La pérdida de oficios tradicionales en el mundo rural: hacer jabón artesano o segar el campo
Aurora, Nieves y Mari Ángeles son tres mujeres que en el municipio de Lituénigo continúan con una tradición milenaria, hacer jabón. Las tres lituenigueras se juntan alrededor del barreño al fuego en el que remueven los ingredientes. Entre conversaciones, preparan y luego derraman el jabón en cajones esperando que se solidifique para después cortarlos en trozos, conocidos como tajos. Forman parte de la sociedad de los cuidados, en la que, desde siempre, las mujeres eran las que se reunían para hacer la matacía, las conservas y tejer o lavar y, después, transmitían los conocimientos a las generaciones futuras. “Nieves y su hermana Mari Ángeles son las que hacen jabón ahora, antes todo recaía en Aurora, la madre, pero debido a su edad ha delegado la tarea en ellas aunque siempre está para dar instrucciones. Nieves hace jabón y Mari Ángeles la cestería”, explica Marta Lázaro, artista audiovisual.
En los recovecos de la memoria de Marta, se encuentran historias comunes con la familia de Lituénigo. Ese recuerdo recurrente de una mesa llena de tajos de jabón en el granero de su pueblo hecho por su abuela y sus tías, le ha servido de inspiración para crear una exposición que conforma su identidad personal y como artista audiovisual. Aprovechando su amplio bagaje en el ámbito y gracias a la tarea de Aurora, Nieves y Mari Ángeles, ha inaugurado la exposición ‘Grandma’, un recuerdo iluminado.
El jabón es el elemento en torno al cual gira la exposición. Es el recuerdo de muchas niñas que, como ella, han visto a sus abuelas hacerlo en sus casas pero también representa un oficio en peligro de extinción ya que muy pocos lo realizan en la actualidad, sobre todo fuera del medio rural.
En una sala de la planta tercera de Etopia, encontramos un espacio con paredes negras que representa un lugar en la memoria de la autora, donde la luz y la imagen cobran especial importancia gracias al videoarte y el videomapping. 24 trozos de jabón proyectan trabajos previos de Lázaro en una secuencia de colores pero también de algunos metrajes del fotógrafo Eadweard Muybridge. “Sus fotografías representan cuerpos femeninos desnudos y me parecía significativo proyectarlas aquí. Lo demás es luz y color, trasladar lo que yo trabajo y se ha expuesto así porque era lo que yo veía en el granero cuando los jabones se secaban en mi casa” cuenta Marta. En la esquina izquierda, el único trozo diferente, representa su infancia, “eran tajos muy grandes entonces para las niñas pequeñas se cortaban en trozos de menor tamaño porque sino no podíamos cogerlos con la mano”, recuerda.
Al otro lado de la sala, se representa la fragmentación de sus raíces con la técnica del datamosh donde “rompe el pixel” de las imágenes proyectadas como metáfora de la pérdida de memoria. El relato se complementa con siete voces que hablan de cuestiones como la identidad rural, la ginocracia, la tradición o la higiene. Entre ellas se encuentra Elvira Burgos, profesora de filosofía sobre feminismo, Miguel Ángel Ortiz-Albero, poeta y ensayista o Izaskun Fernández del proyecto El Patio Teatro.
Este trabajo es el resultado de la II Residencia Hedy Lamarr en el centro Etopia, impulsada por Fundación Zaragoza Ciudad del Conocimiento y el Ayuntamiento de Zaragoza para profundizar en la erradicación de barreras de género en el ámbito artístico y tecnocientífico. “Nunca me había abierto tanto ese compartimento de mí, era algo tan personal que yo la verdad es que ni a mis amigas jamás les había contado nada, es algo que tenía dentro y de repente lo expongo y veo que todo concuerda”, explica la autora.
Nostalgia de los oficios perdidos
El afilador de cuchillos, el campanero, el colmenero son algunos de los muchos oficios que han ido desapareciendo con el tiempo o adaptándose a nuestros tiempos. Aunque hay algunos que luchan por preservar esos oficios perdidos. Después de décadas, el documentalista Eugenio Monesma es uno de los mayores exponentes de estas profesiones en su canal de Youtube. Allí ha despertado la curiosidad de 217.000 suscriptores con costumbres y tradiciones españolas como la artesanía, la confección de zapatos o el cultivo de centeno.
A una hora de Zaragoza, la asociación de los Ancebillos lucha desde el 2005 por dinamizar Lituénigo. Desde entonces se promueven actividades como concursos de tapas, proyecciones documentales o carreras ciclistas para todas las edades con el objetivo de conservar el medio rural y su riqueza. Actualmente en Lituénigo hay 125 personas censadas, pero ahora mismo los socios ascienden a más de 500. “Hemos dinamizado el pueblo, todo el mundo se implica, hasta gente que viene solo los findes. Se da la circunstancia que ha vuelto gente, ahora con la pandemia más por el teletrabajo. La gente quiere mucho al pueblo, sigue las tradiciones centenarias y se siguen haciendo y participando todos”, cuenta Mariano Tejedor, presidente de la asociación.
Sin duda su mayor atractivo es la organización de la Feria de Oficios Perdidos el primer fin de semana de julio, que lleva dieciocho ediciones y ha sido declarada como Fiesta de interés Turístico de Aragón. Allí se pueden ver como los vecinos se convierten en herreros, cesteros, segadores, o trilleros por las calles del pueblo porque lo han visto hacer a padres y a abuelos. Tejedor recuerda que los niños disfrutan pero los mayores también, “se sienten identificados viendo los pupitres o el mapamundi cuando hacemos la reconstrucción de la escuela y también cuando ven la vestimenta”.
Además de poner en valor esos oficios, los lituenigueros se visten y lo viven como en aquella época recreando profesiones del pasado. Mariano reconoce que él lleva unos calcetines del abuelo de su mujer y que su hijo con 27 años ha aprendido a segar, “es una cuestión de identidad, lo hace porque su abuelo segó y él va a hacerlo con sus herramientas. Se trata de entenderlo y saber hacerlo y si volvieran malos tiempos se defendería segando. Intentamos que los jóvenes aprendan”, expresa Mariano.
La modernidad con el campo no es incompatible, al igual que en la exposición de Marta Lázaro. “La señora que hace el jabón, Aurora, es tía de mi mujer, el otro día cumplió 94 años. Ahora la ayudan las hijas pero hasta hace poco lo hacía todo ella, nos gustó mucho la exposición. El video es como en la realidad, es así, otro del pueblo que pasa, otro que entra, pasa más de media docena del pueblo en donde trabajan”, comenta Tejedor.
Sin embargo, la sostenibilidad de estos oficios hoy en día es inviable. “En el pueblo tenemos un vecino que hace el oficio de picador de juncos porque su abuelo lo hacía, y ese oficio los dejaba secar y con ellos hacia cuerdas. Imagínate la que de cuerdas que tenía que hacer. A día de hoy es inviable económicamente, él lo hace porque ayudaba a su abuelo pero a las nuevas generaciones hay que hacerles ver los esfuerzos tan grandes que tenían que hacer para subsistir”, explica Tejedor.
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