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El hallazgo de 14 pastoradas, un genero teatral desaparecido, permite conocer el aragonés del siglo XIX

Cada 25 de junio se celebra en la localidad oscense de Yerbra de Basa la romería en honor a Santa Orosia. En ella, se realiza una danza popular con palos, y, al final de esta, un diálogo teatralizado en verso conocido como la pastorada, en donde un representante de la clase adinerada (el mayoral) y su aprendiz, representante de las clases humildes (el rabadán) discuten sobre diferentes temas sucedidos durante el año, acompañados por los 12 danzantes que representan al ganado (los borregos). 

Durante buena parte de la segunda mitad del S.XX, este género teatral se consideraba perdido y muy poco se sabía de él, hasta que las investigaciones entre 1988 y 1991 de Enrique Satué Olivan sobre estas romerías hicieron que se recuperase tradición y que en la actualidad es considerado Bien de Interés Cultural Inmaterial por el Gobierno de Aragón. 

Ahora no solo se ha recuperado el dance, sino que además se han hallado 150 textos originales fechados entre 1814 y 1933 y que permanecían ocultos en los archivos de las asociaciones O Zoque y Amigos del Serrablo. Este descubrimiento ha permitido no solo el aragonés decimonónico, sino su castellanización y pérdida. “Solo tenemos las pastoradas para conocer como era el aragonés en la primera mitad del S.XIX, no hay ningún otro tipo de escrito” afirma el autor de esta investigación, Oscar Latas. “Normalmente encuentras en algunas localidades una o dos, pero aquí hemos encontrado 14 pastoradas, lo que nos permite caracterizar cómo era la lengua en esta zona” “lo que le ha pasado al aragonés es que se ha castellanizado, y aquí hayamos una fonética histórica más pura”. 

“Ahora cada uno puede darle el uso que quiera, pero al menos sabemos cómo era esta lengua romance, ya no podemos aludir a la ignorancia”. Para Oscar Latas, el futuro del aragonés depende de la política lingüística que se desarrolle, “la riqueza esta en la diversidad y en la pluralidad. Igual que conservamos las iglesias del Serrablo y nadie se lo cuestiona, debemos conservar la lengua del Serrablo. Lo que pasa que uno es un patrimonio material y el otro no”

Falta de Interés por lo autóctono

Además, para el escritor hay una falta de interés que no se entiende debido a la escasez de investigaciones sobre estas cuestiones, “Hay un gran complejo de inferioridad. Parece siempre que lo de fuera es mejor y no se valora lo autóctono. Esto tienen que ver en parte con distintos sucesos históricos como la invasión de Aragón por parte de las tropas castellanas”, en referencia a las Alteraciones de Aragón durante el S. XVI, “Aragón adopta la lengua castellana, las costumbres castellanas y se aculturiza, prácticamente, en favor de un bien común”. 

Y, por otro lado, ve claro un “cierto pavor” durante los años de la transición y la llegada de la democracia al auge del nacionalismo, como ocurría a un lado en Cataluña y al otro en el País Vasco, “tanto en la derecha como en la izquierda se decidió no apoyar la lengua, y, de hecho, los cantautores no apuestan por la lengua como una señal del pueblo y se canta en castellano”. 

A pesar de ello, Latas si reconoce un interés y un “regeneracionismo” por “potenciar todo lo que es identitario” pero que son sectores minoritarios “que no llegan al grueso de la población” y que “lo único que serviría” sería el reconocimiento de una oficialidad a la lengua aragonesa. 

Una forma de ajustar cuentas

Estas obras teatrales no solo han supuesto un descubrimiento a nivel lingüístico, sino también un “retrato histórico de la zona”, ya que a diferencia de otras pastoradas que se realizaron en León, de temática navideña, o en Francia, más enfocadas en el drama histórico, las de Yebra de Basa tenían un tono jocoso y satírico en donde se trataban los temas que habían acaecido en la zona y que tenían relación con sus habitantes. Por ejemplo, la primera Pastorada de la que se tiene registro es de 1814 y, por tanto, el tema principal es la guerra de Independencia; pero también las hay que hablan sobre la despoblación a principios del siglo XX y de cómo los hombres se han quedado sin mujeres con las que casarse. 

Y es que la romería de Santa Orosia no solo servía como festividad religiosa e identitaria que “aunaba a todos los pueblos de alrededor que se sentían parte de una comunidad” sino un encuentro en que se hacían tratos se presentaba a los danzantes, todos solteros, en sociedad y también una “vía de escape” para las tensiones sociales siempre “bajo el paraguas de la iglesia”. Y es que el mayoral hablaba de sus méritos y éxitos mientras el repatán denunciaba sus abusos “le decía lo mal que lo trataba, que le pegaba, que le pagaba mal”. “En algunos sitios las llegaron a prohibir porque se decían cosas intolerables para el momento y llegaban a pasar la línea de lo folclóricamente aceptable”. 

Además, también existía una división lingüística, ya que en algunos textos era el mayoral quien hablaba en castellano mientras el repatán recitaba en aragonés, lo que podía representar la apuesta de las clases burguesas por el castellano, al igual que la iglesia ya que las alabanzas finales también se realizaban en castellano. En definitiva “representaba un conflicto de clases”, concluye su autor.