Nombres y rostros para los aragoneses asesinados por los nazis en la masacre de Oradour-sur-Glane
La tarde del 10 de junio de 1944, cuatro días después del desembarco de Normandía, tuvo lugar en Oradour-sur-Glane, un tranquilo pueblo de la región francesa de Lemosín, “un criminal ejercicio de terror premeditado, injustificado y aleatorio hacia la población civil” en el que murieron 643 personas, en su mayoría mujeres y niños. Así lo describe David Ferrer Ravull, filólogo reconvertido en investigador que acaba de publicar 'Recuerda', un libro donde pone nombre y rostro a los 19 españoles asesinados aquel día a manos de las tropas nazis. Entre ellos, dos familias de origen aragonés.
Oradour-sur-Glane es comparado en ocasiones con Belchite, si bien su historia y simbolismo son muy distintos. Acabada la Segunda Guerra Mundial, el general De Gaulle decidió no reconstruir el pueblo y convertir sus ruinas en testimonio de la barbarie nazi. Una placa con el listado de fallecidos y un monumento del escultor catalán Apel·les Fenosa reciben a las miles de personas que visitan cada año los restos y el centro de interpretación abierto en 1999.
Allí se recuerda cómo aquel 10 de junio, soldados de las SS rodearon el pueblo, agruparon a la población y la masacraron: a los hombres, ametrallados y calcinados; a las mujeres y niños, a tiros, fuego y bombas en el interior de la iglesia de la localidad. Paradójicamente, apunta Ferre Revull, “el cura no dejaba entrar a los españoles por que los calificaba, literalmente, como 'hijos de Satanás'”. La furia asesina fue tal que solo fue posible identificar 52 cuerpos.
A Ferrer Revull le llamaron la atención los nombres españoles en la placa memorial: “Algunos estaban mal escritos, otros confundían apellidos y parentescos... Así se habían ido recogiendo en distintos trabajos sobre deportados”. Por eso, se propuso identificar correctamente a las víctimas, para restablecer su memoria y su dignidad, un afán que le llevó a sumergirse en los más diversos archivos a ambos lados de los Pirineos.
El perfil de las seis familias españolas de Oradour es muy similar, detalla Ferrer Revull. Todas habían salido de España en 1939 y habían pasado por campos de concentración franceses. Primero con la República, y luego bajo el régimen de Vichy, los hombres fueron destinados a grupos de trabajo de extranjeros. Así llegan a Oradour-sur-Glane, donde son empleados primero en la cantera y luego en fábricas de turba, explotaciones forestales... Hacia 1942, la sede del grupo se traslada a un pueblo vecino, pero las familias, ya establecidas en la localidad, no se mueven.
Tras años de penurias, los españoles “habían pasado de ser vistos como emigrantes sospechosos a estar integrados en la sociedad del lugar, con las esposas trabajando en tiendas locales y los niños escolarizados”, explica Ferrer Revull. Aquel sábado 10 de junio era día de vacunación para los niños, de manera que los criminales tuvieron fácil atrapar a los menores. Más de 200 murieron, y solo uno de los colegiales escapó por casualidad.
Aragoneses en la barbarie
Ferrer Revull ha localizado a dos familias asesinadas en Oradour con orígenes aragoneses. Una de ellas son los Téllez-Domènech, formada por la abuela Ramona Domínguez Gil (Mianos, Huesca, 1871), su hijo Joan Téllez Domínguez (Zaragoza, 1899), la esposa de este, Marina Domènech Almirall (Sant Feliu de Llobregat, 1915) y los tres hijos de la pareja, Miquel, Harmonia y Llibert (que tenían al morir 11, 7 y 1 año, respectivamente). Téllez, militante de la CNT, había estado vinculado a episodios de pistolerismo durante los años 20. Tenía un hijo de una pareja anterior, Joan Téllez Sancho, que se quedó en España pero corrió también trágica suerte: tras combatir en la Guerra Civil y ser internado en un campo de concentración franquista, quedó con la salud quebrada y murió en 1951.
La familia Gil-Espinosa procedía de Alcañíz. Allí habían nacido Joaquín Gil Igea (1888) y Francisca Espinosa Magallón (1894), así como sus hijos: Rosa, Rafael y las gemelas Francisca y Pilar. Tras sobrevivir al bombardeo fascista sobre la localidad, y ante su inminente caída en manos franquistas, la familia al completo se exilia a Francia. Francisca y las gemelas solían reunirse con Joaquín los fines de semana, allá donde este estuviera trabajando, pero el destino quiso que una de las niñas fuera requerida para despachar ese sábado en una pastelería. Así, las tres fueron víctimas de la masacre, y Joaquín tuvo que ser internado con una crisis nerviosa. Les sobrevivió apenas tres años, acogido por su hijo Rafael y su familia, cuyos descendientes aún guardan recuerdo de lo sucedido.
Aún hubo otra víctima aragonesa, esta indirecta. Se trata de Millán Bielsa Tarragó (Fabara, 1915 - Francia, 2000). Tras participar en la Guerra Civil como oficial sanitario en el Ejército de la República, termina en Oradour, donde conoce a su novia Andrée 'Dédée' Brandy, jefa de estación de la localidad. El joven debe dejar el pueblo expulsado por la policía, pero se compromete en matrimonio con la muchacha, con la esperanza de poder celebrar la boda tras el conflicto. Es precisamente en el París recién liberado donde recibe, como “una pedrada”, la noticia de su muerte. Poco antes de fallecer, Bielsa ofreció su testimonio en un reportaje de la 'Aventura del Saber' de La 2, en colaboración con la UNED.
Una estatua con historia
Unos meses después de la tragedia, las Fuerzas Francesas del Interior encargaron al escultor catalán Apel·les Fenosa (Barcelona, 1899- París, 1988) un monumento en recuerdo de las víctimas. El artista realizó una gran escultura que representa una mujer embarazada desnuda y rodeada de llamas, evocando cómo los nazis quemaron la iglesia de Oradour.
El modelo en yeso, que se presentó como 'Monumento a los mártires de Oradour', se expuso en París, con gran acogida, pero la estatua no llegó a instalarse en Oradour por las quejas del obispo de Limognes. La obra quedó en depósito en el Museo de Arte Moderno de París, y solo décadas después, tras la insistencia de Nicole Fenosa, viuda del artista, se instaló en Oradour, donde finalmente se inauguró en 1999.
La Fundación Apel·les Fenosa preparaba una exposición sobre la historia del monumento que debía inaugurarse el pasado 28 de marzo. En el proceso de investigación, José Miguel García, su director, explica que “descubrimos que, a pesar de que Fenosa lo hizo como algo simbólico, entre las víctimas efectivamente hubo una mujer embarazada, procedente de Tarragona: Carme Juanós Sampé, una mujer comprometida que colaboró con la Resistencia”. Sampé, por vía materna, descendía de Mequinenza.
Fenosa vivió con especial intensidad este encargo, por su condición de exiliado español. Antes de salir a Francia, fue protagonista él mismo de una aventura de película: el rescate de obras artísticas en las provincias de Huesca y Zaragoza durante la Guerra Civil.
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