El festival de música clásica más pequeño del mundo pone en el mapa a la localidad zaragozana de Villanueva de Jiloca
La unión de Marga Roda y Javier Barranco como pareja de músicos se basa en la pasión por el piano, ella desde que tenía un año y él, a partir de los 20 años. Las raíces valencianas por parte de Roda y las aragonesas, por parte de Barranco, se fundieron en 1980 al crear la Escuela Ad Artem, la primera academia de música únicamente centrada en el piano. Su predilección por este arte les ha llevado a dedicar toda su vida a la enseñanza.
Hoy se encuentran retirados en un lugar privilegiado a orillas del Jiloca, en la casa-palacio nueva de los Abad de Bernabé que data del siglo XIX. La encontraron hace 24 años por un anuncio en un periódico que siguen guardando como reliquia en el salón, y poco a poco han logrado restaurarla sin perder su historia. A pesar de no haber sido habitada durante 45 años, atesoraba un tilo de más de 200 años que les maravilló y, como amantes de una vida más tranquila, la convirtieron en su hogar. Conserva en su interior un piano de 1923, papeles pintados originales y sillería isabelina, lo que les anima a intentar conseguir una catalogación de bien de interés en beneficio del municipio.
La Casa de los Pianistas, que es como ahora se conoce, acogerá por primera vez el festival de música clásica más pequeño del mundo el 30 y 31 de julio. La idea nació por parte de la alcaldesa para ofrecer una alternativa cultural al pueblo: “Dentro de lo que podíamos hacer, ellos son músicos y pensaron en un concierto, el aforo se ha reducido a unas 100 personas para poder controlar la seguridad, ya que hasta ahora no hemos tenido ningún caso de Covid-19 en el pueblo”, anota Torres. La demanda se queda corta para el aforo permitido ya que muchas personas desde diferentes comunidades se han interesado por el evento.
Lamentablemente, la actuación prevista del grupo instrumental de música de la Diputación Provincial de Zaragoza para el viernes 30 de julio se ha cancelado por motivos sanitarios. Sin embargo, el sábado 31, bajo la sombra del tilo y de un paraje de ensueño con una amplia variedad de flora, los protagonistas serán María Pilar Monteagudo, la soprano Elvira Sala y el pianista Marc Marqués. Encabezan el cartel para darse a conocer. “No tienen nombres reconocidos, son jóvenes talentos y esto es una forma para que puedan actuar ante el público, no es fácil encontrar un lugar donde puedan hacerlo”, apunta Basilia Torres, alcaldesa de la localidad. Uno de los estudiantes que participa, Marc, destaca que el objetivo es “tocar y aprovechar para dar conciertos y disfrutar”.
Una vida dedicada a la enseñanza
Cada rincón de la casa-palacio respira música. La pareja no ha dejado de tocar y enseñar a más de mil niños y niñas en la escuela de música valenciana. Su particular metodología ha supuesto que las relaciones con los estudiantes sean muy cercanas. “No trabajamos sobre niveles, sino sobre las cualidades que uno tiene”, reconocen. Ejemplo de ello es Marc, que empezó dando clases con ellos con tan solo cuatro años y desde entonces no ha parado de seguir aprendiendo. Él, al igual que otros tres compañeros suyos, han decidido seguirles desde Valencia y acuden regularmente para recibir clases en Villanueva de Jiloca.
En la actualidad, el joven pianista combina sus estudios de Ingeniería con su pasión por este tipo de música. “Llevo estudiando toda la vida y continuaré siempre, aun con la carrera he buscado tiempo porque es parte importante de mi vida, me llena mucho como persona y no me imagino sin tocar”, expresa el joven. Marga y Javier coinciden en que “de alguna manera u otra, su vida va a estar ligada al piano y va a conseguir triunfar porque es una persona muy inteligente y metódica”. El cariño del joven hacia sus profesores es mutuo. “Han sido fundamentales en mi vida, han alimentado mi pasión”, confiesa el valenciano.
Ambos tenían claro que tiene mucho potencial para exprimir y, aunque las salidas profesionales sean complicadas, Marc se plantea proyectos de futuro relacionados con esto. “Con Elvira estamos planeando montar un dúo y empezar a hacer algo, pero aún falta concretarlo”, explica.
Despoblación y revitalización
Con tan solo 60 habitantes, como muchos pueblos de Aragón, Villanueva de Jiloca se enfrenta a la despoblación de su territorio. A orillas del Jiloca, se encuentra bien situada y comunicada, con tan solo 80 kilómetros de Zaragoza y de Teruel y a 4 de Daroca. “Las comunicaciones son continuas y, sin embargo, no sabemos por qué cada vez perdemos más población, la gente es mayor y se muere y el problema es que no viene gente”, apunta Torres.
Sin embargo, no es raro que familias de otras comunidades autónomas se pongan en contacto para alojarse allí. Recientemente se ha acogido a dos nuevas, de tres miembros cada una, que además incorporan niños al censo. “Estamos encantados, una de ellas ha trasladado su empresa y trabaja telemáticamente. Ofrecemos alojamiento y a una de ellas el bar del pueblo, que se había cerrado hace tres años. Los villanovanos necesitamos ese punto de encuentro”, incide la alcaldesa. Aunque el principal reto no es proporcionar alojamiento sino facilitar un puesto de trabajo, “no queremos empadronar a gente ficticia que viva en otro lugar o que venga solo algunas épocas, queremos que vivan fijos en el pueblo y tener niños también”, insiste. Los vecinos músicos también resaltan el gran patrimonio que posee la zona y que “falta iniciativa pública o privada para moverse, con lo bien que se está en el pueblo”.
Ante la despoblación y la falta de actividades culturales o fiestas patronales que revitalicen el pueblo este año, este festival ha sido el gran incentivo para poder reavivarlo. Además de la financiación de la Diputación Provincial de Zaragoza, también cuenta con la colaboración del festival El Bosque Sonoro, muy comprometido con la vertebración del territorio a través de la cultura. “Se han implicado mucho desde que los conocimos y vinieron a ver la casa, han hecho magia con el sonido y las luces y se nota que están muy comprometidos con el territorio, estamos muy agradecidos de haberlos conocido”, resalta Marga. Javier añade que no solo reside en la profesionalidad en la que han ayudado sino “en la pasión con la que hacen las cosas, lo han visualizado y lo han trabajado todo muy bien”.
Si todo marcha según lo planeado, la idea es que este festival continúe en el tiempo. Un proyecto que puede ser el impulso que necesita esta pequeña localidad para atraer habitantes y para difundir la cultura.
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