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“El ebook es un juguete para aquellos que no leen”

Raúl Gay / Raúl Gay

Zaragoza —

Anorak Ediciones nació hace un lustro en Zaragoza como una editorial de recopilación de columnas. Ahora crece para trabajar en toda España combinando el periodismo con la novela. Su fundador, Sergio Navarro, transmite la pasión por el trabajo bien hecho, por la ilusión del autor que ve sus palabras en un libro y por el trabajo en equipo que supone una editorial. Reconoce que es una tarea ingente con la que no se gana mucho dinero, pero sigue en la brecha.

Hace cinco años que fundaste Anorak Ediciones. ¿Cómo empezaste?

Como una declaración de amor a una columnista de Heraldo de Aragón: Irene Vallejo. Yo recordaba sus columnas y quería poder trasladar a otros lectores el entusiasmo, el pálpito que sentía al leerlas. El papel amarillea con mucha rapidez y quería guardarlas. Cuando envíe un mail a Irene, nunca se había planteado su publicación. Después, ya tenía clara la idea de una editorial centrada en el periodismo, cuando conocí a Pierre d. la, un poeta visual. Ahí comencé a mezclar géneros, pese a tener claro lo que quería. Pero de alguna manera, un editor debe reflejar en su catálogo todos sus intereses.

¿Habías tenido algún contacto previo con el mundo editorial?

Hace 18 años que edito una revista sobre la Semana Santa en Zaragoza. Por entonces apenas había Internet y con un amigo lanzamos la idea. Pero lo que nació como un proyecto pequeño de 30 páginas ha crecido a 600 y ahora es momento de cerrar. Fue mi primera experiencia. Luego dirigí una Guía del Ocio durante dos años y también gané algún premio literario.

¿Con qué dinero montas la editorial?

Con mis ahorros. Después he tenido la suerte de no perder dinero con ningún libro, se han autofinanciado, de alguna manera. Quien piense que la edición es un negocio, se equivoca: es pura pasión. Pero no vas a hacerte rico, al menos en esta liga. Tiene que cobrar el autor, la imprenta, la diseñadora gráfica, el fotógrafo... y, en último lugar, el editor. Son muchas personas sin cuyo esfuerzo el libro no llegaría al lector y todas deben ser retribuidas.

¿Cómo eliges qué libros publicar?

Ahora Anorak empieza a sonar un poco y llegan manuscritos con frecuencia. A veces tenemos que decir que no. Un libro puede funcionar muy bien, tal vez venda 3.000 ejemplares en Aragón pero no encaja en Anorak, no me voy a enamorar de ese libro. Hay que rechazar y esperar a uno que huela a gol. También se apuesta por un autor que sabes que no va a vender más de 300 ejemplares. Y toca ir a las bibliotecas, a los institutos... A convencer de que es bueno. Es la faceta bonita de un editor. Sigo llamando a puertas, a autores que me interesan, a los que admiro por haber descubierto en un diario. Lo importante es divertirnos. Vamos a trabajar mucho pero es apasionante. Trabajamos con los sueños de los demás y eso es muy bonito. Procuro contagiar el entusiasmo a los autores. El trayecto durante seis meses juntos es muy bonito. Yo todavía me pongo nervioso cuando llevo un libro a la imprenta o lo veo por primera vez, como un niño en el día de reyes.

¿Se puede vivir de la edición?

Como tantos en el mundo de la cultura, pones huevos en distintas cestas para llegar a fin de mes. Yo gestiono mercados de antigüedades, estoy montando una web de periodismo cultural, vendo objetos por Internet... Saco 300 de aquí y 400 de allá y vas superando las dificultades. También es verdad que tengo a mi chica, que me da la calma necesaria, una visión más racional del trabajo y un colchón económico. Es complicado pero no imposible. Compensa, eso sí. Yo soy más feliz que antes, cuando trabajaba en un hotel.

Has publicado novela, ensayo y selección de artículos. ¿Dónde te encuentras más cómodo?

En recopilaciones de columnas, sin duda. También en 2016 queremos publicar recopilaciones de entrevistas. Tengo una espina clavada con la poesía. Me gusta mucho pero ahora no estamos en condiciones de publicar poesía, exige mucha entrega.

¿Corriges mucho al autor?

Procuro mantener el espíritu. Después de firmar el contrato, paso el texto a la correctora, Irene Anchón, y, entre ambos, damos ideas al autor. Nunca son imposiciones. Hasta ahora, he encontrado mucha flexibilidad en los autores.

¿Cuál es el libro del que estás más satisfecho?

Está por editar… Me hace mucha ilusión el libro de Chema González, Goles al margen, que publicaremos pronto. También fue especial el primer libro, de Irene Vallejo, que se ha convertido en una de mis mejores amigas. Tuvo un buen acabado y ha tenido muy buenas ventas. Tengo una espina clavada con el libro de Sergio del Molino, El restaurante favorito de Nina Hagen. Debía haberlo trabajado mejor, haberlo promocionado mejor... Tuve una joya entre las manos que no supe pulir. Fue una oportunidad perdida pero el autor me lo ha perdonado.

¿Se cumple el tópico de que el editor es un escritor frustrado?

Yo creo que sí, al menos en mi caso. Pero si tuviera un golpe de suerte y me tocara mucho dinero, seguiría editando. Quiero compartir con gente desconocida mi pasión por un autor. También hay que pensar que servimos a jóvenes escritores. Hace 15 o 20 años, un escritor enviaba su manuscrito a Anagrama, Alfaguara, al premio Nadal... Ahora hay multitud de pequeñas editoriales que sirven de primera entrada para muchos. Nosotros tratamos a los autores de otra manera. Libros que no tienen cabida en una gran editorial, aquí o en otras editoriales más pequeñas sí la tienen. Yo pongo el mismo cariño a todos los libros.

En 2014 se publicaron 72.000 libros en toda España, mil de ellos en Aragón. ¿Cómo se puede destacar entre la multitud?

En estos tiempos en que se cierran librerías y la tecnología ocupa el tiempo que antes se dedicaba a la lectura, creo que tenemos que ser más exquisitos en la edición. El diseño, las ilustraciones, los márgenes… ahí está nuestra espada, con ella nos defendemos. La mesa de novedades es una cosa abisal donde caben muchos libros y es el librero el que va a colocar tu libro. Tenemos que buscar el libro exquisito y no el barato. Rechazar el libro electrónico, la mala edición, la autoedición… La única manera de vender es entusiasmo y mucho trabajo. La solución pasa por hacerlo lo mejor que sepamos y que todos los integrantes de la cadena (el autor, el fotógrafo…) tienen que cobrar y salir con una sonrisa. Cuesta que la gente entre en las librerías pero no quiero usar el lenguaje habitual en nuestra profesión de hastío o hartazgo. Tenemos que hacerlo mejor. Cada persona tiene un libro de cabecera. Lo que hay que hacer es redoblar esfuerzos y echar imaginación. Editar el mejor de los libros posibles: acabado, encuadernación diseño, papel, interlineado… Ese toque que te diferencia de otros sellos.

¿Es el libro electrónico una amenaza o una oportunidad?

Yo publiqué un libro de entrevistas a personas de Bolivia, que servía de radiografía del país. Era complicado llevarlo a Latinoamérica por los costes. Ahí sí que veo la utilidad del libro electrónico. Pero en un país donde casi nadie valora la cultura, veo muy difícil que funcione. Creo que el ebook es un juguete para aquellos que no leen. Dicen que no pesa, que no tiene luz… Pero yo no tengo ebook y llevo una maleta cargada de libros cuando viajo. 

Eres presidente de la Asociación de Editores de Aragón y participas en la Feria del Libro de Zaragoza. ¿Sirven hoy de algo estas ferias?

Sirve de lugar de encuentro para la gente del mundillo, para poner rostro a los lectores, para animarnos y seguir creyendo que nuestro trabajo es necesario. Es verdad que el modelo es caduco, anclado en el que funcionaba hace 30 años, necesitamos dar una vuelta de tuerca y modernizarlo. Yo soy el presidente de la Asociación de Editores de Aragón y el margen es estrecho. Mi sueño de feria es distinto a lo que yo ahora estoy gestionando. Sería una feria con música, comida... para atraer a un nuevo público y una nueva generación de lectores. Eso requiere patrocinio y tiempo para dedicar. Pero siguen siendo necesarias, es bonito ver a los lectores que se acercan y descubren un autor.