de comunicación, tiene que ir acompañada de un producto apropiado.
Aunque no pueda copiarse esta estrategia para cualquier película, ¿cree que este tipo de salas pequeñas se están descuidando?
Yo creo que sí, que el cine español tendría que buscar otros espectadores y plantearse dónde están. Veo que muchas películas nacionales se estrenan sin pensar en cuál es su público natural; la promoción suele ser “sota, caballo y rey”. Yo tenía claro que el público inicial y natural de la película es Aragón; por eso, me he hecho fuerte aquí, para mostrar el éxito en esta Comunidad antes de salir al resto de España. En general, el cine español tendría que cuidar más su mercado para que sus cifras le ayuden a salir fuera. Por ejemplo, con Ocho apellidos catalanes: primero, hay que machacar el mercado natural, que es España, para intentar crear un evento que llame la atención en otros lugares.
Y, ¿está funcionando? ¿Están sirviendo las cifras en Aragón como aval para salir al resto de España?
Sí, me estoy encontrando con muchos programadores que ya conocían la cinta. Los programadores reciben semanalmente los datos de cómo van las películas y les llamó la atención Bendita Calamidad porque, con un estreno parcial, con solo diez copias en Aragón, nos colamos en el ranking de las películas más vistas: la número 19 en el listado global y la número 5 entre las españolas. Y durante tres semanas, fuimos la película con más rentabilidad por copia en España, hasta que llegó Ocho apellidos catalanes.
¿No le dan envidia las grandes superproducciones?
No, creo que son películas diferentes. La libertad tiene un precio. Con Palmeras en la nieve, Fernando González Molina tiene que someterse al control mediático de un gran grupo como A3Media, a la necesidad de llegar a un público muy amplio... Tiene sus ataduras y su responsabilidad: no ocurrirá, pero si la película fuera un fracaso, se cuestionaría su trabajo. La apuesta es más grande, ganará más dinero, aunque también hay más intermediarios. Nosotros, con Bendita Calamidad, nos hemos enfrentado a problemas, pero como ocurre en cualquier otra película. El equipo de Palmeras en la nieve también pensará que con más dinero podría haber quedado aún mejor. Siempre falta dinero. Si haces una película de 100.000 euros, te faltan 20.000. Si haces una de 100 millones, te faltan 20 millones. Lo que pasa es que en mi caso, al ser también productor, sé cuánto dinero puedo conseguir, hasta dónde puedo asumir el riesgo; hago una puesta en escena y una apuesta comercial que puedo llevar a cabo.
¿Y duelen los comentarios sobre que el cine es un sector que vive de las subvenciones?
Eso sí duele más, porque hay subvenciones para el cine igual que las hay en el resto del mundo, las han concedido todos los gobiernos y hay muchas más en otros sectores. En los últimos años, el Fondo de Protección a la Cinematografía han sido escasamente 33 millones de euros, una ridiculez para producir 150 películas. Claro que el cine está apoyado, pero, por ejemplo, Bendita Calamidad ha recibido menos de 100.000 euros en subvenciones para un presupuesto que, en total, rondará los 600.000 euros. La película ya ha recaudado la subvención del Gobierno de Aragón solo en IVA, y a eso hay que sumar las cotizaciones a la Seguridad Social, generación de empleo, pagos a la hostelería... Sin esos apoyos, seguramente no habríamos hecho la película, pero casi 40.000 personas no habrían ido al cine y no habrían consumido palomitas o no habrían salido a cenar después. Tienen que ayudarnos a hacer cine, nosotros estamos encantados de dinamizar la economía y de pagar impuestos. Además, el empleo que generamos no se deslocaliza: contratamos a gente que paga impuestos aquí, que come aquí y que gasta aquí.
A esto se suma el fomento de la cultura…
Sí, Bendita Calamidad tiene un componente importante de venta de los paisajes de Aragón. Y también es un sello identitario de los aragoneses, se sienten reflejados. La cultura crea cohesión, que es muy necesaria en los tiempos que vivimos en España de falta de identidad. Ocho apellidos vascos y Ocho apellidos catalanes han hecho mucho más por la identidad cultural española que muchos debates políticos. Reírse de uno mismo demuestra que nos unen muchas cosas. La cultura es fundamental para eso.