Has elegido la edición de . Verás las noticias de esta portada en el módulo de ediciones locales de la home de elDiario.es.
La portada de mañana
Acceder
Israel no da respiro a la población de Gaza mientras se dilatan las negociaciones
Los salarios más altos aportarán una “cuota de solidaridad” para pensiones
Opinión - Por el WhatsApp muere el pez. Por Isaac Rosa

“El desahucio de un grupo de teatro refleja la situación que vive la cultura en España”

Anaís Berdié. Foto: Juan Manzanara.

Ana Sánchez Borroy

El documental El último maestro ruso es, en realidad, la historia de un desahucio. No de una vivienda, pero sí de un hogar: el local de ensayo de la compañía de teatro que dirigía Ángel Gutiérrez en 2014. Niño de la guerra asturiano exiliado a Rusia, catedrático de Interpretación y Dirección en Moscú, referente del método Stanislavski en España… Ángel Gutiérrez, un actor y director casi desconocido en nuestro país, ha protagonizado una vida de película. O de documental, como el que ha dirigido Anaís Berdié (Zaragoza, 1983).

¿Quién fue El último maestro ruso?El último maestro ruso

El último maestro ruso es Ángel Gutiérrez, una persona fascinante y un gran desconocido para el gran público dentro de la historia teatral española. Tiene 82 años, fue un niño de la guerra civil, creció en orfanatos en la Unión Soviética y aprendió tanto a dirigir como a actuar en la Escuela de teatro de Moscú. Allí, se consagró como un maestro y consiguió una gran popularidad en Rusia. En los años 70 volvió a España y comenzó a difundir el método Stanislavski, que es uno de los métodos de interpretación más famosos del mundo. Ha sido profesor y maestro de actores muy reconocidos en España, tanto en la Real Escuela Superior de Arte Dramático (RESAD), como en la escuela que él mismo creó. Es una historia dura porque siempre ha vivido desligado de su sitio: se lo llevaron de niño de su ciudad, tuvo que abandonar Rusia porque tampoco allí podía desarrollarse y cuando consigue establecerse en un teatro, otra vez, lo vuelven a echar.

Una de las contradicciones que enseguida descubrimos en el documental es que Ángel Gutiérrez era un referente en Rusia y gozaba de gran popularidad, pero en España nunca ha llegado a ser conocido por el gran público...

Efectivamente, eso sorprende mucho cuando le conoces y además, es algo que ha marcado su carácter. Él pasó de ser una figura importante y respetada en un país que se tomaba la cultura como algo muy serio a tener que empezar de cero en España. Le costó mucho hacerse un hueco y, al final de su vida, ha vuelto a verse olvidado por las instituciones. Cuando yo le conocí, descubrí que estaban a punto de tener que desalojar el local de ensayo; dos años antes, en 2012, Gutiérrez ya había perdido el Teatro de Cámara de Chéjov porque le habían recortado las subvenciones y no lo podía mantener. Y a la vez estaba preparando una obra muy importante para él. Por eso, me pareció importante contar su historia: era el reflejo de la situación que estábamos viviendo en ese momento en España. Me parece que un desahucio de un grupo de teatro es muy simbólico. Fue bonito vivirlo con ellos, aunque también muy triste.

Una de las preguntas que usted hace a Ángel Gutiérrez en el documental es por qué quiso venir a España. Sabiendo lo que ha ocurrido después, aún es más sorprendente…

Él cuenta que a mediados de los años 70 empezó a tener problemas para trabajar en Rusia por la censura. Quiso poner en marcha varios proyectos, se encontraba con dificultades, estuvo escribiendo un guion que nunca consiguió sacar adelante... Le costó mucho tomar la decisión, porque la Unión Soviética era su patria y tenía allí a todos sus amigos, su vida estaba allí. Pero al final decidió venir para trabajar como él quería. Unos meses después de llegar a España, como descubrimos en el documental, se empezó a correr la voz de que había alguien muy importante en la Unión Soviética que era español y era maestro de teatro. Rafael Pérez Sierra, que por entonces era el director de la RESAD, le localizó y le invitó a ser profesor allí.

Con su trabajo en la RESAD, sí se convirtió en una persona muy conocida entre los alumnos y, en general, entre los actores españoles...

Cuando daba clases generó una especie de mito en torno a su figura porque era un hombre muy estricto. Venía de Rusia y se tomaba el trabajo con mucha disciplina, se rumoreaba que “el ruso” era uno de los profesores más duros de la academia. Los alumnos de varias generaciones le recuerdan bien: generaba una especie de atracción casi religiosa y, a la vez, es una figura polémica que despierta pasiones y también enemistades. Aunque algunos alumnos quizá no se quedaron con buen recuerdo, a otros actores les fascinó su manera de dar clase, lo tienen como un referente y recuerdan sus enseñanzas a diario. Un ejemplo es Eduardo Noriega, que se encontró con Ángel Gutiérrez en el tribunal que le hizo las pruebas para entrar en la RESAD. Eduardo recuerda que la prueba quizá no le estaba saliendo demasiado bien y, de repente, vio a Ángel entusiasmado. Eduardo está convencido de que fue gracias a él que entró en la RESAD, ¿qué habría sido del cine español si Eduardo Noriega no hubiera sido aceptado en la Academia? Otro ejemplo es Javier Gutiérrez, que no fue aceptado en la Academia, pero Ángel, por los pasillos, le ofreció acudir a su escuela. Javier cuenta muy bien el espíritu de esa escuela, que era como un templo, él se quedaba fascinado con todas las representaciones que se hacían allí. De los actores a los que he entrevistado para el documental, creo que a quien más ha marcado Ángel Gutiérrez es a Luisa Martín, que formó parte de su primera promoción e hicieron una relación muy fuerte y muy estrecha. Luego, con los años, se distanciaron; fue muy emocionante que se reencontraran en el pre-estreno en Madrid. Ha sido muy bonito conocer las historias de los comienzos de todos estos actores, cuando aún nadie sabía a qué iban a llegar y Ángel les vio y confió en ellos: Imanol Arias, Carmelo Gómez… El guion de una de las películas de Carlos Iglesias, Ispansi (¡Españoles!), está inspirado en la vida de Ángel Gutiérrez o, al menos, en lo que él recuerda que le contó durante sus enseñanzas.

¿Qué tenía de especial el método Stanislavski que enseñaba Ángel Gutiérrez?

Es muy difícil de explicar; este método proporciona al actor una serie de técnicas para acercarse a la verdad que hay en los personajes, con técnicas físicas para representar su psicología. Se trata de transmitir “verdad” en todo lo que se hace en el escenario, es una manera de meterse en los personajes y de vivir las obras muy intensa. En los ensayos, Ángel Gutiérrez demanda mucho de los actores; todo el tiempo les hace buscar las sensaciones que el personaje tiene que transmitir. Entonces, si el personaje está sufriendo, él busca poner al actor en esa situación y, claro, los actores sufren.

En el documental también se destaca que Gutiérrez exige una “formación integral de los actores”, en el sentido de que les toca hacer de todo: vestuario, montaje...

Por lo que cuentan en las entrevistas, Ángel Gutiérrez transmitía como una parte del método que los propios actores de la compañía se encargaran de todas las partes del montaje de una obra. Yo, por lo que he vivido en estos años, creo que también está muy relacionado con el escaso apoyo económico que tenían. Si querían tener escenografía, tenían que hacérsela ellos. No sé distinguir cuánto hay de método Stanislavski y cuánto de acostumbrarse a la situación, a las circunstancias. Incluso la mudanza por el desahucio la hicieron los propios actores.

¿Ha sido también complicado hacer un documental como este?

Sí, en el cine, evidentemente, también es muy complicado conseguir ayudas, ya no digamos para un director novel, como era mi caso. Yo soy periodista, me lanzaba a esto por primera vez y lo tuvimos que financiar con nuestros propios medios. Además, ha sido muy complicado compaginarlo con mi trabajo; era un planteamiento muy ambicioso, porque queríamos seguir a la compañía durante tres meses. El proceso de montaje también lo hice yo: es largo y cuando empiezas nunca sabes todos los pasos que hay que dar hasta ver la película finalizada. Ha sido un año y medio de trabajo. Aun así, ha merecido mucho la pena. Como se aprende en el propio documental viendo a Ángel Gutiérrez, lo que te apasiona te puede ocupar todo el tiempo de tu vida sin que suponga un problema.

¿Qué posibilidades hay de que el público pueda llegar a ver este documental?

Ahora estamos presentándonos a festivales nacionales e internacionales. Una vez que se haya estrenado en alguno, nos encantaría llevarlo a salas, aunque sean pequeñas. Tenemos también peticiones de alguna universidad, por tratar el tema de los niños de la guerra. Y están las plataformas online, así que ahora afortunadamente es fácil dar a conocerlo.

Etiquetas
stats