A punto de cumplir los 100 años, Martín Arnal Mur se ha convertido en uno de los pocos testigos vivos de la Guerra Civil y la Revolución Española. No es un nombre desconocido para los aragoneses ni tampoco para el anarcosindicalismo. Desde las colectividades agrarias de 1936 en su pueblo natal, Angüés (Huesca), a la lucha por los derechos laborales pasando por los campos de concentración franceses, su vida representa una recopilación de memoria histórica que se sigue difundiendo.
Ramón Acín o Joaquín Ascaso son figuras conocidas por el valor aportado a la política y la cultura aragonesas. Sus vidas, y las de muchos compañeros de época, se hallan recogidas en el libro “Libertarios de Aragón” de Agustín Martín, que relata la convivencia de diversos protagonistas del movimiento libertario en tierras aragonesas desde comienzos del siglo XX. Aragón es uno de los territorios donde con más fuerza arraigó el pensamiento libertario después de Cataluña y a la par que Andalucía, de hecho la capital aragonesa era llamada “la perla negra” o “la ciudad libertaria” ya que fue testigos de varias insurrecciones.
Mediante breves biografías, la Asociación de Recuperación de Memoria Histórica de Aragón (ARMHA) pone en valor en una exposición a todos aquellos que defendían la hermandad, la igualdad o el rechazo a la burguesía, “fue uno de los movimientos más importantes que hubo ya desde la República o desde antes de la creación de la CNT, mucho más que en otros países. Esta gente no tenía nadie, nadie se acordaba de ellos y sin embargo habían tenido una enorme trascendencia”, recuerda Enrique Gómez, presidente de ARMHA.
Los paneles de la exposición logran situar al público en las duras jornadas laborales de 12 y 19 horas sin descansos, el trabajo infantil, sin protección y asistencia médica o la prohibición de huelgas. “Los anarquistas fueron importantes, la República y las izquierdas llegaron en gran medida porque de alguna manera los libertarios deciden ponerse a ello, de hecho llegaron a tener hasta un ministro y una ministra que estuvieron en el gobierno de la República, pero se ha olvidado todo lo que hicieron por no pertenecer a un partido político en concreto. Si hubieran sido socialistas, por ejemplo, se habrían hecho libros o una fundación, pero de los anarquistas no se habla, siempre han tenido mala fama” afirma Gómez, desde ARMHA.
Esta exposición se complementa con la proyección de diversos documentales como “Bajo signo libertario” y “Aragón, trabaja y lucha” realizados por la CNT, del Archivo cinematográfico de la Revolución española, 1936-1939. En ellos se detallan logros, aportaciones y datos relevantes, poco conocidos de esta parte de la historia.
La resistencia contra el fascismo
Miles de personas perdieron la vida por sus ideales al defender conceptos universales como la libertad, el bienestar social y una serie de derechos individuales y colectivos como el de asociacionismo o sindicación, que por aquel entonces estaba prohibido. Esa resistencia implicó consecuencias, “la represión estaba a la orden del día. Hubo gente que acabó en campos de concentración y otra que prefirió suicidarse” cuenta Gómez. Fue el caso de dos amigos, Evaristo Viñuales y Máximo Franco que. tras años de lucha a favor del libertarismo, se quitaron la vida juntos en 1939 para no caer en manos de los fascistas. Las últimas palabras de Viñuales fueron, “esta es nuestra última protesta contra el fascismo”.
Otros muchos lograron exiliarse a países como Francia o cruzaron el charco hacia países hispanohablantes. Cuando terminó la Guerra Civil y parecía que iban a poder salir de los campos “tuvieron la mala suerte de que llegaron los nazis” y “algunos acabaron volviendo, muchos murieron durante la guerra y otros se fueron al exilio a México” apunta el presidente de ARMHA.
Francisco Ponzán fue uno de los que cruzó a Francia, donde permanece en la memoria. Discípulo de libertarios, militó en la CNT e impulsó la creación del Consejo de Aragón y organizó un grupo de espionaje entre otras acciones pero, sin embargo, destacó porque en su exilio a Francia comenzó a extender una red antifranquista dentro y fuera del país. Facilitó la salida y entrada a Francia de centenares de personas a cambio de armas y de dinero para luchar contra Franco hasta que finalmente es atrapado y fusilado por la GESTAPO.
Mujeres libres
En primera línea de lucha por los derechos y libertades también se encontraban figuras femeninas. De sangre aragonesa, algunas representaciones como María Castaneda llegó a ser una de las más activas confederales de Zaragoza, tras haber sido detenida en varias ocasiones por tener una ideología libertaria. Fue de las pocas que intentaron la resistencia al franquismo pero resultó imposible, decidió abandonar la ciudad junto a su marido pero fue detenida y fusilada poco después. Uno de los objetivos de estas mujeres era unir al género femenino para mostrarles una vida diferente tras la sumisión.
La Jabalina no es únicamente una obra de teatro, detrás del apodo se encuentra María Pérez, anarquista y enfermera turolense que entró en 1934 a formar parte de las Juventudes Libertarias y posteriormente, en 1936, se incorporó en Sarrión a la confederal Columna de Hierro y como enfermera participó en la creación de un hospital de campaña. En 1939 fue detenida por los franquistas y, tras varios años de juicios, fue fusilada en agosto de 1942.
Hubo quien tuvo mayor suerte, Quiteria Serrano logró marchar a Francia y asentarse, aunque acabó casándose en Chile. Después de la dictadura de Pinochet en los años ochenta, regresó a España y vivió hasta los 87 años en la provincia de Tarragona. Se la reconoce como una de las resistentes de Zaragoza y organizadora de fugas desde la capital aragonesa a la zona republicana, las famosas “Evasiones” nocturnas a través de los Montes de Torrero.
Los derechos y libertades que dejaron estos personajes en la historia pretenden seguir dejando huella para no olvidar los esfuerzos y sacrificios realizados para su defensa. “Queríamos incitar a la gente para que cuando viera esto, ellos mismos intentaran averiguar más cosas sobre ellos, porque esta exposición llega a muchos los institutos también”.
También para recordar historias personales como el abuelo del propio Enrique Gómez, cuya vida sigue presente: “mi propio abuelo construyó su historia, estuvo en la CNT y como fue de los pocos que sabía leer y escribir lo pusieron en el Sindicato de fontanería. Un día se lo llevaron al museo de Pablo Gargallo que lo tenían como centro de detención y allí se salvó el pellejo porque les pusieron a trabajar a cambio de comida. Estuvo 5 años en la cárcel y luego viviendo bajo el régimen del franquismo, tuvo suerte dentro de lo duros que fueron esos tiempos aunque siempre tuvo una actitud crítica”, concluye el presidente de ARMHA.