“Lejos se oía el cimbal de la ermita bandeado por el viento. La anciana añadía: - Hoy se cumplen dos años. Si la pena matara, hace tiempo que estaríamos criando malvas”. En 1948, desde su exilio en Nueva York, Ramón J. Sender (Chalamera, Huesca, 1901 – San Diego, Estados Unidos, 1982) entregó a una imprenta francesa su obrita 'El vado', germen de una de sus novelas más famosas, 'Mosén Millán' (1953), luego retitulada 'Réquiem por un campesino español'. Quizás por ello, y también porque recicló algunos de sus pasajes en otro libro, el propio autor dejó que este título quedara en la penumbra.
'El vado', que en su edición original apenas tenía 36 páginas, se publicó dentro de una serie de libros populares cuyo público natural eran los exiliados republicanos en Francia, una comunidad que tenía como epicentro en el país vecino Toulouse, donde también estaba la casa editora. Del carácter divulgativo de esta iniciativa da idea que en la misma colección aparecieron obras de Cervantes, Quevedo o Unamuno, además de literatos expatriados a causa de la Guerra Civil, como Víctor Alba, Alfonso Camín o el propio Sender.
La historia de 'El vado' cuenta la angustia de Lucía, atormentada por haber delatado a su cuñado a los “civiles” en un ataque de celos. Dos años después, el encuentro a la orilla del río, a donde acude a lavar la ropa, con su hermana Joaquina, “viuda desde que los del Gobierno le mataron al marido”, despierta en ella el fantasma de la culpa. Ni siquiera la confesión ante el cura logra aplacar su remordimiento, pues este le replica: “Hija mía, no es necesario que te arrepientas de haber denunciado a un enemigo de Dios. Lo único malo es que lo hayas hecho empujada por una pasión culpable”. Ella se pregunta: “¿Cómo podía Dios hacer enemigo suyo a un hombre limitado en su honradez campesina a su trabajo y al cuidado de su familia?”.
El profesor zaragozano José-Carlos Mainer calificó 'El vado' como una “breve joyita”, donde se muestra una de las señas senderianas, “la conversión de la guerra civil recientemente vivida en un problema moral, despojado de toda connotación política”. Así lo recoge el prólogo de José Domingo Dueñas a la edición que la Diputación de Zaragoza hizo de esta obra en 2001, con motivo del centenario del escritor.
También Mainer advirtió de las notables semejanzas entre 'El vado' y 'Réquiem por un campesino español' (donde el golpeado por su mala conciencia es mosén Millán); además, Sender refundió buena parte del texto en otra obra, ''El verdugo afable'. Dos circunstancias que explicarían por qué el escritor la opacó entre sus más de 100 libros. Con todo, Dueñas opina que “ello no obsta para que el relato de Sender tenga no solo entidad propia sino una más que considerable capacidad para la sugerencia y la evocación, la perplejidad y el deleite”.
Luis Gómez Caldú, coordinador del Centro de Estudios Senderianos del Instituto de Estudios Altoaragoneses, coincide en que “es una obrita desconocida”, aunque considera que “no está a la altura de las otras grandes obras suyas como 'Imán', 'Crónica del alba' o 'El lugar del hombre'”.
Caldú recuerda que la génesis de este título estuvo en un “interés crematístico” por parte de la editorial, que confiaba en las buenas ventas del escritor. Un objetivo que debió cumplirse, puesto que este “ofreció a la Liga de Mutilados e Inválidos de la Guerra Civil, con sede en París, la cantidad de 5.500 francos, que suponía el 10% de las ventas de los más de 2.000 ejemplares despachados y que no estaba nada mal para la época”, apunta el experto, citando la biografía de Jesús Vived, sacerdote y estudioso de la obra senderiana .
El lugar de Sender
Aunque Sender evita localizar la acción de 'El vado', es fácil identificar la descripción con los paisajes de su niñez. Así, la ermita mencionada es muy probablemente la de Santa María de Chalamera, situada sobre las “ripas” que se alzan, de forma paralela al río Cinca, entre esta localidad y la colindante de Alcolea de Cinca. La trama transcurre a orillas de un río que separa dos aldeas próximas a las que conecta un puente, lo que apunta a la citada Alcolea y a su vecina Albalate.
“Sender siempre tuvo un recuerdo muy fuerte de su localidad natal y de la ermita de Chalamera”, cuenta Caldú, que define este pueblo como “su lugar mítico”, junto con Alcolea de Cinca. Del mismo modo que la geografía marcó su literatura (Tauste, donde pasó su adolescencia, es telón de fondo en 'Crónica del alba'), también lo hizo la vida: el chalamerino arrastró durante décadas un sentimiento de culpa por la muerte de su mujer, Amparo Barayón, a la que envió a Zamora al estallar la Guerra Civil; pensaba que alejarla de él, que militaba en el anarquismo, la protegería, pero fue fusilada en 1936 por las tropas fascistas, en un episodio que también dejaría una huella indeleble en sus hijos.
Del vínculo de Sender con sus lugares de infancia, a los que regresó de visita en sus últimos años, da idea su obra literaria, donde hay multitud de referencias (especialmente en 'El lugar de un hombre' y 'Réquiem...' ). En esta última se encuentra un pasaje inspirado en un hecho que, según explica Caldú, al parecer fue real y marcó la trayectoria ideológica del autor.
El episodio cuenta cómo el protagonista, Paco el del Molino, ejerce de monaguillo y acompaña a mosén Millán a dar la extremaunción a un enfermo grave que vive en unas cuevas a las afueras del pueblo: “No había luz, ni agua, ni fuego. Mosén Millán tenía prisa por salir, pero lo disimulaba porque aquella prisa le parecía poco cristiana”. Cuando el niño, impresionado, insiste en preguntar por la miseria de aquella gente, el cura responde: “Cuando Dios permite la pobreza y el dolor es por algo”, e interpela al muchacho con un “¿Qué puedes hacer tú?”.
El Nobel que no ganó Sender... ni Chalamera
El compromiso de Sender con su tierra fue más allá de la palabra escrita. Desde su exilio norteamericano, mandó 100 dólares para la restauración de la ermita; “una cantidad importante para la época”, indica Caldú.
El estudioso también destaca que Sender ha sido el único aragonés propuesto oficialmente al premio Nobel de Literatura, en 1979, “con el apoyo de más de 400 profesores universitarios de Estados Unidos, Canadá y Centro América”. En caso de alzarse con el galardón -algo en lo que realmente no confiaba-, el escritor declaró que tenía previsto invertir el montante del premio en mejorar las escuelas de Chalamera y Alcolea. Hoy, esta última cuenta con colegio e instituto, mientras que la primera, azotada por la despoblación y con apenas un centenar de habitantes, resiste con su escuela abierta gracias a la presencia de cinco niños.
En estos tiempos de confinamiento, 'El vado' está disponible en línea a través del Centro Virtual del Instituto Cervantes, donde se puede encontrar la versión en formato PDF del librito original de 1948, junto al resto de títulos de la colección 'La Novela Española', dentro del apartado dedicado a la memoria del impresor y profesor de esperanto Josep Salvador.