La historia ha dejado huella a lo largo de los siglos en las ciudades en varios ámbitos, dejando en algunas ocasiones un patrimonio que representa la riqueza y la identidad de diferentes épocas. Sin embargo, catalogar los edificios históricos se convierte en una tarea lenta y ardua que requiere de esfuerzos por parte de las instituciones y la sociedad civil. La imposibilidad de reconocimiento de toda la herencia histórica y cultural debilita la protección de joyas arquitectónicas que forman parte de la identidad de las ciudades.
El cuartel de caballería, ubicado entre las calles de Benjamín Jarnés y el Paseo de María Agustín en Zaragoza, fue escenario en la primera batalla de los Sitios de la ciudad. Data del siglo XVIII y fue elegido como modelo para otros edificios similares. El desconocimiento de su importancia en la batalla de las Eras el 15 de junio de 1808 y que no se encuentre declarado oficialmente como bien cultural ha hecho que durante muchos años pase desapercibido por las instituciones y los ciudadanos. El proyecto de creación de 117 viviendas por parte de una inmobiliaria estadounidense hizo saltar las alarmas de los historiadores para evitar su derrumbe.
Aunque es un proceso que puede durar muchos meses, se ha solicitado a la DGA la revisión del expediente para declararlo como Bien de Interés Cultural, imprescindible para poder evitar su desaparición. Debido a la Ley de Capitalidad, el Ayuntamiento de Zaragoza también tiene competencia para poder tomar decisiones en este asunto. Por ahora, las asociaciones como la Acción Pública para la Defensa del Patrimonio Aragonés (Apudepa) no contemplan dejar de insistir en preservar la totalidad del inmueble, “no nos vale la postura de otros que se contentan con conservar un trocito, eso no es conservar. Es la autenticidad, es un valor fundamental y de antigüedad y si lo demolemos es irreversible” comenta un responsable de la asociación.
La inmobiliaria, por su parte, ha ofrecido trasladar la puerta principal 40 metros y conservar uno de los muros laterales. Hecho que se valora, pero se considera insuficiente para asociaciones históricas como Voluntarios de Aragón, centrados en la Guerra de la Independencia: “Allí fue la defensa, si la cambias de sitio ya no fue allí, pierde el valor histórico, el lateral da un callejón y allí no pasó nada. Si lo salvasen sería genial pero no en lugar del otro, si van a tirar algo que tiren el lateral” defienden.
La asociación cultural Los Sitios de Zaragoza reitera el peso de este edificio como uno de los lugares emblemáticos de la ciudad, pero consideran complicado poder atesorar su totalidad: “No queremos se pierda ni un solo ladrillo pero tenemos que ser un poco realistas porque una cosa es lo que queremos y defendemos y otra cosa es que seamos capaces de ver que podemos conseguir y creo que tenemos que ser prudentes. Haremos mucho ruido, pero nuestra experiencia pasada es que cuando se ha hecho mucho ruido al final no hemos conseguido amparo de las instituciones. Este tema se solucionará negociando” expresan.
La clave, según los historiadores, es poder combinar el progreso y la prosperidad de la ciudad con la conservación de su patrimonio arquitectónico e histórico como ha sucedido en otros casos como el Barranco de la Muerte o la calle Asalto. “No queremos que no se construya sino que se integre en la nueva construcción porque es factible conservarlo, y sobre todo declararlo bien de interés cultural para su conservación” opina Javier Martínez, historiador del arte especializado en historia de la arquitectura y profesor de la Universidad de Zaragoza.
El reclamo turístico
Los bienes culturales también sirven de atracción para los visitantes y se convierten en generadores de riquezas. España, a pesar de las consecuencias de la pandemia, es uno de los países con más turistas del mundo, con más de 83 millones en el año 2019 y tan solo 18 millones este 2020. Aunque prevalece el modelo de “sol y playa” sobre otros, el patrimonio está muy vinculado al turismo y es un atractivo que va en aumento. “Una de las cosas que tenemos aquí en España es una riqueza patrimonial exagerada y que es un auténtico tesoro, esto lo consideramos normal en Europa. Igual en otros países encuentran algo y se convierte en un atractivo a nivel estatal y aquí pues tenemos tal abundancia que simplemente no lo valoramos lo suficiente” lamentan desde la Asociación de los Sitios.
El problema también es la centralidad en las ciudades grandes, “casi prácticamente toda la España de interior queda fuera de lo que es el turismo internacional salvo Madrid, Sevilla, Granada o Zaragoza en menor medida, que son más conocidas pero en general no logramos un turismo patrimonial en ciudades pequeñas o medianas equivalente a otros países. Hay que trabajar el patrimonio, restaurarlo y también difundirlo como un activo de desarrollo” añade Martínez Molina.
Además hay ciertos bienes que priman sobre otros según Apudepa, “se ha avanzado mucho en el patrimonio eclesiástico en la iglesia católica, en proporción está mejor defendida que otra arquitectura. Pero hay un mal histórico en el que prima el suelo y no el valor de la identidad y hay que exigírselo a la administración”, reivindican.
Divulgación de herencia cultural
Desde las distintas asociaciones esa difusión se hace con visitas guiadas, charlas, libros o sobre todo en las redes sociales donde están adquiriendo cada vez más notoriedad. Redes como Facebook o Twitter se nutren de publicaciones para el reconocimiento de la historia.
El historiador Martínez Molina incide, además de la conciencia social, en la importancia de especialización de historiadores, arqueólogos o arquitectos, en formación específica sobre arquitectura histórica y restauración del patrimonio. Además, recalca el peso de los políticos en estos asuntos, “también es necesario que los políticos tengan una formación patrimonial o no lo vean como algo que va a estorbar el avance social o económico porque no son cosas contrapuestas. Pretendemos combinar la generación de riqueza y la creación de nueva arquitectura con el progreso de la ciudad y la preservación de la memoria” explica.
El desconocimiento y el olvido son una lacra y un peligro para el patrimonio. Según la profesora Diana Espada, profesora de historia del Arte en la Universidad de Zaragoza, la ciudadanía no suele dar importancia a estos asuntos, “una parte de la misma si puede estar concienciada de que es importante para nuestra sociedad pero otra parte de la misma no suele dar importancia a las cosas cuando se vuelven ”viejas“ en ese sentido vamos muy por detrás de países como Italia, Japón, China, Alemania…”, expresa. La diferencia de conocimiento con otros países europeos se debe en gran parte a la historia del país por la dictadura. “En Italia llevan muchas décadas trabajando este asunto y tienen hasta un ministerio de bienes culturales, aquí hay legislaturas que no hemos tenido ni ministerio de cultura. Estamos en políticas más avanzadas pero todavía falta valorarlo como un activo para generar riquezas y como un activo cultural para crear identidad y reforzarnos. Se llega a la dicotomía de o el desarrollo económico o el patrimonio cuando se pueden combinar las dos” incide Javier Martínez Molina.
La diferencia generacional también es otro problema a los que se enfrenta esta divulgación.
“Tenemos alguna persona joven pero nada destacable, es complicado atraerlos aunque cuando vamos a las charlas vemos que les interesa mucho”, destacan desde Voluntarios Aragón. El responsable de Apudepa se muestra optimista en este sentido, “creo que conseguiremos que la cadena no se rompa porque la gente de 30 y tantos ya entra en esa defensa, no es gente mayor pero se van dando cuenta más de la realidad de la vida en todas sus dimensiones, comienzan a valorar esto” añade. El cambio también comienza con el aumento de la elección de carreras como Historia o Historia del Arte, “los estudiantes del grado sí que están concienciados con la conservación y preservación del patrimonio histórico y más teniendo en cuenta la cantidad de edificios y monumentos que se han perdido a lo largo del tiempo” reconoce Espada.